Programa de la Industria Europea de Defensa – El programa de armamento de Europa: ¿Corrección tardía del rumbo o costosa política simbólica?
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Publicado el: 19 de octubre de 2025 / Actualizado el: 19 de octubre de 2025 – Autor: Konrad Wolfenstein
El programa de armamento europeo: ¿Corrección tardía del rumbo o simbolismo costoso? – Imagen: Xpert.Digital
Del dividendo de la paz a la inversión en defensa: un continente se rearma
Hacia la autonomía armamentística: el programa multimillonario de Europa para la industria armamentística
La Unión Europea ha enviado una señal histórica con un presupuesto de 1.500 millones de euros para el Programa de la Industria Europea de Defensa. El EDIP pretende fortalecer la capacidad de producción de la industria de defensa europea, estabilizar las cadenas de suministro y reducir la dependencia estratégica de los sistemas de armas estadounidenses. De esta cantidad, 300 millones de euros se destinarán directamente a la cooperación con la industria de defensa ucraniana, lo que subraya la dimensión geopolítica de esta intervención en la política industrial. Sin embargo, tras la fachada de estos anuncios se esconde un reajuste fundamental de la política económica y de seguridad europea, cuyas implicaciones económicas van mucho más allá de las cuestiones militares.
El principal desafío reside en que Europa actualmente obtiene más del 60 % de sus sistemas de armas de fuera de la Unión Europea, siendo Estados Unidos el principal proveedor con una cuota superior al 64 %. Sin embargo, el EDIP establece un objetivo claro: un máximo del 35 % de los componentes podrán proceder de terceros países en el futuro. Para 2030, al menos el 50 % del equipo de defensa se adquirirá en la UE, e incluso el 60 % para 2035. Estas cifras marcan un punto de inflexión en la política industrial, que requiere inversiones de cientos de miles de millones de euros y pretende transformar toda la industria de defensa europea.
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El legado del dividendo de la paz: arsenales vacíos y dependencias dolorosas
Tras el fin de la Guerra Fría en 1991, Europa atravesó una fase de desarme integral y una reorientación de su política de seguridad. El llamado dividendo de la paz condujo a drásticos recortes en los presupuestos de defensa en casi todos los países europeos. Mientras Estados Unidos transformaba su industria de defensa en conglomerados altamente eficientes como Lockheed Martin, Raytheon y Northrop Grumman mediante masivas oleadas de consolidación en la década de 1990, los países europeos mantuvieron en gran medida sus estructuras nacionales fragmentadas.
Las Fuerzas Armadas Alemanas, por ejemplo, redujeron sus unidades de misiles antiaéreos de 10.970 posiciones en 1990 a tan solo unas 2.300. De los 36 escuadrones Patriot originales, solo quedaron doce. Esta evolución se reflejó en toda Europa. Las empresas de defensa europeas se redujeron a fábricas altamente especializadas que producían pequeños lotes de sistemas tecnológicamente sofisticados y dependían de los mercados de exportación para mantener sus líneas de producción.
Las debilidades estructurales de este desarrollo se hicieron evidentes con toda su brutalidad con el ataque ruso a Ucrania en febrero de 2022. Los Estados miembros de la UE se habían comprometido a entregar un millón de proyectiles de artillería a Ucrania en un plazo de doce meses, pero para enero de 2024 solo habían podido cumplir el 52 % de este compromiso. La capacidad de producción europea de munición de artillería de 155 milímetros era tan baja que no podían garantizar las entregas a Ucrania ni reconstruir sus propias reservas. En comparación, Rusia produjo aproximadamente 1,7 millones de cartuchos de artillería en 2022 y planeaba producir tres millones para 2025. Estados Unidos duplicó su capacidad de producción de 14 000 a 28 000 cartuchos al mes y anunció el objetivo de producir un millón de proyectiles al año para 2025.
