
La maldición de los cuatro años: Por qué la política se limita a gestionar en lugar de diseñar políticas – Imagen: Xpert.Digital
Ciegas ante el futuro: ¿Por qué nuestra democracia es incapaz de resolver verdaderamente las grandes crisis?
Administración en lugar de visión: El problema oculto que bloquea el progreso político
El principio de ambidextralidad: ¿Un concepto económico para la política?
La ambidestreza organizacional se está consolidando en el mundo empresarial como un concepto eficaz para gestionar sistemáticamente la tensión fundamental entre optimizar los negocios existentes mediante la explotación y descubrir nuevas oportunidades a través de la exploración. Si bien las empresas reconocen cada vez más que el éxito a largo plazo requiere un equilibrio entre estos dos modos, la aplicación de este concepto a los sistemas políticos sigue siendo un ámbito en gran medida desatendido. Sin embargo, se evidencia un déficit estructural, particularmente en los sistemas democráticos de gobierno, cuyos problemas fundamentales son sorprendentemente similares a los de la ambidestreza organizacional. La política en las democracias parlamentarias como Alemania está casi totalmente orientada a la explotación. La gestión del statu quo, la optimización de los programas establecidos y la satisfacción de las preferencias electorales a corto plazo dominan el proceso político, mientras que los procesos exploratorios para la búsqueda estratégica de nuevas soluciones se ven estructuralmente relegados.
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La crisis de la resolución de problemas: ¿Por qué el futuro se está quedando atrás?
La cuestión de la exploración política no es en absoluto meramente académica. Ataca el núcleo mismo del funcionamiento de las democracias modernas en tiempos de cambio acelerado. La disrupción tecnológica, los cambios demográficos, la crisis climática y las transformaciones geopolíticas exigen reorientaciones fundamentales de la acción gubernamental. Sin embargo, las estructuras institucionales de los sistemas democráticos de gobierno favorecen sistemáticamente las perspectivas a corto plazo y los ajustes graduales por encima de las decisiones estratégicas a largo plazo. Mientras que en la economía la falta de capacidad exploratoria conduce a la desestabilización del mercado a medio plazo, en la política se manifiesta un fenómeno distinto. Las sociedades pierden gradualmente su capacidad para la resolución proactiva de problemas y se convierten cada vez más en peones de fuerzas externas.
El dilema de la competencia: Cargos políticos sin experiencia especializada
El problema comienza con el nombramiento de personal para los altos cargos políticos. En Alemania, los ministros se seleccionan principalmente en función de criterios partidistas, proporcionalidad regional y aritmética de coaliciones, no por su experiencia profesional en sus respectivos ministerios. La necesidad de mayor especialización se suele desestimar con el argumento de que los ministros necesitan principalmente habilidades de gestión y perspicacia política, mientras que la experiencia técnica la proporciona la burocracia ministerial. Sin embargo, esta lógica pasa por alto un punto crucial. Los procesos exploratorios genuinos requieren más que competencia administrativa. Requieren la capacidad de cuestionar las formas de pensar establecidas, reconocer cambios de paradigma y asumir riesgos estratégicos. Un ministro sin una sólida experiencia en la materia se ve estructuralmente desbordado por la tarea de navegar entre la experiencia conservadora de sus funcionarios y posibles escenarios futuros alternativos.
La costosa dependencia: Cuando los consultores externos influyen en las políticas
El problema se agrava por la dependencia sistemática de la política en consultores externos. El gobierno federal alemán ha gastado más de 1.600 millones de euros en consultores externos durante los últimos diez años, y esta cifra va en aumento. Tan solo entre 2020 y 2023, el gasto aumentó un 39 %, hasta casi 240 millones de euros anuales. Estas cifras revelan un déficit estructural. A pesar de una administración federal en continuo crecimiento, con aproximadamente 300.000 empleados, el Estado es cada vez más incapaz de cumplir por sí solo con sus funciones esenciales. Esta situación es particularmente grave en el sector de las tecnologías de la información, donde el gobierno federal necesita desarrollar su propia experiencia para no poner en peligro la integridad de la administración.
