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El polvorín caribeño: ¿Es inminente una invasión estadounidense? El fin de la paciencia: Por qué China se retira de Venezuela e Irán llena el vacío.

El polvorín caribeño: ¿Es inminente una invasión estadounidense? El fin de la paciencia: Por qué China se retira de Venezuela e Irán llena el vacío.

Polvorín caribeño: ¿Es inminente una invasión estadounidense? Se acabó la paciencia: Por qué China se retira de Venezuela e Irán llena el vacío – Imagen: Xpert.Digital

Si el mapa de las drogas es solo un pretexto: una mirada detrás de las narrativas oficiales

La guerra en la sombra en el Caribe: entre las amenazas militares y la lucha por el orden mundial

El Caribe se ha convertido una vez más en escenario de una demostración de fuerza geopolítica como la región no ha visto en décadas. Con el despliegue del USS Gerald R. Ford, el portaaviones más moderno del mundo, y una enorme fuerza naval frente a las costas de Venezuela, Estados Unidos, bajo la administración Trump, está enviando una señal inequívoca. Oficialmente, Washington declara que esta acumulación de tropas es un golpe necesario contra los "narcoterroristas" y el narcotráfico internacional. Pero cualquiera que mire más allá de los pronunciamientos oficiales reconocerá una partida de ajedrez mucho más compleja, que implica mucho más que la simple incautación de cocaína.

El verdadero motor de esta escalada reside en una realineación fundamental de las esferas de influencia. Se trata del resurgimiento de la Doctrina Monroe, de forma más agresiva, ya conocida internamente como la "Doctrina Donroe". El objetivo es defender sin concesiones la hegemonía estadounidense en el hemisferio occidental frente a la creciente presencia de potencias externas como China, Rusia e Irán. Al mismo tiempo, las inmensas pero inexplotadas reservas petroleras de Venezuela —las mayores del mundo— vuelven a ser el foco de los intereses estratégicos estadounidenses, con el objetivo de dominar los mercados energéticos mundiales a largo plazo.

El siguiente artículo analiza los profundos antecedentes de este conflicto. Arroja luz sobre el trágico colapso económico de Venezuela, que pasó de ser el país más rico de Sudamérica a un "Estado fallido", el debilitamiento de la alianza con China, el peligroso acercamiento militar a Irán y la discrepancia entre la narrativa del narcotráfico y los verdaderos motivos geopolíticos de Washington. Nos encontramos en una encrucijada donde se decidirá si Venezuela sigue siendo un paria aislado o se convierte en la chispa de una nueva estrategia imperialista de Estados Unidos.

Venezuela en el foco geopolítico: Los verdaderos motivos detrás del despliegue militar estadounidense

La confrontación actual entre Estados Unidos y Venezuela se caracteriza por una compleja interacción de motivos que van mucho más allá de los objetivos de la lucha contra el narcotráfico anunciados oficialmente por la administración Trump. Con el despliegue del portaaviones más poderoso del mundo, el USS Gerald R. Ford, y una serie de otros buques de guerra, Washington ha establecido una presencia militar en el Caribe sin precedentes desde la Operación Defender la Democracia en Haití en 1994. Esta escalada se justifica como una lucha contra el narcotráfico, pero las realidades económicas y geopolíticas cuentan una historia diferente.

La promoción de una nueva Doctrina Monroe, conocida internamente como la Doctrina Donroe, deja claro que la administración Trump busca restaurar una esfera de influencia exclusiva de Estados Unidos en Latinoamérica. Esta estrategia no se dirige únicamente a Venezuela, sino a un reajuste integral de las relaciones de poder regionales, en el que Estados Unidos busca afirmar su dominio histórico frente a competidores en ascenso, sobre todo China y Rusia.

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La producción petrolera desaparecida: de petroestado a estado fallido

Para comprender adecuadamente la situación actual de Venezuela, es fundamental considerar la drástica desindustrialización del país. Venezuela posee las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, estimadas en 303 mil millones de barriles. Estas reservas consisten principalmente en crudo pesado, que solo puede extraerse y refinarse mediante tecnologías especializadas. Un país que fue uno de los más ricos de Latinoamérica hasta la década de 1990 se ha transformado en un estado fallido en tan solo dos décadas.

La producción de petróleo, que alcanzó un máximo histórico de aproximadamente 3.453.000 barriles diarios en 1997, se ha reducido a tan solo 1.132.000 barriles diarios para octubre de 2025. Esto representa una disminución de aproximadamente dos tercios. En 2013, cuando Nicolás Maduro asumió el poder tras la muerte de Hugo Chávez, la producción aún se situaba en 2,5 millones de barriles diarios. Las razones de este colapso no residen en la disponibilidad de recursos, sino en una serie fundamental de descensos relacionados con la gobernanza estatal, la mala gestión sistemática y las crisis exacerbadas por las sanciones externas.