Esta discrepancia pone de relieve el problema central de la política de defensa europea: durante décadas, el continente dependió de Estados Unidos para garantizar su superioridad militar en caso de emergencia. La consiguiente dependencia estratégica no solo afecta a los sistemas de armas, sino que también se extiende a cadenas de suministro críticas. China es el principal proveedor de los fabricantes europeos en la producción de nitrocelulosa, un componente clave para la pólvora propulsora. Esta dependencia del aliado más importante de Rusia revela la vulnerabilidad geopolítica de las estructuras de defensa europeas.
Un mosaico en lugar de una fortaleza: la fragmentación del panorama armamentístico europeo
La industria de defensa europea está dominada por un puñado de grandes corporaciones, cuyos ingresos, sin embargo, están muy por debajo de los de sus competidores estadounidenses y, cada vez más, chinos. La empresa británica BAE Systems lidera el sector con ingresos de defensa de 27.400 millones de dólares en 2022. Le siguen la italiana Leonardo, con 14.500 millones de dólares, y Airbus Defence and Space, con 11.200 millones de dólares. Rheinmetall, la mayor empresa de defensa de Alemania, alcanzó unos ingresos totales de aproximadamente 10.000 millones de euros en 2024, lo que la sitúa en el puesto 20 entre las empresas de defensa mundiales. En comparación, Lockheed Martin, líder de la industria estadounidense, alcanzó unos ingresos de 64.650 millones de dólares en 2023, casi seis veces más que los de Rheinmetall.
Estas diferencias de tamaño no son casualidad, sino el resultado de problemas estructurales fundamentales. Se estima que Europa utiliza más de 170 sistemas de armas diferentes, mientras que Estados Unidos se las arregla con solo 30. Esta fragmentación impide las economías de escala, aumenta los costos unitarios e inhibe la innovación tecnológica porque los presupuestos de investigación y desarrollo se distribuyen entre demasiados programas paralelos. La empresa franco-alemana KNDS, surgida de la fusión de Krauss-Maffei Wegmann y Nexter, ilustra este dilema a la perfección. A pesar de una fusión formal en 2015, las dos empresas continúan operando en gran medida de forma independiente hasta el día de hoy. El tanque de batalla principal Leopard 2, el buque insignia de KNDS Alemania, requiere componentes clave como el cañón, la tecnología de control de fuego y la munición de la competencia Rheinmetall.
Las políticas nacionales de contratación pública agravan aún más esta fragmentación. Cada Estado miembro de la UE intenta mantener la cartera más amplia posible de sus propias capacidades de producción para preservar su soberanía industrial y de seguridad. El principio de justa compensación, según el cual cada país busca obtener el máximo provecho del presupuesto de la UE, impide la concentración en unos pocos centros de producción altamente eficientes. Estos esfuerzos nacionales en solitario incluso han aumentado en los últimos años, ya que el aumento de los presupuestos militares ha incrementado el incentivo para destinar fondos a empleos locales en lugar de mancomunar recursos.
El EDIP busca desmantelar estas estructuras ofreciendo incentivos financieros para la cooperación transfronteriza. Los proyectos deben involucrar al menos a cuatro Estados miembros de la UE para ser elegibles. El Fondo Europeo de Defensa, con un presupuesto de 8 000 millones de euros para el período 2021-2027, complementa estos esfuerzos. Sin embargo, en comparación con la magnitud de la investigación de defensa estadounidense, que gasta alrededor de 28 000 millones de euros anuales solo en investigación, estas sumas siguen siendo modestas.
El poder de mercado de Estados Unidos se manifiesta no solo en el tamaño y la eficiencia de sus empresas de defensa, sino también en su capacidad para influir en las decisiones de adquisición europeas. Entre 2015 y 2019 y entre 2020 y 2024, las importaciones de armas de los miembros europeos de la OTAN se duplicaron, y la participación estadounidense aumentó del 52 % al 64 %. Para sistemas críticos como la defensa antimisiles, los motores de aeronaves y los drones, Europa a menudo carece de alternativas competitivas. Por ejemplo, Alemania optó por el sistema de defensa antimisiles israelí-estadounidense Arrow 3, con un coste aproximado de 4 000 millones de euros, debido a que los sistemas europeos comparables no estaban disponibles o eran tecnológicamente inferiores.