El verdadero problema de la dependencia de consultores, sin embargo, va más allá del mero coste. Los modelos de negocio de las grandes consultoras están diseñados para crear dependencias a largo plazo y establecer relaciones continuas con sus clientes. Esto se logra mediante la creación de conocimiento propio, el control de los procesos de implementación y la ubicación estratégica dentro de las redes de toma de decisiones. Los consultores no tienen ningún interés intrínseco en empoderar a sus clientes para que sean autosuficientes. Al contrario, su éxito económico depende de posicionarse como indispensables. Este conflicto de intereses genera un conflicto fundamental. Cuando los consultores externos asumen de facto tareas políticas esenciales, como la redacción de leyes o el desarrollo de programas estratégicos, se socava la legitimidad democrática de la acción gubernamental.
El efecto de la puerta giratoria: una puerta de entrada para intereses particulares.
Este problema se agrava por el llamado efecto de la puerta giratoria. Políticos y funcionarios de alto rango acceden a puestos bien remunerados en consultoras, grupos de presión o asociaciones empresariales tras finalizar sus mandatos. Entre 1949 y 2014, el 18 % de los exministros federales se incorporaron en el plazo de un año a puestos de alto perfil en el sector privado, a menudo en áreas de las que habían sido previamente responsables políticos. Diez años después, esta cifra había aumentado al 24 %. Estas perspectivas profesionales generan incentivos sutiles para influir en las decisiones políticas de manera que favorezcan intereses particulares. La mera sospecha de lucro personal socava la confianza en la independencia de las decisiones políticas. El hecho de que los políticos moneticen sus contactos, información privilegiada e influencia para beneficio propio tras dejar el cargo mina la propia idea del servicio público democrático.
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- Una década de la escalada: la crónica del aumento en el gasto de asesoramiento del gobierno federal en Alemania (FRG)
Monocultura intelectual: El peligro del pensamiento uniforme
Además, la cultura de la consultoría conduce a una monocultura intelectual. Las grandes consultoras como McKinsey, Boston Consulting Group, Roland Berger y otras representan filosofías de gestión y paradigmas económicos específicos. Sus recomendaciones suelen seguir patrones similares, independientemente del contexto. La búsqueda de mayor eficiencia mediante la estandarización, la privatización de los servicios públicos, los enfoques de la Nueva Gestión Pública y los mecanismos de control orientados al mercado constituyen la base ideológica de esta lógica consultora. Sin embargo, los procesos exploratorios genuinos requieren diversidad intelectual, la capacidad de pensar de forma innovadora y la voluntad de cuestionar fundamentalmente los paradigmas dominantes. Un sistema político que depende sistemáticamente del asesoramiento de unas pocas grandes consultoras pierde gradualmente esta capacidad de diversidad cognitiva.
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Atrapados en el ciclo electoral: La miopía estructural de la democracia
La falta estructural de pensamiento exploratorio en la política se ve fundamentalmente exacerbada por los incentivos propios de los sistemas democráticos. El ciclo electoral de cuatro años define el horizonte temporal de la acción política. Los políticos deben demostrar éxitos tangibles durante este período para asegurar su reelección. Las inversiones a largo plazo en infraestructura, educación o investigación, cuyos beneficios solo se hacen evidentes después de años o décadas, resultan racionalmente poco atractivas desde esta perspectiva. Los costos se incurren de inmediato y suponen una carga para el presupuesto, mientras que los beneficios se materializan solo en un futuro lejano y probablemente recaerán en un gobierno distinto. Por el contrario, se favorecen las medidas populares a corto plazo, incluso si resultan contraproducentes a largo plazo. Este fenómeno se conoce en la investigación de economía política como el ciclo político-económico.
La naturaleza cortoplacista de la planificación política se ve exacerbada por el fenómeno de las campañas electorales permanentes. En Alemania, debido a su estructura federal, las elecciones estatales se celebran casi continuamente. Por consiguiente, los gobiernos federales se encuentran bajo una presión electoral constante de facto. Las reformas audaces, con costosos ajustes a corto plazo, se posponen o se diluyen sistemáticamente. La paradoja de la prevención descrita por Lars-Hendrik Röller, exasesor de política económica de Angela Merkel, refuerza este mecanismo. Si los políticos resuelven un problema con prontitud, nadie reconoce la necesidad de actuar. Sin embargo, si una iniciativa fracasa, se buscan inmediatamente chivos expiatorios. Esta susceptibilidad asimétrica al fracaso favorece la gestión reactiva de las crisis frente a la prevención proactiva.