Los orígenes de este declive se remontan a 2002, cuando el entonces presidente Hugo Chávez, en respuesta a una huelga, despidió a aproximadamente 19.000 especialistas y técnicos de la empresa petrolera estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA). Fueron reemplazados por personal leal que carecía de la experiencia necesaria para los complejos procesos de producción y refinación de petróleo. Este sabotaje de personal a la industria petrolera marcó el inicio de una larga espiral descendente. Los ingresos generados por la venta de petróleo no se reinvirtieron para modernizar la infraestructura técnica, sino que se destinaron a programas sociales y proyectos prestigiosos que ofrecieron un alto perfil político a corto plazo, pero no lograron sentar las bases para el desarrollo económico sostenible.

Con el desplome de los precios del petróleo entre 2014 y 2016, la principal fuente de ingresos del Estado se desplomó sistemáticamente. Venezuela ya no contaba con las reservas de divisas necesarias para asegurar las importaciones. La escasez empeoró drásticamente. Los alimentos, los medicamentos y los artículos de primera necesidad escasearon. Los cortes de electricidad se volvieron habituales. Simultáneamente, a partir de 2015 y con una intensificación a partir de 2019, durante el primer mandato de Donald Trump, Estados Unidos impuso sanciones al sector petrolero, a particulares y a empresas. Estas sanciones cortaron la financiación para repuestos esenciales y mejoras técnicas, lo que agravó significativamente la espiral descendente.

Un aspecto particularmente destacable es la dependencia a largo plazo que Maduro ha desarrollado de los socios externos. El producto interno bruto de Venezuela se ha desplomado de aproximadamente 372.600 millones de dólares en 2012 a un estimado de 97.100 millones de dólares en 2023. Esto significa que el ingreso real per cápita ha disminuido en más del 70 %. La tasa de pobreza ha aumentado hasta cerca del 96 % de la población, mientras que la hiperinflación, que alcanzó brevemente el 130.000 % en 2018, ha disminuido en los últimos años, pero se mantuvo en torno al 49 % en 2024 y se proyecta que alcance el 71,65 % en 2025.

China como fuerza silenciosa: de la inversión a la retirada estratégica

El papel de China en Venezuela es uno de los aspectos económicos más fascinantes de esta crisis. China se ha convertido en el mayor acreedor y principal comprador de crudo de Venezuela. En el auge de la cooperación chino-venezolana, Pekín vinculó inversiones estratégicas en infraestructura con acuerdos de compra de materias primas. China National Petroleum Corp. (CNPC), una importante empresa estatal, se convirtió en inversor directo en proyectos petroleros venezolanos. China Aerospace Science and Industry Corp. (CASIC) también participa indirectamente en el comercio de petróleo a través de un canal de aranceles verdes con China.

La deuda nacional de Venezuela con China es considerable. En 2020, el gobierno de Maduro y los bancos chinos acordaron un período de gracia para deudas que ascendían a aproximadamente 19 000 millones de dólares. Estos acuerdos formaron parte de una alianza estratégica integral, que Xi Jinping describió como una "alianza para todo tipo de clima". China ofreció no solo líneas de crédito, sino también asistencia técnica para refinar el crudo pesado venezolano.

Pero esta generosidad china tiene sus límites. Con el endurecimiento de las sanciones y la drástica caída de la producción petrolera, China ha reducido gradualmente sus inversiones. Pekín suspendió el envío de equipo militar a Venezuela en 2023, según documentó el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo. El país continúa importando petróleo venezolano, pero a través de intermediarios que declaran su origen malasio para eludir las sanciones estadounidenses. En septiembre de 2025, China manifestó su apoyo a Venezuela, pero este se limita a solidaridad verbal y acuerdos comerciales para unas 400 categorías de productos, sin asistencia militar ni financiera sustancial.

La moderación de China está estratégicamente calculada. China ha reconocido que una confrontación militar con Estados Unidos por Venezuela sería desproporcionadamente costosa y que Pekín se encuentra geográficamente demasiado lejos para brindar asistencia militar efectiva. En cambio, China recurre al poder económico blando. Esto es una señal de los límites globales de su poder: a pesar de su fortaleza económica, China no puede contrarrestar la superioridad militar estadounidense en su esfera de influencia tradicional. El hecho de que la posición acreedora de China en Venezuela se esté debilitando y que Pekín no haya logrado un acuerdo sobre una nueva moratoria integral de la deuda demuestra que China también se está retirando gradualmente de Venezuela en términos económicos.