Entre el gasto récord y las brechas de habilidades: la dimensión cuantitativa del punto de inflexión
El gasto en defensa de los 27 Estados miembros de la UE alcanzó un récord de 343 000 millones de euros en 2024, lo que representa un aumento del 19 % con respecto al año anterior. La Agencia Europea de Defensa prevé un nuevo aumento, hasta los 381 000 millones de euros, en 2025. Esto superaría por primera vez el objetivo del 2 % de la OTAN, que la mayoría de los países europeos no alcanzaron durante muchos años. Medido como porcentaje del producto interior bruto, el gasto en 2024 correspondió aproximadamente al 1,9 % y se espera que aumente al 2,1 % en 2025.
Sin embargo, estos aumentos enmascaran déficits estructurales. El nuevo objetivo de la OTAN, adoptado en la cumbre de La Haya en junio de 2025, estipula que todos los Estados miembros deberán destinar un total del 5 % de su PIB a defensa para 2035: un 3,5 % al gasto de defensa tradicional y un 1,5 % adicional a infraestructura relacionada con la defensa. Para Alemania, esto significaría aumentar el gasto anual en defensa de los aproximadamente 90 000 millones de euros actuales a más de 200 000 millones. Según las estimaciones, toda la UE tendría que gastar más de 630 000 millones de euros anuales.
Estas cifras ilustran el alcance de la inminente transformación económica. La inversión en defensa de la UE ya alcanzó el 31 % en 2024, muy por encima del 20 % de referencia de la OTAN. Para 2025, se espera que la inversión ascienda a 130 000 millones de euros, o el 34 %. Estas inversiones se destinarán principalmente a la adquisición de equipos y a la investigación y el desarrollo.
La capacidad de producción de la industria armamentística europea crece a un ritmo histórico. Según un análisis de datos satelitales realizado por el Financial Times, las fábricas de armas europeas se han expandido tres veces más rápido que en tiempos de paz desde 2022 y ahora ocupan más de siete millones de metros cuadrados de nuevo espacio industrial. Rheinmetall, por ejemplo, planea aumentar la producción de proyectiles de artillería a 700.000 unidades anuales, distribuidas en plantas de producción en Alemania, España, Sudáfrica y Australia. Se construyó una nueva planta de municiones en Unterlüß, Baja Sajonia, y se inauguró una planta de producción en Dinamarca con presencia gubernamental.
A pesar de esta expansión, persisten deficiencias críticas. Europa contaba con 1627 carros de combate principales en 2023, pero necesitaba entre 2359 y 2920, según el escenario. Los sistemas de defensa aérea como el Patriot y el SAMP/T solo contaban con 35 unidades disponibles en 2024, mientras que se requerían 89. La OTAN exige una expansión masiva de la defensa aérea terrestre, de las 293 unidades actuales a 1467. Estas deficiencias de capacidad no pueden subsanarse a corto plazo, ya que desarrollar la capacidad de producción lleva años y requiere mano de obra altamente cualificada y una planificación de seguridad a largo plazo.
Hub para seguridad y defensa: asesoramiento e información
El Hub para la Seguridad y la Defensa ofrece asesoramiento bien fundado e información actual para apoyar efectivamente a las empresas y organizaciones para fortalecer su papel en la política europea de seguridad y defensa. En estrecha conexión con el grupo de trabajo de las PYME Connect, promueve pequeñas y medianas empresas (PYME) en particular que desean ampliar aún más su innovadora fuerza y competitividad en el campo de la defensa. Como punto de contacto central, el Hub crea un puente decisivo entre las PYME y la estrategia de defensa europea.
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Cómo la guerra en Ucrania está acelerando la innovación armamentística en Europa
La guerra como motor de innovación: Ucrania como campo de pruebas y aliado estratégico
Un avance notable en el sector de defensa europeo es la creciente integración de la industria de defensa ucraniana. Desde el ataque ruso de 2022, Ucrania ha multiplicado por 35 su producción de defensa. El valor de la producción se multiplicó por diez entre 2021 y 2024, superando los 10 000 millones de euros, y podría triplicarse en 2025. El número de fabricantes de drones aumentó de siete a más de 500 empresas, con una producción anual de más de cuatro millones de unidades. El número de empresas de guerra electrónica aumentó de 10 a más de 300.