Frenos institucionales: Inercia reformista debida a la complejidad de las políticas
Las estructuras institucionales de la política alemana refuerzan aún más esta tendencia a la explotación. El sistema de interdependencia política, en el que los gobiernos federal y estatales deben tomar decisiones conjuntas en numerosos ámbitos, da lugar a complejos sistemas de negociación dominados por la evitación del conflicto y la búsqueda del mínimo común denominador. La consiguiente inercia reformista ha sido objeto de análisis crítico durante décadas. Sin embargo, a menudo se pasa por alto la dimensión exploratoria de este problema. Los sistemas de interdependencia están orientados a la construcción de consensos. Pero el consenso se logra más fácilmente mediante mejoras graduales del sistema existente que mediante realineamientos fundamentales. La exploración requiere la voluntad de cuestionar los acuerdos establecidos y de afrontar el conflicto. Es precisamente esta voluntad de afrontar el conflicto la que las estructuras de interdependencia frenan sistemáticamente.
La burocracia adversa al riesgo: Estabilidad a expensas de la innovación
La burocracia ministerial, como núcleo de la organización gubernamental, refuerza aún más esta orientación explotadora. Los funcionarios públicos se forman en continuidad, seguridad jurídica y la aplicación de procedimientos establecidos. Sus carreras se basan en la ejecución fiable de las tareas asignadas, no en innovaciones arriesgadas. La estructura de la función pública, con sus salvaguardias, crea una cultura organizacional adversa al riesgo. Si bien los secretarios de Estado pueden ser reemplazados durante los cambios de gobierno, la jefatura de departamento y la estructura de mandos intermedios permanecen en gran medida estables. Esta continuidad tiene ventajas para el funcionamiento del aparato estatal, pero a la vez dificulta los cambios fundamentales de rumbo. Cuando un nuevo ministro asume el cargo con ideas innovadoras, se encuentra con una burocracia establecida que, de forma sutil o abierta, se resiste a los cambios que amenazan sus rutinas y estructuras de poder establecidas.
¿Qué significa la exploración en política?
La cuestión de si el concepto de ambidestreza puede aplicarse a la política requiere, en primer lugar, una analogía precisa. En economía, la explotación se refiere a la optimización de los modelos de negocio existentes, mientras que la exploración implica la búsqueda de nuevas áreas de negocio e innovaciones. En política, la explotación corresponde a la gestión cotidiana del gobierno. La legislación, la planificación presupuestaria, la gestión de crisis, el equilibrio de intereses y la administración de los programas vigentes dominan la vida política diaria. Estas actividades son indispensables para el funcionamiento de la sociedad. La exploración política, en cambio, abarcaría la búsqueda sistemática de nuevas soluciones, la anticipación de los desafíos futuros, la puesta a prueba de enfoques políticos innovadores y el cuestionamiento fundamental de los paradigmas políticos establecidos.
La diferencia crucial con el mundo empresarial reside en la estructura de legitimidad. Las empresas pueden alternar con relativa libertad entre explotación y exploración, siempre que convenzan a sus grupos de interés. La política democrática, en cambio, está sujeta a un escrutinio constante a través de las elecciones, los medios de comunicación y la sociedad civil. Toda política experimental conlleva el riesgo de fracasar y, por lo tanto, de perder legitimidad. Esta incertidumbre fundamental explica en gran medida la aversión a la exploración entre los actores políticos. Además, las decisiones políticas son vinculantes para la sociedad en su conjunto. Los experimentos empresariales afectan principalmente a la empresa y a sus grupos de interés inmediatos. Los experimentos políticos, por otro lado, afectan potencialmente a toda la ciudadanía. Por consiguiente, los riesgos de fracaso son significativamente mayores.
Enfoques para una política ambidiestra: innovaciones institucionales
A pesar de estas diferencias estructurales, es posible identificar enfoques para la exploración política. La ambidestreza estructural, propia de la teoría organizacional, implicaría, en el ámbito político, la creación de unidades institucionales separadas dedicadas exclusivamente al trabajo exploratorio. Ya existen formas rudimentarias de dichos enfoques. Los consejos asesores científicos, los centros de estudios, las comisiones sobre el futuro y los consejos de expertos asumen parcialmente funciones exploratorias. Son formalmente independientes de la política cotidiana y pueden desarrollar perspectivas a largo plazo. Sin embargo, el problema de estas estructuras radica en su falta de poder coercitivo. Sus recomendaciones a menudo resultan ineficaces si no coinciden con los intereses a corto plazo del gobierno. Además, la credibilidad de estos organismos se ve socavada con frecuencia por conflictos de interés. Si los miembros de los consejos asesores científicos trabajan simultáneamente como consultores para empresas, o si los centros de estudios reciben financiación de intereses particulares, su independencia se pone en entredicho.
