Los robots son cada vez más inteligentes, pero ¿por qué siguen necesitando la intervención humana a distancia?
Desde vehículos exploradores en Marte hasta minería en aguas profundas: estos robots controlados remotamente trabajan donde ningún ser humano puede sobrevivir.
Imaginemos a un cirujano en Berlín realizando una operación de alta precisión a un paciente en Tokio sin siquiera pisar el quirófano. Un robot explora las profundidades del océano mientras su piloto permanece a salvo en la orilla, sintiendo cada movimiento como si estuviera allí mismo. Lo que suena a ciencia ficción lejana es la fascinante realidad de la teleoperación: la tecnología que permite a los humanos controlar robots como una extensión de sus propios cuerpos a través de enormes distancias. En una era definida por la inteligencia artificial y la autonomía, la teleoperación demuestra un principio fundamental: la intuición, el juicio y el control humanos son insustituibles.
Pero la telecirugía es mucho más que una maravilla médica. Es la fuerza invisible que permite la navegación de vehículos exploradores en Marte, la extracción de recursos de minas inaccesibles y la exploración de zonas de desastre contaminadas por la radiación. Este análisis exhaustivo no solo revela la impresionante tecnología que impulsa esta revolución, sino que también profundiza en sus sorprendentes orígenes, que se remontan al visionario Nikola Tesla; analiza desafíos cruciales como el temido retardo en la comunicación, determinante del éxito o el fracaso; y aborda las profundas cuestiones éticas asociadas al control remoto de vidas y trabajos. Acompáñenos en un viaje que redefine los límites entre presencia y ausencia y revela cómo la duplicación digital de la humanidad está transformando nuestro mundo para siempre.
La duplicación digital de los humanos: cómo la teleoperación supera fronteras, impulsa la ciencia y desafía las convenciones.
La teleoperación de robots representa una de las paradojas más fascinantes de la tecnología moderna: permite que el operador humano esté físicamente ausente y, al mismo tiempo, actúe con absoluta presencia. Un cirujano en Nueva York puede realizar una operación en Tokio. Un inspector permanece a salvo mientras su avatar robótico desciende a ruinas contaminadas radiactivamente. Una empresa minera opera minas submarinas sin siquiera pisar el agua. Esto no es ciencia ficción, sino la realidad actual de una tecnología que ha transformado radicalmente los límites clásicos entre presencia y ausencia, entre capacidad física y control cognitivo.
En un mundo dominado por la automatización, puede parecer paradójico que la teleoperación —el control humano directo de máquinas a distancia— no solo sobreviva, sino que prospere. Sin embargo, esta observación revela una comprensión más profunda de la tecnología: la autonomía es valiosa, pero el control es esencial. La teleoperación es la máxima expresión de este principio, una tecnología que combina la inteligencia, la intuición y la capacidad de decisión humanas con la potencia física bruta y la insensibilidad de los sistemas mecánicos. Se estima que el mercado de sistemas robóticos teleoperados alcanzará los 890 millones de dólares en 2025 y se prevé que supere los 4000 millones de dólares en 2032. Esto no es simplemente una muestra de interés económico, sino un testimonio de la transformación fundamental que esta tecnología está generando en la sociedad moderna.
Orígenes históricos: Del sueño de Tesla a la realidad moderna
La historia de la teleoperación no comienza con las computadoras, sino con un hombre cuyo nombre se asocia principalmente con la electricidad: Nikola Tesla. En la década de 1890, Tesla realizó experimentos pioneros con el control remoto inalámbrico y reconoció un principio fundamental que subyace a toda la teleoperación moderna. Tesla comprendió que las ondas de radio podían transmitir no solo información, sino también órdenes y control. Su Teleautomaton, una réplica de barco controlada a distancia, demostró en 1898 que las máquinas podían funcionar como extensiones físicas de la voluntad humana a distancia. Tesla obtuvo la patente estadounidense 613.809 por esta invención, una patente que sentó las bases intelectuales para todos los sistemas de teleoperación posteriores.