La iniciativa BraveTech-UE, anunciada en la Conferencia de Recuperación de Ucrania celebrada en Roma en julio de 2025, institucionaliza esta cooperación. Con un volumen total de 100 millones de euros, financiado conjuntamente por la UE y Ucrania, el programa conecta la plataforma ucraniana BRAVE1 con instrumentos de la UE como el Fondo Europeo de Defensa. La plataforma BRAVE1 ha registrado más de 3500 desarrollos, codificado más de 260 según los estándares de la OTAN y otorgado subvenciones por valor de 1300 millones de grivnas.
Para las empresas europeas, Ucrania ofrece una ventaja única: la oportunidad de probar tecnologías en condiciones reales de combate. Empresas alemanas como Diehl Defence están probando sus sistemas robóticos mediante BRAVE1 en el centro de entrenamiento de la 3.ª Brigada de Asalto. Estas pruebas proporcionan información que no se puede obtener en ningún laboratorio o simulador y aceleran significativamente los ciclos de desarrollo. El gobierno ucraniano planea inversiones récord de 16 000 millones de euros en la producción y adquisición de armas para 2025, lo que equivale aproximadamente al 38 % del presupuesto estatal y a 20 veces el gasto de antes de la guerra.
Sin embargo, la capacidad ucraniana solo se utiliza en torno al 40 %, debido principalmente a la protección insuficiente de las instalaciones de producción y a la falta de financiación. Las empresas de defensa ucranianas presionan para obtener derechos de exportación, ya que pueden producir más de lo que el país consume. Los líderes de la industria argumentan que las exportaciones permitirían la producción en masa necesaria para reducir costos y fortalecer la defensa nacional. Este debate revela una tensión fundamental entre las necesidades a corto plazo en tiempos de guerra y las estructuras industriales a largo plazo.
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El alto precio de la seguridad: riesgos económicos y agitación política
El masivo desarrollo militar de Europa plantea importantes riesgos económicos, sociales y geopolíticos. Desde el punto de vista fiscal, el objetivo del 5% de la OTAN requeriría una drástica reasignación de recursos públicos. Para Alemania, esto requeriría un gasto adicional de más de 100 000 millones de euros anuales, equivalente a más del 40 % del presupuesto federal actual. Estos fondos tendrían que obtenerse mediante subidas de impuestos, nuevos préstamos o recortes en otras áreas. Cada una de estas opciones conlleva importantes riesgos políticos y económicos.
La cuestión de la priorización es cada vez más controvertida. Si bien las inversiones en equipos de defensa crean empleo y estimulan la demanda a corto plazo, no generan ganancias de productividad a largo plazo como las inversiones en educación, infraestructura o investigación. El Informe Draghi sobre Competitividad Europea, presentado en septiembre de 2024, enfatiza la necesidad de inversiones masivas en innovación, descarbonización y el desarrollo de una industria de defensa independiente. Sin embargo, perseguir todos estos objetivos simultáneamente requiere inversiones a una escala nunca vista en Europa desde el Plan Marshall.
Otro riesgo estructural reside en la dependencia tecnológica. La industria de defensa europea depende de suministros en áreas críticas sujetas a riesgos geopolíticos. Taiwán produce más del 90 % de los semiconductores más avanzados del mundo. Estos chips son esenciales para los sistemas de armas modernos, desde misiles guiados hasta drones y sistemas de comunicación. Una escalada militar en el conflicto de Taiwán afectaría drásticamente a la industria de defensa europea y podría provocar pérdidas estimadas en 500 000 millones de dólares. Si bien Europa invierte en el desarrollo de su propia capacidad de semiconductores, su dependencia de Taiwán se mantendrá en el futuro previsible.