Por consiguiente, una profunda ambidestreza estructural en la política exige innovaciones institucionales que trasciendan el sistema actual. Finlandia ha adoptado un enfoque interesante con su comisión parlamentaria para el futuro. Esta comisión se ocupa exclusivamente de cuestiones estratégicas a largo plazo y trabaja sistemáticamente con escenarios futuros. Sus recomendaciones, de carácter consultivo, se toman en serio en el proceso político. Alemania podría establecer estructuras similares, quizá en forma de una segunda cámara fuera del Bundesrat (Consejo Federal), dedicada exclusivamente a cuestiones de sostenibilidad a largo plazo. Esta cámara podría estar compuesta por representantes de diversos grupos sociales que no participan en el ciclo electoral inmediato. Dicho órgano podría tener poder de veto sobre las propuestas legislativas que pongan en peligro los objetivos de sostenibilidad a largo plazo.
Otra forma de lograr la ambidestreza estructural sería la creación de laboratorios de innovación dentro de los ministerios. Algunos estados y municipios alemanes ya han experimentado con este tipo de estructuras. Estos laboratorios desarrollan enfoques políticos experimentales, prueban nuevos procedimientos administrativos y experimentan con formas innovadoras de participación. Sin embargo, el problema radica en su posición marginal. A menudo, los laboratorios de innovación se perciben como una mera fachada, mientras que la actividad política real continúa inalterada. Una verdadera ambidestreza estructural requeriría que las unidades de investigación contaran con presupuestos sustanciales, capacidad de decisión y la habilidad para integrar sus hallazgos en la política general.
Más allá de las estructuras: Caminos hacia una cultura exploratoria
La ambidextralidad contextual, un concepto de la teoría organizacional, se basa en la capacidad de las organizaciones para alternar entre modos exploratorios y explotadores sin divisiones estructurales. En política, esto implicaría que los ministerios y las administraciones públicas desarrollen la competencia cultural y metodológica necesaria para adaptarse a diferentes situaciones, alternando entre operaciones rutinarias y pensamiento exploratorio. Sin embargo, esto requiere habilidades poco desarrolladas en la cultura administrativa alemana. El pensamiento de diseño, las metodologías ágiles, el desarrollo participativo de escenarios y las evaluaciones sistemáticas están cada vez más presentes en las empresas, pero siguen siendo excepciones en la administración pública. El establecimiento de una cultura administrativa exploratoria exigiría cambios fundamentales en la formación, los incentivos profesionales y las estructuras de liderazgo.
Un elemento clave de la formulación de políticas exploratorias sería la evaluación sistemática de las medidas políticas existentes. La formulación de políticas basadas en la evidencia, es decir, la elaboración de políticas a partir de pruebas científicamente validadas de su eficacia, está mucho más desarrollada en países como Gran Bretaña, los Países Bajos y los países escandinavos que en Alemania. Mientras que estos países evalúan sistemáticamente qué medidas políticas logran los efectos previstos, Alemania suele carecer de la voluntad de realizar evaluaciones de desempeño honestas. Con demasiada frecuencia, los programas se mantienen por conveniencia política, no porque se haya demostrado su eficacia. La formulación de políticas exploratorias requeriría la voluntad de abandonar los enfoques fallidos y ampliar los modelos exitosos. Sin embargo, esto presupone una cultura que acepta los errores y no interpreta automáticamente el fracaso político como una pérdida de legitimidad.
En un sistema político ambidiestro, es necesario redefinir radicalmente el papel de la pericia externa. En lugar de la actual dependencia de consultoras comerciales con sus propios intereses económicos, se requieren estructuras independientes de asesoramiento científico en materia de políticas. Estas estructuras deben cumplir con estrictos estándares de transparencia. Deben divulgarse todas las fuentes de financiación, los posibles conflictos de interés y las limitaciones metodológicas. La garantía de calidad en el asesoramiento científico en materia de políticas exige procesos de revisión por pares, el debate público de las recomendaciones y la posibilidad de expresar opiniones minoritarias disidentes. Solo así se podrá evitar que el asesoramiento en materia de políticas se convierta en un medio para legitimar decisiones ya tomadas.
