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Las computadoras y los robots ya están aquí, pero ¿dónde está el desempleo masivo? Una evaluación tras una década de automatización.

Las computadoras y los robots ya están aquí, pero ¿dónde está el desempleo masivo? Una evaluación tras una década de automatización.

Las computadoras y los robots ya están aquí, pero ¿dónde está el desempleo masivo? Una evaluación tras una década de automatización – Imagen: Xpert.Digital

Por qué el apocalipsis profetizado no ocurrió y por qué aún necesitamos repensar radicalmente las cosas

2016: El año del gran miedo: lo que predijo la revista alemana Spiegel y lo que realmente sucedió

En 2016, Der Spiegel publicó uno de sus números más influyentes con el titular: "¡Están despedidos! Cómo las computadoras y los robots nos están robando el trabajo, y qué profesiones seguirán siendo seguras mañana". El artículo de portada conectó con una sociedad que observaba con creciente inquietud el auge de los sistemas de autoaprendizaje, el big data y las instalaciones de producción en red. Los editores recopilaron pronósticos de expertos en tecnología, economistas y científicos sociales, que pintaron un panorama heterogéneo, pero revelaron una tendencia común: el mercado laboral cambiaría radicalmente, los trabajos rutinarios desaparecerían y la disrupción digital podría provocar una ola de despidos masivos para la que la sociedad no estaba preparada política ni estructuralmente.

La preocupación no era nueva. Un debate similar ya se había apoderado de Alemania Occidental en 1978, cuando la primera ola de informatización arrasó con el trabajo de oficina, la contabilidad y el procesamiento de datos. Estas inquietudes culminaron en campañas de empleo y temores empresariales de que la digitalización pudiera disparar el desempleo. Las advertencias de entonces resultaron exageradas, ya que en lugar de un colapso del empleo, se produjo un ajuste estructural que creó campos profesionales completamente nuevos, antes inimaginables. El paralelismo con 2016 es evidente, ya que gran parte de la opinión pública también predijo una conmoción dramática en aquel entonces. Sin embargo, la realidad que podemos analizar hoy, casi una década después, es mucho más compleja que la simple dicotomía de pérdida y creación de empleo.

Las cifras de los años 2016 a 2024 muestran que la automatización no cuenta una historia lineal de declive. Un estudio exhaustivo del Centro de Investigación Económica Europea (ZEW) en Mannheim concluyó que las tecnologías de automatización fueron responsables de alrededor de 560.000 nuevos empleos solo en Alemania entre 2016 y 2021. Esta cifra puede parecer modesta considerando los 45 millones de empleados sujetos a contribuciones a la seguridad social, pero refuta la tesis de pérdidas masivas de empleos debido a los robots y la inteligencia artificial. El desarrollo varió según los sectores: mientras que el sector de suministro de energía y agua registró un crecimiento del empleo del 3,3 por ciento, y las industrias electrónica y automotriz también se beneficiaron con un crecimiento del 3,2 por ciento, la industria de la construcción perdió alrededor del 4,9 por ciento de sus empleos. Los sectores de educación, salud y social tampoco fueron inmunes a las ganancias de eficiencia relacionadas con la automatización que permitieron reducciones de personal.

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Del ludismo a la revolución de la IA: por qué el miedo a la tecnología es tan antiguo como el progreso mismo

Las advertencias sobre la destrucción de empleos a través de la tecnología no son una invención del siglo XXI. Ya a principios del siglo XX, cuando Henry Ford puso en funcionamiento la primera línea de montaje móvil en su fábrica de Highland Park en 1913, los críticos predijeron la deshumanización del trabajo y la erosión de los oficios cualificados. Ford no solo revolucionó la producción automotriz, sino que también desencadenó un debate social que resuena hasta nuestros días. Los trabajadores se convirtieron en engranajes de una máquina, con sus tareas tan fragmentadas que cualquier artesanía individual parecía obsoleta. El desempleo no aumentó inicialmente, pero la calidad del trabajo cambió fundamentalmente. Esta analogía histórica es instructiva porque muestra que las revoluciones tecnológicas siempre tienen dos caras: una destructiva que reemplaza las viejas estructuras y habilidades, y una constructiva que abre nuevas posibilidades económicas.