Sin embargo, las visiones de Tesla permanecieron en gran medida sin materializarse durante décadas. No fue sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial que la necesidad práctica impulsó el desarrollo de la tecnología. En 1945, en los Laboratorios Nacionales Argonne, cerca de Chicago, el científico estadounidense Raymond Goertz desarrolló un telemanipulador maestro-esclavo para el manejo seguro de material radiactivo. Este dispositivo permitía a los trabajadores, sentados detrás de un muro de hormigón de un metro de espesor, manipular materiales radiactivos a través de una ventana. Este fue el primer robot de teleoperación práctico y marcó la transición de la posibilidad teórica a la realidad industrial. Las innovaciones se aceleraron: los servomotores eléctricos reemplazaron los acoplamientos mecánicos directos, mientras que los sistemas de televisión y las cámaras integradas permitieron a los operadores elegir su posición de trabajo y tener diferentes ángulos de visión.
En la década de 1960, el interés se centró en nuevas fronteras: el espacio exterior y las profundidades marinas. Las armadas de Estados Unidos, la Unión Soviética y Francia mostraron un creciente interés en los telemanipuladores equipados con cámaras de vídeo montadas en vehículos submarinos. El término «telerobot» surgió durante este periodo para distinguirlos de los teleoperadores tradicionales: los telerobots poseían sistemas informáticos capaces de recibir, almacenar y ejecutar comandos mediante sensores y actuadores. En la década de 1970, los investigadores Ferrell y Sheridan revolucionaron el trabajo de campo con el concepto de «control supervisorio», en el que el operador comunicaba los objetivos generales, que el ordenador ejecutaba de forma autónoma. Esto redujo drásticamente la carga de trabajo del operador y los requisitos de ancho de banda de comunicación.
Otro hito fue el desarrollo de pantallas predictivas en la década de 1980, que permitió simular un modelo del robot en un ordenador para compensar las demoras causadas por la latencia de comunicación. Un hito de este desarrollo fue la exitosa demostración de los primeros telerobots espaciales a bordo del transbordador espacial de la NASA por el Centro Aeroespacial Alemán (DLR) en 1993, con una latencia de comunicación de entre 6 y 7 segundos.
La teleoperación quirúrgica siguió una trayectoria paralela. En la década de 1990, el Centro de Investigación Ames de la NASA y la Universidad de Stanford comenzaron a desarrollar el concepto de telepresencia en cirugía. El sistema AESOP de Computer Motion recibió la aprobación de la FDA en 1994. En 2001, el sistema SOCRATES (también de Computer Motion) posibilitó la colaboración global al permitir que un cirujano controlara un robot desde una consola de operaciones remota, recibiendo a la vez transmisiones de vídeo en tiempo real del campo quirúrgico y comunicación de audio. Estos avances sentaron las bases para los modernos sistemas da Vinci que dominan el campo en la actualidad.
Arquitectura y mecanismos: La estructura tecnológica básica de la teleoperación
Un sistema de teleoperación no es simplemente un robot con un control remoto. Es una interacción sumamente compleja de componentes de hardware, sistemas de software y protocolos de comunicación que, en conjunto, crean una extensión fluida de la voluntad humana a través del espacio y, potencialmente, del tiempo.
En esencia, los sistemas de teleoperación constan de tres elementos fundamentales: el dispositivo maestro (también llamado estación de control), el dispositivo esclavo o robot remoto y el canal de comunicación que los conecta. El dispositivo maestro es la interfaz entre el humano y la máquina. Puede ser un panel de control tradicional con joysticks e interruptores, un casco de realidad virtual con seguimiento de manos, un exoesqueleto que captura los movimientos del operador o incluso una interfaz cerebro-ordenador que interpreta su actividad cerebral. Los sistemas modernos basados en realidad aumentada utilizan el casco HoloLens 2 para proporcionar detección, procesamiento y control virtual del entorno en tiempo real.
El robot en sí es el dispositivo esclavo. Posee actuadores que traducen las órdenes recibidas del maestro en movimientos físicos, así como sensores que recopilan información sobre su entorno. Estos sensores suelen incluir cámaras para la retroalimentación visual, sensores de distancia para la detección de obstáculos, sensores de fuerza y par, y sensores especializados para aplicaciones específicas, como termómetros para inspecciones o instrumental médico para cirugía.