Un problema fundamental en la situación actual radica en la falta de rotación entre la política, la administración, la academia y la práctica profesional. Mientras que en otros países, el tránsito entre estos ámbitos se considera enriquecedor y se fomenta institucionalmente, en Alemania los límites son relativamente rígidos. Los funcionarios públicos suelen permanecer en la administración durante toda su carrera. Los académicos que se incorporan a la política a menudo son vistos con recelo. Por otro lado, a los actores políticos les resulta difícil regresar a otros ámbitos tras abandonar la política sin ser sospechosos de corrupción. Esta falta de permeabilidad dificulta la transferencia de conocimientos y el desarrollo de diversas competencias necesarias para los procesos de investigación.
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Poder, medios de comunicación y moralidad: Las profundas raíces del statu quo
La cuestión de los obstáculos a la política exploratoria nos lleva directamente a la dinámica de poder dentro del sistema político. Los grupos de interés establecidos se benefician del statu quo y tienen poco interés en un cambio fundamental. Esto se aplica no solo a los grupos de presión económicos, sino también al propio sistema político. Los partidos, como organizaciones, tienen su propia tendencia a la inercia. Sus estructuras programáticas, coaliciones de intereses y posturas ideológicas crean dependencias de trayectoria que dificultan las realineaciones exploratorias. Un partido que representa a su electorado tradicional no puede implementar fácilmente cambios políticos fundamentales sin alienar a dicho electorado. Este compromiso con los segmentos de votantes establecidos restringe sistemáticamente el margen para una exploración genuina.
El panorama mediático amplifica aún más esta dinámica. El ciclo informativo privilegia los conflictos, los escándalos y los eventos espectaculares. Los debates estratégicos a largo plazo son difíciles de comunicar a través de los medios. Un ministro que lanza un programa exploratorio para probar nuevos enfoques políticos recibe poca atención mediática a menos que algo salga mal. Sin embargo, si un experimento fracasa, se le tacha de fracaso. Esta susceptibilidad asimétrica al error conduce a una preferencia por la rutina, que evita los riesgos, sobre los enfoques experimentales. La profesionalización de la comunicación política ha intensificado esta tendencia. Los políticos actúan cada vez más como marcas que no pueden permitirse mostrar debilidad. Los procesos exploratorios genuinos, que necesariamente implican incertidumbre y aprendizaje mediante ensayo y error, no encajan en este paradigma comunicativo.
En teoría, la sociedad civil podría desempeñar un papel crucial en la exploración política. Los movimientos sociales, las ONG y las iniciativas ciudadanas suelen introducir ideas innovadoras en el debate político. Sin embargo, el problema radica en las dificultades para traducir la innovación de la sociedad civil en acciones políticas concretas. Los actores de la sociedad civil rara vez cuentan con los recursos y el poder institucional necesarios para integrar sus ideas en la política dominante. Por otro lado, cuando los responsables políticos adoptan las innovaciones de la sociedad civil, a menudo estas se diluyen e institucionalizan tanto que se pierde su esencia innovadora.
Adecuado para:
- La ambidestreza organizacional como modelo estratégico de negocio: cómo el desarrollo de negocios de exploración es la solución
Implementación práctica: Legitimación, financiación y organización
Una política ambidiestra requeriría el desarrollo de mecanismos para organizar sistemáticamente este proceso de traducción. La formulación participativa de políticas, que involucra a la ciudadanía, expertos y profesionales en el desarrollo de nuevos enfoques políticos, sería un componente crucial. Países como Taiwán han experimentado con plataformas de participación digital que permiten el uso de la inteligencia colectiva para la formulación de políticas. Alemania podría establecer enfoques similares que vayan más allá de la participación simbólica y permitan una verdadera coproducción de políticas. Sin embargo, esto exige la voluntad de las élites políticas de ceder el control y tomar decisiones de forma abierta.