Los luditas de la Inglaterra de principios del siglo XIX, que destruyeron los telares mecánicos al ver amenazada su subsistencia artesanal, son el ejemplo arquetípico de una sociedad abrumada por las consecuencias del cambio tecnológico. Sin embargo, ni siquiera este movimiento radical pudo detener la industrialización. En cambio, surgieron nuevos campos de empleo en la industria siderúrgica, el transporte, la construcción y, posteriormente, el sector servicios. La lección es clara: la tecnología nunca reemplaza el trabajo per se, sino que cambia la forma en que se organiza. El temor en torno a 2016 fue, por lo tanto, un eco de patrones históricos que se repiten cada vez que una nueva ola tecnológica trastoca el orden establecido.

Alemania experimentó esta transformación con especial intensidad debido a su estructura industrial. La industria automotriz, pilar fundamental de la economía alemana durante mucho tiempo, realizó importantes inversiones en robótica y sistemas de producción basados ​​en IA. El resultado no fue la pérdida de empleos prevista, sino más bien una transición de la fuerza laboral desde tareas puramente manufactureras hacia actividades de mayor valor en programación, mantenimiento y optimización de procesos. Si bien el número de personas empleadas directamente en la producción disminuyó, el empleo general en las empresas aumentó o se mantuvo estable gracias al surgimiento de nuevas áreas de negocio en el análisis de datos, el desarrollo de sistemas de asistencia al conductor y la atención al cliente digital.

El ludismo se refiere a un movimiento obrero temprano, originado principalmente en Inglaterra a principios del siglo XIX, que se oponía a las consecuencias sociales de la industrialización, en particular al uso de nueva maquinaria en la industria textil, recurriendo en ocasiones a medios violentos. Hoy en día, el término se suele usar de forma más amplia para describir un escepticismo fundamental o militante hacia la tecnología, por ejemplo, en el contexto del llamado neoludismo.

El ludismo histórico surgió aproximadamente entre 1811 y 1814 en regiones inglesas como Nottinghamshire, Yorkshire y Lancashire, donde los trabajadores textiles sufrieron recortes salariales masivos, pérdida de empleos y empobrecimiento debido a la mecanización de las hilanderías y telares. Los llamados luditas destruyeron deliberadamente máquinas y fábricas para protestar por el deterioro de las condiciones de vida y las nuevas relaciones económicas, percibidas como injustas; el Estado respondió con fuerza militar, ejecuciones y deportaciones a Australia.

El movimiento tomó su nombre del legendario personaje, presumiblemente ficticio, "Ned Ludd" (también conocido como Rey o General Ludd), considerado un líder simbólico y defensor de los derechos de los artesanos tradicionales. Su nombre sirvió como seudónimo colectivo en las cartas de protesta y se convirtió en el referente de todo el movimiento ludita, conocido por ello como ludismo.

Durante mucho tiempo, los luditas fueron retratados como enemigos ciegos de la tecnología que luchaban contra las máquinas per se; sin embargo, investigaciones históricas más recientes enfatizan que se oponían principalmente al dumping salarial, la erosión de derechos y las nuevas estructuras de poder, y que atacaban a las máquinas de forma muy selectiva. Por lo tanto, la destrucción de las máquinas no fue tanto resultado de una hostilidad irracional al progreso, sino más bien una forma simbólica y económica de ejercer presión sobre ciertos empresarios.

En los siglos XX y XXI, el término «ludita» se ha usado a menudo de forma peyorativa para referirse a grupos o individuos críticos con la tecnología que cuestionan fundamentalmente tecnologías modernas como la digitalización, la ingeniería genética, la tecnología nuclear o la nanotecnología, recurriendo en ocasiones a la violencia. Hoy en día, el «neoludismo» abarca una amplia gama de movimientos —desde tecnófobos radicales hasta movimientos críticos con el crecimiento y el progreso— que se inspiran en la tradición de los primeros luditas.