El canal de comunicación es el elemento más crítico y, a la vez, el talón de Aquiles de los sistemas de teleoperación modernos. En aplicaciones locales, puede tratarse de una conexión directa por cable, donde la latencia se mide en milisegundos. Para operaciones a mayor distancia, como en misiones espaciales o submarinas, se pueden utilizar cables de fibra óptica, radio o incluso enlaces satelitales, lo que conlleva latencias significativamente mayores. El sistema de retroalimentación comunicativa es crucial: el operador no solo debe ver lo que ve el robot, sino también sentir lo que siente. Esta retroalimentación háptica, que transmite la sensación de resistencia, textura y fuerza, es especialmente crítica para tareas complejas como la cirugía o la manipulación de objetos frágiles.
La implementación tecnológica comprende varias capas de arquitectura de control. La forma más sencilla es la teleoperación directa: cada movimiento del operador se traduce directamente en un movimiento correspondiente del robot. Una forma más sofisticada es la teleoperación supervisada, en la que el operador define objetivos generales y el robot, con la ayuda de sensores locales y control informático, determina de forma autónoma las trayectorias y los detalles de ejecución. Aún más compleja es la teleoperación asistida, en la que la inteligencia artificial predice las intenciones del operador y proporciona asistencia pasiva o activa.
La cinemática y la dinámica de ambos sistemas —el exoesqueleto de brazo humano y el robot de puntería— deben modelarse cuidadosamente para crear una correspondencia bidireccional, continua y no lineal eficaz entre los espacios de movimiento y fuerza. Esto es especialmente importante para los sistemas basados en exoesqueletos, donde el operador está en contacto físico con el hardware remoto.
Otro elemento técnico crucial es la integración de la realidad aumentada y los entornos virtuales en la interfaz de control. Los sistemas basados en RA permiten a los operadores no solo ver la imagen actual de la ubicación remota, sino también recibir superposiciones virtuales de datos de planificación, información de sensores y alertas en tiempo real. Los sistemas de realidad virtual utilizados en complejas operaciones de desminado subacuático crean réplicas digitales en 3D del entorno remoto, lo que permite a los operadores planificar con antelación y optimizar sus acciones.
La importancia del 5G y la computación en el borde en los sistemas de teleoperación modernos es innegable. El 5G permite una latencia ultrabaja y un mayor ancho de banda, lo cual es crucial para el control y la retroalimentación en tiempo real. La computación en el borde, que procesa los datos más cerca del punto de operación, reduce la carga de la red y permite realizar tareas remotas más complejas.
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La tecnología moderna de teleoperación se ha extendido mucho más allá de su ámbito original de la energía nuclear y el espacio. Se ha convertido en la infraestructura sobre la que se construyen aplicaciones críticas en medicina, industria, ayuda humanitaria en casos de desastre y otros campos.
Quizás la aplicación más conocida sea la cirugía teleoperada. El sistema quirúrgico da Vinci de Intuitive Surgical se ha convertido en el estándar del sector. Se han realizado más de 12 millones de cirugías teleoperadas en todo el mundo y el sistema ha formado a más de 60 000 cirujanos a nivel global. Tan solo en 2023, se realizaron más de 2,2 millones de cirugías utilizando plataformas da Vinci, y se prevé que esta cifra supere los 2,5 millones a finales de 2024. El sistema cuenta con una consola desde la que el cirujano trabaja con una vista 3D del campo quirúrgico, mientras que brazos robóticos controlados a distancia guían los instrumentos con precisión micrométrica. Las ventajas son significativas: incisiones más pequeñas, menor pérdida de sangre, recuperación más rápida y menor esfuerzo físico para el cirujano.
Desde 2024, nuevos sistemas como el Hugo RAS de Medtronic, basado en la tecnología DLR-MIRO, también han entrado en el mercado, ofreciendo una alternativa más rentable que tiene el potencial de hacer que la cirugía teleoperada sea más accesible a hospitales más pequeños.