La influencia de Irán y Rusia: presencia militar en lugar de capital

Mientras China se retira cada vez más de la acción militar, Irán y Rusia han forjado una alianza militar con Venezuela. En 2022, Venezuela firmó un acuerdo de asociación militar de veinte años con Irán. Este acuerdo incluye la transferencia de drones, tecnología de misiles y entrenamiento operativo. Los drones de combate Shahed-131 se ensamblan y fabrican en la Base Aérea El Libertador en Maracay bajo supervisión directa iraní. Estos drones son los mismos modelos utilizados por Rusia en Ucrania y por Irán en los ataques contra Israel.

La Armada venezolana también ha recibido misiles antibuque iraníes CM-90 y lanchas lanzamisiles clase Zolfaghar. Bajo la dirección iraní, las redes de Hezbolá colaboran con la inteligencia venezolana para coordinar el apoyo logístico, el reclutamiento paramilitar y la evasión de sanciones. Esto demuestra que, a pesar de sus propias debilidades económicas, Irán está interesado en Venezuela como base operativa para proyectar su poder a pocas horas de Estados Unidos continental.

Rusia desempeña un papel similar, ofreciendo experiencia técnica y apoyo intelectual. Algunos políticos rusos han especulado públicamente sobre el despliegue de armas nucleares en Venezuela. Sin embargo, la capacidad de Rusia para brindar apoyo material a Venezuela se ve considerablemente limitada por la guerra en Ucrania. Si bien tanto Moscú como Pekín planean construir una base militar en la costa venezolana, se trata de proyectos estratégicos a largo plazo, más que respuestas inmediatas a la crisis actual.

En general, esto significa que Venezuela está jugando una especie de juego de alianzas entre potencias rivales, con el equilibrio de poder drásticamente sesgado a favor de Estados Unidos. Irán aporta capacidad militar, China ofrece apoyo económico (en menor medida) y Rusia lo respalda mediante su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero ninguna de estas potencias puede contrarrestar la superioridad militar inmediata de Estados Unidos en el Caribe.

 

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Doctrina Monroe 2.0: El plan de Trump para reconquistar América Latina y los yacimientos petroleros de Venezuela

Tráfico de drogas: un síntoma, no una causa

La administración Trump justifica su presencia militar y sus agresivas operaciones contra supuestos barcos narcotraficantes como parte de la lucha contra el tráfico de cocaína. Esta es una justificación creíble desde una perspectiva política nacional, ya que la lucha contra las drogas goza de amplio apoyo político en Estados Unidos. Sin embargo, es importante evaluar de forma realista el papel objetivo de Venezuela en el narcotráfico mundial.

Venezuela no produce cocaína a gran escala. El país tampoco cultiva coca de forma significativa. Más bien, el flujo de cocaína a través de Venezuela consiste en cocaína colombiana que se transporta a través de la frontera terrestre hacia Venezuela y luego se exporta a través de su extensa costa caribeña. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), el principal flujo de cocaína hacia Estados Unidos en 2023 y 2024 se produjo principalmente por las rutas del Pacífico a través de los cárteles mexicanos, no a través de Venezuela.

Sin embargo, Venezuela e Irán han desempeñado un papel más importante en la facilitación del tráfico de cocaína hacia Europa. La cadena europea de suministro de cocaína ha crecido enormemente en los últimos años, y África Occidental se ha convertido en un corredor de tránsito crucial. Los actores venezolanos e iraníes desempeñan un papel importante en este contexto. El papel del cártel del Tren de Aragua, documentado por Insight Crime, es relevante: esta organización criminal, originada en un sindicato de trabajadores ferroviarios, se ha expandido internacionalmente y es responsable de una amplia gama de actividades delictivas, no solo narcotráfico, sino también trata de personas, extorsión y prostitución.

La inteligencia estadounidense informa que al menos 76 personas han muerto en 19 ataques contra embarcaciones sospechosas de narcotráfico desde septiembre de 2025. Sin embargo, aún no se ha presentado ninguna prueba de que las embarcaciones atacadas transportaran drogas. Esto es destacable, ya que sugiere que la narrativa antidrogas se utiliza en parte para justificar operaciones cuyo objetivo principal no es el control de drogas.