Los resultados duros después de ocho años: 560.000 nuevos empleos en lugar de despidos masivos.

La evidencia empírica de los últimos años refuta la tesis de un colapso generalizado del empleo debido a la digitalización y la robótica. El estudio ZEW muestra que la automatización en Alemania tuvo un efecto positivo neto en el mercado laboral entre 2016 y 2021. Los 560.000 nuevos empleos creados no fueron fruto del azar, sino que se concentraron en regiones y sectores que invirtieron en digitalización desde el principio. Baviera y Baden-Württemberg, los dos estados con los mayores niveles de automatización, registraron simultáneamente las tasas de desempleo más bajas y la mayor escasez de trabajadores cualificados. Esto parece paradójico, pero tiene una explicación económica: la automatización aumenta la productividad, reduce los costes y permite a las empresas acceder a nuevos segmentos de mercado, que a su vez requieren personal.

El Foro Económico Mundial ofrece una perspectiva global que sitúa a Alemania en el contexto de los acontecimientos internacionales. Sus previsiones para el período 2018-2027 revelan una dinámica compleja: mientras que 75 millones de empleos en todo el mundo podrían perderse debido a la automatización para 2025, simultáneamente se crearán 133 millones de nuevos puestos. El efecto neto es un aumento de 58 millones de empleos. Para Alemania, los modelos predicen un escenario igualmente positivo: 1,6 millones de empleos antiguos serán reemplazados por 2,3 millones de nuevos, lo que resultará en un aumento neto de 700.000 puestos. Estas cifras son políticamente significativas, ya que contradicen la narrativa popular de pérdidas masivas de empleos debido a la tecnología.

Pero las cifras ocultan una realidad más compleja. Los empleos que se crean generalmente requieren una mayor cualificación que los que desaparecen. El estudio del McKinsey Global Institute predice que hasta tres millones de empleos en Alemania podrían verse afectados por los cambios para 2030, lo que representa el siete por ciento del empleo total. Los empleos de oficina en administración, atención al cliente y ventas se ven particularmente afectados, representando el 54 por ciento de todos los cambios laborales causados ​​por la IA. El cambio es evidente: mientras que contables, asistentes legales y cajeros representaban en su día la estabilidad del mercado laboral alemán, hoy en día son los analistas de datos, desarrolladores de IA y especialistas en TI los que tienen mayor demanda.

Industrias en transición: dónde los robots realmente están destruyendo empleos y dónde los están creando

El análisis sectorial revela una polarización con profundas consecuencias sociales. La industria manufacturera, en particular los sectores automotriz y eléctrico, experimentó una profunda transformación. El número de robots industriales en Alemania aumentó de forma constante, superando las 260.000 unidades en 2023. En teoría, cada uno de estos robots sustituyó a entre cuatro y seis trabajadores humanos en tareas puramente de manipulación y montaje. En realidad, se perdieron alrededor de 275.000 empleos a tiempo completo en el sector manufacturero. Sin embargo, al mismo tiempo, se crearon 490.000 nuevos empleos en sectores ajenos a la fabricación tradicional, principalmente en servicios de TI, desarrollo de software e infraestructura digital.

El sector de suministro de energía y agua fue el que más se benefició de los avances tecnológicos. El crecimiento del empleo del 3,3 % en este sector no se debió a una demanda expansiva, sino a la necesidad de operar sistemas complejos de redes inteligentes, la generación descentralizada de energía y el control de la red mediante IA. Estos nuevos requisitos crearon puestos de trabajo altamente cualificados que no existían anteriormente. Un patrón similar se observó en la industria electrónica, donde el crecimiento del empleo del 3,2 % estuvo directamente vinculado al desarrollo de dispositivos del IoT, sistemas de sensores y diseño de chips.