La política de exportación de armas sigue siendo un foco de controversias éticas y de seguridad. Las exportaciones de armas alemanas a Arabia Saudí, país con un papel controvertido en la guerra de Yemen, han sido criticadas repetidamente y restringidas temporalmente. Se están llevando a cabo debates similares respecto a las entregas a Turquía. El equilibrio entre los intereses económicos de la industria armamentística, las consideraciones de seguridad y las normas de derechos humanos sigue siendo precario. El EDIP agrava este dilema, ya que pretende, por un lado, fortalecer la capacidad de producción europea, pero, por otro, podría facilitar las exportaciones a terceros países.
La consolidación de la industria armamentística europea avanza con lentitud y está plagada de conflictos. Si bien Rheinmetall y Leonardo han establecido una alianza estratégica para el mercado italiano de carros de combate y una empresa conjunta con un volumen superior a los 20 000 millones de euros, los intereses nacionales siguen predominando. El proyecto franco-alemán del Sistema Principal de Combate Terrestre (MACS), el carro de combate del futuro, se ve obstaculizado por disputas de jurisdicción y consideraciones nacionales. Su introducción, prevista inicialmente para 2035, se ha pospuesto para más allá de 2040. En un momento en que la velocidad se está convirtiendo cada vez más en el factor decisivo para el éxito en la carrera armamentística, esta parálisis pone en peligro la capacidad estratégica de Europa para actuar.
Entre la autonomía estratégica y el fracaso: tres escenarios de futuro
El futuro de la industria de defensa europea estará determinado por diversos factores, cuya interacción genera considerable incertidumbre. En el escenario optimista, Europa logrará superar la fragmentación y alcanzar economías de escala mediante la coordinación de adquisiciones y producción. Las inversiones en investigación y desarrollo cerrarían brechas tecnológicas, en particular en defensa aérea, municiones de precisión y sistemas autónomos. La cooperación con Ucrania integraría innovaciones de eficacia probada en combate en las líneas de producción europeas. En este escenario, Europa se abastecería del 60 % de su equipo de defensa previsto con producción propia para 2035, lo que reforzaría sustancialmente su autonomía estratégica.
El escenario moderado, más probable, prevé una mejora gradual, pero sin un cambio estructural fundamental. Las tradiciones nacionales de adquisición siguen siendo dominantes, y el presupuesto del EDIP es insuficiente para financiar proyectos verdaderamente transformadores. Europa reduciría, pero no eliminaría, su dependencia de Estados Unidos. La capacidad de producción crecería, pero a un ritmo menor que la demanda. Los avances tecnológicos se mantendrían aislados, mientras que las ineficiencias estructurales persistirían. En este escenario, Europa seguiría importando entre el 40 % y el 50 % de sus sistemas de armas y solo sería competitiva a nivel mundial en áreas específicas.
El escenario pesimista presupone que la carga fiscal provocará agitación política. La necesidad simultánea de invertir en protección climática, infraestructura digital y estados de bienestar desbordará los presupuestos públicos. Los movimientos populistas están ganando apoyo al presentar el gasto en defensa como un despilfarro de fondos públicos. La integración europea se ve sometida a presión y el unilateralismo nacional aumenta. En este escenario, el EDIP fracasaría, la fragmentación se intensificaría y Europa perdería aún más su capacidad estratégica de acción.
Las tecnologías disruptivas podrían transformar por completo la planificación de la defensa europea. La inteligencia artificial, los sistemas de armas autónomos, los misiles hipersónicos y las armas espaciales ya están definiendo nuevas dimensiones de superioridad militar. China y Estados Unidos están invirtiendo fuertemente en estas áreas, mientras que Europa se muestra reticente debido a preocupaciones regulatorias y debates éticos. Si Europa se queda atrás en estas tecnologías clave, las inversiones masivas en sistemas de armas convencionales podrían resultar una mala inversión estratégica.
Las crisis geopolíticas siguen siendo el mayor riesgo. Una escalada militar en el conflicto de Taiwán interrumpiría las cadenas de suministro globales y privaría a Europa de importaciones de tecnología crucial. Una retirada estadounidense de la OTAN, que parece concebible en ciertas circunstancias políticas, obligaría a Europa a fortalecer sus capacidades de defensa drásticamente más rápido de lo previsto. Por el contrario, una desescalada de la guerra en Ucrania podría reducir la presión política para el rearme y provocar nuevos recortes antes de que se resuelvan los problemas estructurales.