El presidente colombiano, Gustavo Petro, ha señalado que su país está yendo demasiado lejos y ha suspendido el intercambio de información de inteligencia con Washington. Esto también refleja las voces críticas en Latinoamérica que reconocen que las operaciones estadounidenses van más allá del control de drogas.

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El petróleo como recurso estratégico: la verdadera historia

La verdad fundamental tras la confrontación es geopolítica y económica. Venezuela controla las mayores reservas de petróleo del mundo, con aproximadamente 303.000 millones de barriles. Solo Arabia Saudita posee cantidades comparables, y Estados Unidos tiene reservas de petróleo de tan solo 45.000 millones de barriles, aproximadamente el 15 % de las de Venezuela. La mayor parte del petróleo venezolano se encuentra en forma de fueloil pesado, especialmente adecuado para las refinerías de la costa estadounidense del Golfo de México.

Tras el fraude electoral de Maduro en julio de 2024, el presidente venezolano, a través de un intermediario, ofreció a Trump abrir todos los proyectos petroleros y auríferos, actuales y futuros, a empresas estadounidenses en condiciones favorables. Este punto es destacable: Maduro, evidentemente, reconoció la fragilidad de su posición e intentó apaciguar a Trump con concesiones económicas. Al mismo tiempo, las exportaciones petroleras venezolanas se redirigirían de China a Estados Unidos, y el número de contratos venezolanos con empresas chinas, iraníes y rusas se reduciría significativamente.

Trump rechazó estas ofertas y, en su lugar, endureció las sanciones. En marzo de 2025, Trump revocó la licencia de la petrolera estadounidense Chevron para extraer petróleo en Venezuela y anunció sanciones secundarias para los países que compren petróleo venezolano. Esta fue una medida drástica, ya que Chevron tiene cuatro empresas conjuntas con la empresa estatal venezolana PDVSA y es responsable de aproximadamente una cuarta parte de la producción petrolera actual de Venezuela.

Sin embargo, en un sorprendente cambio de actitud, Trump otorgó posteriormente a Chevron una licencia especial en 2025, inicialmente solo para trabajos de mantenimiento, y posteriormente como un permiso de operación ampliado. En octubre de 2025, Chevron recibió nuevamente autorización para producir petróleo. Los analistas ven un doble propósito en esta estrategia: por un lado, busca evitar que China aumente su control sobre los recursos petroleros venezolanos; por otro, indica que la cooperación económica es posible incluso bajo la presión continua del régimen.

La lógica estratégica es transparente: un cambio de régimen en Venezuela permitiría a Estados Unidos aumentar drásticamente la producción petrolera. Tras el alza de precios a corto plazo que causaría una intervención militar, un régimen proestadounidense estable, respaldado por la inversión estadounidense, conduciría a una expansión significativa de la oferta petrolera mundial. Esto, a largo plazo, presionaría a la baja los precios del petróleo y, por lo tanto, reduciría la dependencia energética mundial de países de la OPEP como Irán y Arabia Saudita.

La Doctrina Monroe como rechazo imperial

La nueva estrategia de seguridad de Trump articula claramente la intención de Estados Unidos de reinstaurar la Doctrina Monroe, una doctrina de 200 años de antigüedad que rige el dominio estadounidense en el hemisferio occidental. Originada en 1823, esta doctrina fue inicialmente una estrategia defensiva para proteger a los nuevos estados latinoamericanos independientes de los intentos de recolonización europeos. Sin embargo, a lo largo del siglo XX, se utilizó indebidamente para justificar intervenciones estadounidenses en Latinoamérica, como en Cuba, Haití, Nicaragua y la República Dominicana.

Bajo el gobierno de Trump, la Doctrina Monroe se utilizó explícitamente como estrategia para excluir a China y Rusia del hemisferio occidental. El documento estratégico establece textualmente: «Negaremos a los competidores no continentales la capacidad de desplegar fuerzas militares u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente importantes en nuestro hemisferio».

Esta es una estrategia explícitamente imperial. No solo afecta a Venezuela, sino que se dirige contra todos los Estados de Latinoamérica que no pueden quedar bajo el control exclusivo de Estados Unidos. El modelo de Trump para una dominación regional exitosa es la cooperación con líderes de derecha proestadounidenses como Nayib Bukele en El Salvador o Javier Milei en Argentina. Washington tolera el estilo autoritario de gobierno de Bukele siempre que se presente como un aliado contra la oposición de izquierda. Milei recibió un apoyo masivo de Washington en forma de préstamos de 40 000 millones de dólares y fue recompensado con amplios acuerdos comerciales.