En contraste, la industria de la construcción experimentó una pérdida de empleos del 4,9 %. Esto no se debió únicamente a la automatización, sino a una combinación de mejoras de eficiencia mediante software de construcción, métodos de construcción modular y la escasez de trabajadores cualificados que frenó el crecimiento. Los sectores de la educación, la salud y el sector social presentaron un panorama heterogéneo: si bien el personal de enfermería y los educadores tenían una alta demanda debido a los cambios demográficos, los asistentes digitales, los sistemas de telemedicina y los procesos administrativos basados ​​en IA permitieron reducciones de personal en las funciones de apoyo.

La situación es especialmente crítica en los sectores bancario y de seguros. El número de cajeros y empleados bancarios ha disminuido significativamente, al tiempo que se ha disparado la demanda de especialistas en TI en ciberseguridad, análisis de datos y atención al cliente digital. El sector experimentó una pérdida neta de empleos, que, sin embargo, se vio compensada por el aumento de la productividad y los nuevos productos digitales. El resultado es una brecha de habilidades que solo el 46 % de los trabajadores alemanes puede cubrir, ya que poseen las habilidades digitales necesarias para satisfacer estas nuevas demandas.

 

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La robótica y la IA son una brecha de habilidades en lugar de un destructor de empleos: cómo 22 millones de empleados deben reinventarse para la era de la IA – Imagen: Xpert.Digital

Alemania en plena transformación: entre la escasez y la brecha de habilidades

La realidad del mercado laboral alemán en 2025 se caracteriza por una situación paradójica: un desempleo históricamente bajo, sumado a una drástica escasez de trabajadores cualificados y una enorme brecha de habilidades en la población. Según una encuesta del Instituto ifo, el 27 % de las empresas alemanas prevé que la IA provocará pérdidas de empleo en los próximos cinco años. Sin embargo, el Instituto Económico Alemán (IW) informa que la proporción de ofertas de empleo relacionadas con la IA en Alemania se ha estancado en un escaso 1,5 % desde 2022. Esta discrepancia es alarmante: las empresas temen ser desplazadas, pero no invierten en el desarrollo de competencias en IA.

La Fundación Bertelsmann advirtió recientemente que Alemania podría quedarse atrás en el aprovechamiento de las oportunidades económicas que ofrece la IA. El estudio destaca que la IA podría aumentar la productividad económica general en Alemania en un 16 % si se implementara a nivel nacional. Sin embargo, muchas empresas, en particular las pequeñas y medianas empresas (pymes), dudan en invertir en nuevas tecnologías y en la consiguiente capacitación de su fuerza laboral. El resultado es un círculo vicioso: sin inversión, la productividad se mantiene baja; sin aumentos de productividad, falta capital para invertir en capital humano.

Las tendencias demográficas están agravando la situación. El número de personas con cualificación académica crece de forma constante gracias a la educación superior, pero el mercado laboral no puede absorber por completo esta creciente oferta. Al mismo tiempo, la oferta de trabajadores cualificados de nivel medio disminuye a un ritmo mayor que la demanda, lo que genera una escasez que solo puede paliarse parcialmente mediante la automatización. El sector sanitario y de enfermería es un claro ejemplo: el cambio demográfico está impulsando la demanda de personal de enfermería, mientras que las tecnologías de automatización, como los robots asistenciales o los sistemas de asistencia digital, se están implementando lentamente y apenas están provocando una reducción de personal.

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Los seres humanos como cuello de botella: por qué el mercado laboral no se está derrumbando, pero podría volcarse.

La principal conclusión de la investigación actual del mercado laboral es la siguiente: el cuello de botella no es la tecnología, sino las personas. El IAB (Instituto para la Investigación del Empleo) modeló un escenario en el que la Industria 4.0 no generará cambios significativos en el número total de empleados para 2030. En resumen, la Industria 4.0 no crea ni destruye empleos. Sin embargo, se están produciendo cambios drásticos en la sombra. Se podrían perder un total de 490.000 empleos en los sectores tradicionales, mientras que se podrían crear 430.000 nuevos. La cifra neta puede parecer equilibrada, pero las personas afectadas no son las mismas. El operario de montaje en la industria automotriz no se convertirá automáticamente en analista de datos en un proveedor de servicios de TI.