Otro ámbito de aplicación crucial es la exploración espacial. El rover Perseverance de la NASA en Marte es operado remotamente desde la Tierra, con un retardo de comunicación de entre 5 y 20 minutos (dependiendo de la posición de la Tierra y Marte). Esto exige un comportamiento semiautónomo del rover, donde el operador da las órdenes generales, pero el rover toma las decisiones de navegación local. Esta combinación de teleoperación y autonomía será aún más importante en futuras misiones a otros cuerpos celestes.
Las aplicaciones subacuáticas se han expandido considerablemente. El proyecto VAMOS (Sistema Operativo Minero Alternativo Viable), financiado por la Unión Europea, está desarrollando un sistema de minería subacuática controlado remotamente con interfaces de realidad virtual 3D de alta resolución para el operador. Los sistemas se conectan a la estación de control en superficie mediante cables de fibra óptica de alta velocidad.
En la robótica de respuesta ante desastres, la teleoperación se ha convertido en un elemento vital. El Desafío de Robótica de DARPA demostró el uso de robots teleoperados en escenarios de desastres complejos, como la crisis de Fukushima, donde los robots realizaron tareas en entornos demasiado peligrosos para los humanos. Los sistemas modernos utilizan pantallas estereoscópicas montadas en la cabeza y sensores ambientales 3D en tiempo real para proporcionar a los operadores una comprensión inmersiva del entorno remoto.
La logística y la entrega de última milla son aplicaciones cada vez más populares. En las demostraciones de Ericsson en Barcelona, un conductor pudo controlar un camión eléctrico autónomo a más de 2000 kilómetros de distancia, en Suecia. También se utilizaron robots teleoperados para transportar suministros médicos en dos estadios de California que se habían convertido en centros de tratamiento para la COVID-19.
Desafíos actuales: Cuando la tecnología se topa con los límites físicos
A pesar de los importantes avances, la teleoperación sigue enfrentándose a desafíos fundamentales que revelan los límites de lo que es tecnológicamente posible.
El problema más grave es la latencia en la comunicación. Si bien los sistemas de teleoperación locales pueden tener latencias del orden de los milisegundos, esta aumenta drásticamente con la distancia. Para una cirugía lunar, la latencia sería de unos 2 segundos de ida y vuelta, mientras que para operaciones en Marte podría llegar a los 40 minutos. Las investigaciones han demostrado que el rendimiento de la teleoperación se mantiene estable hasta aproximadamente 300 milisegundos, pero comienza a degradarse a partir de ese punto, con un marcado aumento de los errores de seguimiento de trayectoria y de colisión. De hecho, el rendimiento de los cirujanos empeora con latencias superiores a 250-300 milisegundos, lo que tiene profundas implicaciones para la cirugía remota.
La solución, cuyos sistemas de visualización predictiva se desarrollaron ya en la década de 1990, funcionaba, pero simulaba el estado futuro del sistema remoto basándose en las órdenes del operador. Estas técnicas presentan limitaciones, sobre todo ante cambios ambientales inesperados o cuando el robot remoto encuentra resistencia.
Un segundo problema fundamental es la comunicación háptica. La transmisión de fuerza, par y retroalimentación táctil a través de redes requiere altas tasas de paquetes y es propensa a la pérdida de paquetes y a la fluctuación de retardo, lo que compromete la estabilidad del sistema y degrada el rendimiento del usuario. Las conexiones a internet convencionales suelen ser insuficientes para estos requisitos, lo que exige protocolos de comunicación y algoritmos de control especializados.
Un tercer problema reside en la percepción situacional del operador. Un robot con cámaras corporales ofrece una perspectiva limitada en comparación con una persona en el lugar, quien puede explorar activamente su campo de visión y observar el entorno. Esto resulta especialmente problemático en entornos complejos o dinámicos. Si bien las soluciones de realidad aumentada (RA) y realidad virtual (RV) pueden ayudar a mitigar este problema, pueden provocar sobrecarga cognitiva si se presenta demasiada información.
El ancho de banda de datos es otra limitación. La transmisión de vídeo de alta resolución, escaneos 3D de lidar u otros sensores puede agotar rápidamente la capacidad de red disponible, especialmente en misiones submarinas o espaciales donde el ancho de banda es limitado.