Catalizador o política simbólica: Una evaluación final del cambio de rumbo en la defensa
El Programa Europeo de la Industria de Defensa marca un punto de inflexión histórico. Por primera vez en décadas, Europa reconoce la necesidad de una inversión sustancial en su industria de defensa y se compromete a superar la fragmentación nacional. Sin embargo, con 1.500 millones de euros, el presupuesto del EDIP dista mucho de lo que se necesitaría para un verdadero cambio estructural. En comparación, el fondo especial alemán de 100.000 millones de euros supera en 66 veces el presupuesto total del EDIP.
La pregunta estratégica clave es si Europa está preparada para asumir los costes económicos y políticos necesarios. Alcanzar el objetivo del 5 % le costaría a Europa más de 630 000 millones de euros anuales, más del doble del gasto actual. Es necesario movilizar estos recursos, a la vez que se requieren inversiones masivas en descarbonización, transformación digital y sistemas de seguridad social. La cuestión no es si Europa puede recaudar estos recursos, sino si está políticamente dispuesta a gestionar los conflictos distributivos asociados.
Se abren importantes oportunidades de crecimiento para las empresas, especialmente en el sector tecnológico. Las tecnologías de doble uso, que pueden implementarse tanto con fines civiles como militares, se están convirtiendo en el foco de las políticas de financiación. Gracias a instrumentos como el EUDIS, las pymes y startups acceden a financiación y mercados que antes les eran inaccesibles. La iniciativa BraveTech de la UE ofrece oportunidades adicionales de cooperación con tecnología de defensa ucraniana de eficacia probada. Las empresas que se adentren en estos mercados con antelación podrán obtener ventajas competitivas a largo plazo.
Para los responsables políticos, la transición de defensa exige una recalibración de las prioridades fiscales, industriales y de política exterior. El freno a la deuda, considerado durante mucho tiempo innegociable en Alemania, está sujeto a debate. La integración europea debe demostrar su eficacia en la política de defensa, un ámbito que tradicionalmente simboliza la soberanía nacional. Es necesario reajustar el equilibrio entre la lealtad a la alianza con Estados Unidos y la autonomía estratégica de Europa.
Para los inversores, la transición del sector de defensa supone un cambio fundamental en los flujos de capital. Las acciones de defensa como Rheinmetall se han multiplicado desde 2022. La cartera de pedidos de las empresas europeas de defensa se encuentra en niveles récord. KNDS, con una cartera de pedidos de 23.500 millones de euros, planea una salida a bolsa que busca convertir a la compañía en un referente europeo. Sin embargo, este desarrollo también conlleva riesgos. Las acciones de defensa son volátiles y sensibles a los acontecimientos geopolíticos y a los cambios de gobierno. Las controversias éticas en torno a las exportaciones de armas podrían llevar a un endurecimiento de las regulaciones.
La importancia a largo plazo del EDIP se medirá por su capacidad para superar las debilidades estructurales de la industria de defensa europea. La fragmentación en más de 170 sistemas de armas, la falta de consolidación, la dependencia de importaciones críticas y la insuficiente inversión en investigación son problemas acumulados durante décadas. No pueden resolverse con un presupuesto de 1.500 millones de euros y un horizonte temporal de tres años. En el mejor de los casos, el EDIP puede ser un catalizador que impulse reformas de mayor alcance. Si no lo logra, pasará a la historia como una costosa política simbólica, otra oportunidad perdida para un continente que reconoció los signos de los tiempos pero no actuó a tiempo.
El análisis económico muestra que la transición de defensa de Europa está retrasada, carece de financiación suficiente y conlleva riesgos considerables. Su éxito determinará no solo la capacidad militar del continente, sino también su competitividad económica, su coherencia política y su papel en un orden mundial cada vez más multipolar. Los próximos años demostrarán si Europa tiene la voluntad y los medios para implementar esta transformación. La alternativa sería una progresiva marginación estratégica en un mundo donde la fuerza militar se ha convertido de nuevo en la moneda del poder geopolítico.
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