La financiación de políticas exploratorias plantea otro problema fundamental. Por definición, los procesos exploratorios son abiertos y conllevan el riesgo de fracaso. Sin embargo, desde la perspectiva de la política fiscal, resulta difícil justificar la financiación de experimentos cuyo éxito es incierto. La estructura presupuestaria, con su planificación anual, complica aún más los proyectos exploratorios a largo plazo. Una posible solución sería la creación de presupuestos de innovación independientes, reservados específicamente para enfoques de políticas experimentales. Estos presupuestos deberían estar parcialmente desvinculados de la disciplina presupuestaria habitual y mostrar mayor tolerancia al fracaso. Asimismo, una cultura de evaluación rigurosa debería garantizar que se aprendan las lecciones de los fracasos y que los experimentos exitosos se amplíen.
El concepto de ambidestreza temporal, proveniente de la teoría organizacional, implicaría, en política, la alternancia sistemática de fases de explotación intensiva y de exploración estratégica. Esto podría lograrse, por ejemplo, mediante procesos estratégicos institucionalizados al inicio de un período legislativo, en los que se toman decisiones fundamentales, seguidos de fases de implementación. Sin embargo, el problema radica en la imprevisibilidad del proceso político. Las crisis imprevistas obligan constantemente a reajustes en la agenda. La pandemia de COVID-19 ha ejemplificado cómo las perturbaciones externas pueden volver obsoleta toda planificación a largo plazo. Por lo tanto, una ambidestreza temporalmente estructurada requeriría la capacidad de mantener las capacidades exploratorias incluso durante crisis agudas, en lugar de sucumbir exclusivamente al modo de crisis.
La cuestión de la legitimidad democrática de las estructuras exploratorias es de fundamental importancia. Si se otorgan a las unidades exploratorias poderes de decisión significativos, surge la cuestión de su control democrático. Un futuro consejo o laboratorios de innovación que no sean elegidos directamente ni estén sujetos a un ciclo electoral inmediato podrían ser criticados por carecer de legitimidad democrática. Delegar poder de decisión en expertos es políticamente delicado, como lo han demostrado los debates en torno a la independencia de los bancos centrales o el papel de los consejos asesores científicos durante la crisis de la COVID-19. Por lo tanto, la exploración democráticamente legitimada debería incluir mecanismos de rendición de cuentas, procedimientos transparentes y la posibilidad de supervisión parlamentaria. Al mismo tiempo, sin embargo, debe estar suficientemente desvinculada del ciclo electoral a corto plazo para permitir el desarrollo de perspectivas a largo plazo.
La estructura federal alemana ofrece inherentemente potencial para la exploración de políticas. Los distintos estados federados pueden servir como bancos de pruebas para enfoques políticos innovadores. Los modelos exitosos pueden transferirse posteriormente al nivel federal. Sin embargo, este potencial se ve parcialmente contrarrestado por las complejidades políticas ya mencionadas y la presión por la armonización. Además, faltan mecanismos sistemáticos para el aprendizaje de políticas entre los estados federados. Una política de federalismo exploratorio debería establecer formas institucionalizadas de intercambio de experiencias, evaluación comparativa y transferencia de conocimientos específica. Esto iría más allá de las redes informales que predominan actualmente.
Áreas específicas de actuación: Donde falta una política exploratoria
La Unión Europea podría, en teoría, representar un nivel de política exploratoria. Su relativa lejanía de los ciclos electorales nacionales y su tarea de configurar la integración a largo plazo la predisponen a funciones exploratorias. De hecho, la UE ha desarrollado enfoques políticos visionarios en algunos ámbitos, como la política climática o la regulación digital. El problema, sin embargo, reside en su crónica crisis de legitimidad y en los complejos procesos de toma de decisiones que a menudo desembocan en compromisos basados en el mínimo común denominador. Una política europea ambidiestra tendría que reajustar el equilibrio entre la gobernanza estratégica supranacional y la legitimidad democrática nacional.
La inteligencia artificial y las tecnologías digitales abren nuevas posibilidades para la política exploratoria. Las simulaciones, los análisis de escenarios y la modelización de políticas basada en datos permiten evaluar los efectos de las medidas políticas antes de su implementación. Sin embargo, el peligro reside en una simplificación tecnocrática excesiva que malinterpreta las decisiones políticas como meros problemas de optimización. La verdadera política exploratoria implica decisiones normativas sobre futuros deseables, que no pueden tomarse mediante algoritmos. La tecnología puede apoyar los procesos exploratorios, pero no puede sustituirlos.