La seguridad es otro aspecto fundamental. Las fuentes de error son múltiples: fallos de red, interacciones físicas inesperadas y condiciones ambientales impredecibles. En aplicaciones críticas como la cirugía o la respuesta ante desastres, los errores pueden ser fatales. Por lo tanto, existe un creciente número de publicaciones sobre sistemas de control robustos capaces de gestionar retrasos, pérdida de paquetes y otras incertidumbres.
Controversias éticas y sociales: El lado oscuro del control remoto
Si bien la teleoperación es técnicamente impresionante, plantea importantes cuestiones éticas, legales y sociales que hasta ahora solo se han abordado parcialmente.
En la telecirugía, las cuestiones del consentimiento informado y la autonomía del paciente son fundamentales. Las barreras lingüísticas, las diferentes actitudes culturales hacia la cirugía robótica y las disparidades en la infraestructura sanitaria dificultan considerablemente la supervisión ética. Los países presentan grandes variaciones en sus prácticas médicas, marcos de responsabilidad civil y estándares de protección de datos, lo que da lugar a un panorama legal fragmentado. Actualmente, no existe una regulación universal que rija estos procedimientos.
La cuestión de la responsabilidad es especialmente delicada. Si se produce un error técnico durante una intervención de telecirugía, a menudo no está claro quién es el responsable: el cirujano, el centro sanitario o el proveedor de la tecnología. En la telecirugía transfronteriza, esta ambigüedad se ve agravada aún más por las diferentes jurisdicciones nacionales.
La protección y la seguridad de los datos son otras preocupaciones clave. La telecirugía transmite información confidencial de pacientes a través de las fronteras, lo que la expone a posibles brechas de seguridad y accesos no autorizados. El cumplimiento de las leyes de protección de datos, como el RGPD en Europa o la HIPAA en Estados Unidos, es fundamental.
Otro aspecto clave es la cuestión del acceso equitativo. Si bien la telecirugía tiene el potencial de reducir la brecha en la atención médica entre las poblaciones rurales y urbanas, así como entre los países de altos y bajos ingresos, la realidad suele ser menos alentadora. Los costosos sistemas robóticos y la infraestructura necesaria resultan inasequibles para muchos países e instituciones.
En aplicaciones militares y de ayuda humanitaria, preocupa el posible mal uso. Los drones teleoperados y los sistemas robóticos pueden utilizarse para reconocimiento, vigilancia o incluso operaciones ofensivas, lo que plantea interrogantes sobre la regulación internacional y su uso ético.
Aún menos estudiado, pero cada vez más preocupante, es el impacto en el empleo. Dado que la teleoperación permite que un solo operador controle varios robots a distancia o que subcontrate trabajos altamente cualificados, los mercados laborales de ciertos sectores podrían verse gravemente afectados. Los puestos de trabajo podrían trasladarse de lugares con salarios altos a lugares con salarios bajos.
Tendencias futuras: El próximo horizonte del control remoto
El futuro de la teleoperación estará determinado por varias tendencias convergentes que tienen un potencial transformador.
La inteligencia artificial y el aprendizaje automático se integran cada vez más en los sistemas de teleoperación, no para reemplazar el control humano, sino para potenciarlo. La IA puede ayudar en la planificación de rutas, predecir obstáculos e incluso automatizar subtareas rutinarias, lo que permite al operador humano centrarse en la toma de decisiones de alto nivel. Los modelos predictivos pueden anticipar el comportamiento de los sistemas robóticos y compensar las demoras en la comunicación.
Las interfaces cerebro-computadora (ICC) representan una frontera completamente nueva. Si bien las interfaces tradicionales, como los joysticks o los sensores, son relativamente intuitivas, controlar robots mediante la captura directa de ondas cerebrales podría transformar radicalmente la experiencia del usuario. Investigaciones previas han demostrado la existencia de sistemas capaces de traducir la actividad cerebral en comandos para robots con una precisión aproximada del 80 %. Un sistema de este tipo podría ser especialmente valioso en entornos donde los trabajadores tienen movilidad física limitada, como en obras de construcción, bajo el agua o en el espacio.