Los requisitos de habilidades están cambiando drásticamente. El McKinsey Global Institute predice que las competencias básicas del 44 % de los trabajadores cambiarán en los próximos cinco años. Para 2030, casi el 40 % de las habilidades requeridas para un puesto de trabajo estarán obsoletas. La demanda de habilidades técnicas aumentará un 25 % en Europa, mientras que las habilidades socioemocionales cobrarán un 12 % de importancia. Los trabajadores son parcialmente conscientes de este desarrollo: el 59 % espera que la IA reduzca la necesidad de mano de obra humana. Sin embargo, solo el 46 % posee las habilidades necesarias para prosperar en este nuevo entorno.

Esta brecha entre requisitos y competencias constituye el verdadero riesgo. Hasta ahora, la política laboral alemana se ha centrado en asegurar el empleo, no en garantizar la empleabilidad. Si bien la Ley de Iniciativa de Cualificación del gobierno federal ofrece incentivos financieros, permitiendo a la Agencia Federal de Empleo cubrir hasta el 100 % de los costes de formación continua y el 75 % de los salarios durante la formación, la demanda sigue siendo baja. Muchas empresas temen perder empleados cualificados que se vayan a la competencia tras la formación continua y, por lo tanto, dudan en invertir.

La gran trampa del reciclaje profesional: el 44% de los trabajadores tiene que reinventarse.

La capacidad de adaptación profesional se está convirtiendo en un factor competitivo crucial. El Foro Económico Mundial estima que el 54 % de los trabajadores necesitarán una importante capacitación y formación continua para adaptarse a las exigencias de la automatización. En Alemania, esto equivale a aproximadamente 22 millones de personas. Sin embargo, la implementación real de estos programas de reciclaje y perfeccionamiento de habilidades está retrasada. Solo el 60 % de las empresas invierte activamente en programas de formación para sus empleados, e incluso estas inversiones suelen concentrarse en personas altamente cualificadas en puestos clave.

El resultado es una creciente polarización del mercado laboral. Los trabajadores altamente cualificados con habilidades digitales reciben primas salariales de hasta el 56 %, mientras que los trabajadores poco cualificados caen en empleos precarios. La dimensión regional de esta brecha también es evidente: regiones metropolitanas como Múnich, Berlín y Hamburgo, con sus dinámicos mercados de TI y servicios, atraen a trabajadores cualificados, mientras que las regiones rurales con una estructura industrial tienen dificultades para adaptarse al cambio estructural. La proporción de empleos bien remunerados en Alemania podría aumentar en 1,8 puntos porcentuales, mientras que la de empleos mal remunerados podría disminuir en 1,4 puntos porcentuales.

Este desarrollo no es inevitable, pero requiere una acción política proactiva. Con la Ley de Ofensiva de Cualificaciones, el Gobierno Federal Alemán ha creado un marco que proporciona apoyo financiero para la formación en la empresa. Sin embargo, la experiencia de los últimos años demuestra que los incentivos por sí solos son insuficientes. Las empresas deben estar legalmente obligadas a invertir un porcentaje de sus recursos humanos en formación, de forma similar a lo que se hace en algunos países escandinavos. Además, el contenido de los programas de formación debe estar más alineado con las necesidades reales de la economía digital, centrándose en aplicaciones prácticas de IA, análisis de datos y optimización de procesos digitales.

De la economía equina a la ingeniería rápida: Aprendiendo de la historia

La historia nos enseña que los mayores perdedores de las revoluciones tecnológicas no son aquellos cuyos empleos desaparecen, sino quienes se niegan a adaptarse. Cuando la motorización sustituyó a la economía basada en el caballo del siglo XIX, los cocheros y carreteros perdieron sus medios de vida. Pero al mismo tiempo, surgieron nuevas profesiones, como los conductores de autobús, los conductores de tren y, más tarde, los camioneros profesionales. La transformación tardó una generación, pero finalmente tuvo éxito porque los sistemas educativos y la formación profesional se adaptaron.