La estrategia también incluye la interferencia activa en las campañas electorales de otros países. Trump ha advertido explícitamente que ajustará el apoyo a la campaña en función del resultado electoral. La administración Trump también ha amenazado con recortar la financiación si los presidentes no siguen sus políticas. Esto supone una inversión de la lógica del orden multilateral y una recaída en el clásico clientelismo de las grandes potencias.

El régimen político y la legitimidad interna

Nicolás Maduro controla Venezuela mediante métodos autoritarios. Las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 fueron manipuladas masivamente. Los comicios arrojaron una aparente victoria del candidato opositor Edmundo González. Según la líder opositora María Corina Machado, más del 80 % de los informes electorales indicaban la victoria de González. Sin embargo, el gobierno de Maduro se niega a publicar los resultados completos de las elecciones y, en su lugar, declara a Maduro como ganador. La respuesta del régimen al movimiento de protesta fue una brutal represión con el apoyo de unidades paramilitares cubanas.

Por lo tanto, la crisis de legitimidad de Maduro es grave y grave. El régimen cuenta con el apoyo interno únicamente del ejército y el aparato de seguridad. Una amplia mayoría de la población se opone al gobierno, pero ha sido silenciada mediante la represión. Esta es una de las razones por las que Trump reconoció que una operación militar contra Venezuela no encontraría una resistencia regional masiva. El régimen está aislado regionalmente y deslegitimado internamente.

Al mismo tiempo, una invasión estadounidense de Venezuela sería costosa y plantearía importantes problemas de derecho internacional. Una invasión unilateral daría a países como Brasil y otros estados sudamericanos la excusa de que ellos tampoco están a salvo de la intervención estadounidense. Esto podría provocar una desestabilización regional, lo que también perjudicaría los intereses estadounidenses.

La lógica de los precios del petróleo y los mercados energéticos mundiales

El estado de los mercados petroleros mundiales también es relevante para la situación actual. El crudo Brent se cotizaba a aproximadamente 71,83 dólares por barril en diciembre de 2025. Esta cifra no es especialmente alta en comparación con los estándares históricos. La situación del mercado se caracteriza por un exceso de oferta. La OPEP+ mantiene un exceso de capacidad significativo, de aproximadamente 6,5 millones de barriles diarios. Estados Unidos ha incrementado considerablemente su propia producción de petróleo, especialmente durante la administración Trump.

Un conflicto militar con Venezuela elevaría los precios del petróleo a corto plazo, ya que se añadiría una prima de riesgo. Sin embargo, a mediano plazo, una intervención estadounidense exitosa que desestabilizara el régimen de Maduro provocaría una expansión masiva de la oferta mundial de petróleo si el nuevo gobierno proestadounidense aumenta la producción con la ayuda de la inversión estadounidense. Esto, a su vez, volvería a presionar los precios a la baja.

Desde esta perspectiva, las reservas petroleras de Venezuela son un recurso crucial para que la administración Trump consolide su dominio energético global. Un gobierno proestadounidense en Venezuela reduciría la dependencia energética de otros países respecto a Arabia Saudita e Irán, debilitando así su dominio geopolítico.

La anatomía de un escenario de intervención

Por lo tanto, el enfrentamiento actual entre Estados Unidos y Venezuela no es principalmente una lucha contra el narcotráfico, sino un escenario clásico de intervención basado en tres pilares económicos y geopolíticos. Primero, asegurar los recursos petroleros, fundamentales para el poder económico y militar global. Segundo, expulsar la influencia china y rusa del hemisferio occidental restaurando el dominio exclusivo de Estados Unidos. Tercero, debilitar la influencia geopolítica iraní sancionando a sus actores, como Venezuela.

La actual administración Trump utiliza la lucha contra las drogas como pretexto legítimo para operaciones militares cuyo objetivo principal es forzar un cambio de régimen. Sin embargo, los costos de una invasión son considerables, tanto económicos como geopolíticos. El régimen de Maduro es económicamente débil, pero militarmente bien equipado con armas iraníes y rusas. Una invasión directa provocaría resistencia regional y violaría el derecho internacional.

En cambio, Trump se basa en una presión gradual mediante sanciones, bloqueos y amenazas militares. El escenario podría escalar, pero no tiene por qué hacerlo. Maduro podría verse obligado a hacer concesiones internas o incluso a renunciar. La nueva estrategia de seguridad deja claro que Washington está decidido a aplicar la Doctrina Monroe en las nuevas circunstancias. Esto tiene implicaciones mucho más allá de Venezuela y señala el regreso a las estrategias imperialistas clásicas tras un período de orden internacional comparativamente más liberal.

 

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