Las redes 5G y las futuras redes 6G sentarán las bases de la infraestructura para la teleoperación global. La latencia ultrabaja y el mayor ancho de banda de estas redes permitirán operaciones remotas con una precisión y capacidad de respuesta sin precedentes.
La realidad virtual y la realidad aumentada siguen desarrollándose para crear interfaces de control más inmersivas e intuitivas. Los operadores podrán cada vez más «entrar» virtualmente en la ubicación remota y utilizar sus habilidades espaciales naturales para guiar al robot.
Otra tendencia importante es la integración de la robótica de enjambre, donde varios robots trabajan de forma cooperativa. La teleoperación de un enjambre de robots presenta desafíos únicos, pero también oportunidades para mejorar significativamente las capacidades de respuesta y exploración ante desastres.
La continua reducción del coste del hardware y el software de robótica hará que la teleoperación sea accesible a una gama más amplia de aplicaciones y organizaciones. El sistema Hugo, por ejemplo, ofrece una alternativa más rentable que el robot da Vinci.
Otra tendencia prometedora es la combinación de la teleoperación con sistemas autónomos. En lugar de la autonomía completa o la teleoperación total, los enfoques híbridos podrían ser el futuro, donde el robot se encarga de forma autónoma de tareas sencillas o de navegación, mientras que las decisiones complejas o las situaciones imprevistas se remiten a un operador humano.
Por último, la cooperación internacional en teleoperación está creciendo. La investigación sobre estándares internacionales y mejores prácticas aumentará, especialmente en sectores como la medicina, donde es probable la colaboración transfronteriza.
El papel definitivo de la teleoperación en el futuro de la civilización
La teleoperación es más que un truco tecnológico o una solución especial para casos límite. Es una tecnología transformadora que cambia fundamentalmente la relación entre humanos y máquinas, entre presencia local y global, y entre riesgo y seguridad.
Esta tecnología se basa en una verdad simple: existen trabajos que los humanos no pueden realizar por ser demasiado peligrosos, remotos, precisos o físicamente exigentes. La teleoperación resuelve este problema mediante la abstracción. Abstrae la ubicación de la acción de la propia acción. Un operador en Nueva York puede mover un robot dentro de una zona contaminada por fusión nuclear con la misma seguridad y control que si estuviera en una sala de control.
Las aplicaciones actuales de la teleoperación en cirugía, el espacio, las operaciones submarinas y la respuesta ante desastres demuestran la profunda relevancia de esta tecnología. Cada uno de estos campos evidencia que la teleoperación no solo funciona, sino que a menudo es la única solución práctica a problemas críticos.
Los desafíos, en particular la latencia de comunicación y la retroalimentación háptica, no son insuperables. Sin embargo, requieren una innovación continua en las redes de comunicación, los algoritmos de control y las interfaces de usuario. Las redes 5G y futuras mitigarán muchos de estos desafíos.
Las preocupaciones éticas son igualmente reales, pero tampoco son exclusivas de la teleoperación. Son variaciones de cuestiones universales sobre tecnología, acceso, responsabilidad y equidad. Serán necesarias una regulación bien pensada, estándares internacionales y un debate público abierto.
De cara al futuro, es probable que la teleoperación no sea reemplazada por la autonomía total, sino que se fusione con ella. Los sistemas híbridos, en los que la robótica posee capacidades autónomas pero recurre a operadores humanos para tareas críticas o anomalías, podrían convertirse en la arquitectura dominante.
¿Cuál es la conclusión final? La teleoperación encarna una capacidad humana fundamental: la de extender nuestras capacidades más allá de las limitaciones de nuestro cuerpo. No sustituye a la humanidad, sino que la amplía. En una era de rápida automatización e inteligencia artificial, la teleoperación sigue siendo un testimonio de la perdurable relevancia y el valor de la inteligencia, el juicio y el control humanos. No se limitará a un nicho de mercado, sino que se convertirá en una parte cada vez más visible y crucial de la infraestructura tecnológica moderna. El mercado crecerá, la tecnología mejorará y la sociedad aprenderá a aprovechar sus oportunidades y a gestionar sus riesgos.
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