La transformación actual es más rápida y profunda. Mientras que el auge del automóvil tardó décadas en alcanzar su máximo potencial, la IA se está extendiendo en tan solo unos años. La vida media del conocimiento tecnológico se está acortando drásticamente. Un título en informática de 2015 está ahora parcialmente obsoleto porque las tecnologías subyacentes han cambiado radicalmente. La capacidad de aprender y reciclarse rápidamente es cada vez más importante que cualquier experiencia técnica específica.

Esto requiere una reestructuración radical del sistema educativo. La formación profesional dual, pilar fundamental de la economía alemana desde hace tiempo, debe digitalizarse y modularizarse. En lugar de programas de aprendizaje fijos de tres años, necesitamos itinerarios de cualificación flexibles, complementados con certificaciones cada pocos años. Los primeros indicios son visibles: algunas grandes empresas como Siemens o Bosch ofrecen academias internas que actualizan continuamente a sus empleados. Sin embargo, estas iniciativas siguen siendo islas privilegiadas en un mar de estancamiento.

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La próxima década será diferente y más dura.

Las previsiones para el período 2025-2030 indican una aceleración del cambio. El Foro Económico Mundial prevé la creación de 170 millones de nuevos empleos en todo el mundo, mientras que 92 millones serán desplazados, lo que se traducirá en un aumento neto de 78 millones. Sin embargo, estas cifras ocultan una intensificación cualitativa. Los nuevos empleos surgen en campos que ni siquiera existen hoy en día. La ingeniería de vanguardia, la formación en IA, la ética digital, la ciberseguridad y la computación cuántica son solo algunos ejemplos de campos profesionales que cobrarán una importancia enorme en cinco años.

Alemania se enfrenta a un dilema. Por un lado, el país padece una grave escasez de trabajadores cualificados, agravada por las tendencias demográficas. Por otro lado, la adopción de la IA en las empresas se está estancando. La proporción de ofertas de empleo relacionadas con la IA se ha mantenido en el 1,5 % desde 2022, mientras que otros países como Estados Unidos y China muestran cifras significativamente superiores. Esta indecisión está afectando negativamente la competitividad de Alemania. Un estudio de Bertelsmann y el Instituto Económico Alemán (IW) muestra que la IA podría aumentar la productividad en Alemania en un 16 % si se implementara a nivel nacional. Sin embargo, la incertidumbre en torno a los marcos regulatorios, la protección de datos y los elevados costes de inversión están obstaculizando su adopción generalizada.

La respuesta política debe abarcar varios niveles. En primer lugar, se necesita una política industrial activa que promueva específicamente el uso de la IA en las pequeñas y medianas empresas (pymes) mediante subvenciones, servicios de consultoría y entornos de prueba. En segundo lugar, es necesario reformar radicalmente el sistema educativo para impulsar la formación continua, las cualificaciones modulares y una mayor integración de las tecnologías digitales en todos los programas de formación profesional. En tercer lugar, es necesario adaptar los sistemas de seguridad social para amortiguar las fases de transición en las que los empleados se mueven entre campos profesionales tradicionales y nuevos.

La gran pregunta que planteó Der Spiegel en 2016 no puede responderse con un simple sí o no. Las computadoras y los robots no nos han quitado el trabajo, pero sí han cambiado nuestro trabajo y transformado radicalmente las habilidades que necesitamos. El reto de la próxima década no es preservar los empleos, sino garantizar la empleabilidad de las personas. Si estamos a la altura de este reto, la automatización puede conducir a una mayor prosperidad para todos. Si no lo hacemos, nos arriesgamos a una división social que sacudirá los cimientos de nuestro orden social. Los robots están aquí y han llegado para quedarse. Ahora nos toca a nosotros moldear el lado humano de esta transformación.

 

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