La crisis climática pone de relieve, con particular urgencia, el dilema de la exploración política. La necesaria transformación hacia la neutralidad climática exige cambios fundamentales en energía, movilidad, industria, agricultura y consumo. Estos son desafíos clásicos de exploración. Los plazos requeridos para esta transformación se extienden más allá de varias legislaturas. Los costos se incurren a corto plazo, mientras que los beneficios solo se materializan a largo plazo. Además, las cargas de la adaptación se distribuyen de manera desigual, lo que genera resistencia. Una política climática ambidiestra debería encontrar un equilibrio entre la estabilización de las estructuras económicas existentes durante la fase de transición y la exploración constante de alternativas climáticamente neutras. La política climática actual oscila entre estos dos extremos sin desarrollar un concepto ambidiestro coherente.
El envejecimiento demográfico plantea un desafío adicional que exige políticas exploratorias. Los sistemas sociales actuales se basan en supuestos sobre la estructura poblacional y la trayectoria laboral que están quedando obsoletos. Una política social exploratoria debería desarrollar, probar y evaluar modelos alternativos. Ejemplos de tales enfoques exploratorios serían los experimentos con renta básica, los modelos de pensiones flexibles o las nuevas formas de organización de los cuidados. Sin embargo, la política social actual sigue centrada en gran medida en ajustes graduales a los sistemas existentes, en lugar de explorar alternativas fundamentales.
La digitalización también exige políticas exploratorias. La regulación de las plataformas digitales, la gestión de la inteligencia artificial, el diseño de infraestructuras digitales y el equilibrio entre innovación y regulación son cuestiones que carecen de soluciones establecidas. Una política digital exploratoria debería poner a prueba enfoques regulatorios experimentales, como los entornos de prueba regulatorios, donde se pueden evaluar nuevos modelos de negocio en condiciones controladas. Sin embargo, la política digital alemana se caracteriza tradicionalmente por el escepticismo y la aversión al riesgo, lo que dificulta sistemáticamente los enfoques exploratorios.
La política educativa ejemplifica las dificultades de la exploración política. El cambio demográfico, la digitalización y la evolución de las demandas del mercado laboral exigen reformas educativas fundamentales. Sin embargo, la fragmentación federal del sistema educativo, las luchas ideológicas internas y el poder de la burocracia educativa obstaculizan la innovación sistemática. Los enfoques exploratorios individuales, como los conceptos de escuelas alternativas o los formatos universitarios innovadores, siguen siendo proyectos aislados sin impacto sistémico. Una política educativa ambidiestra debería crear espacios sistemáticos para la experimentación, identificar las innovaciones exitosas y facilitar su transferencia sin poner en peligro la estabilidad del sistema en su conjunto.
La viabilidad futura de la democracia bajo escrutinio
La cuestión de la ambidestreza política es, en última instancia, una cuestión de viabilidad futura de los sistemas democráticos. Las sociedades que dependen exclusivamente de la explotación pierden gradualmente su capacidad de adaptación. Se convierten en sistemas reactivos que solo reaccionan ante las crisis externas en lugar de moldear proactivamente su futuro. La pandemia de COVID-19 puso dolorosamente de manifiesto esta reactividad. A pesar de años de advertencias sobre los riesgos pandémicos, las capacidades de prevención y respuesta ante crisis fueron totalmente insuficientes. Una política exploratoria habría permitido desarrollar escenarios, implementar medidas preventivas y crear capacidades de respuesta flexibles. En cambio, en la situación de crisis, fue necesaria la improvisación.
Establecer una política ambidiestra exige un cambio cultural. La aceptación de la incertidumbre, la disposición a aprender mediante el ensayo y error, y la capacidad de pensamiento estratégico a largo plazo deben cultivarse como virtudes políticas. Esto contrasta con la cultura política actual, que prioriza el control, la previsibilidad y la prevención de errores. Una cultura política exploratoria alentaría a políticos y funcionarios a asumir riesgos calculados, considerar los experimentos fallidos como oportunidades de aprendizaje y desarrollar escenarios futuros alternativos sin que esto se interprete como una debilidad.
El papel de la ciudadanía en un sistema político ambidiestro exige reflexión. La democracia se basa en la soberanía popular. Sin embargo, cuando las preferencias electorales a corto plazo predominan sistemáticamente sobre las necesidades a largo plazo, surge un dilema democrático. Un enfoque exploratorio de la política podría ser criticado por elitista, al imponer proyectos a largo plazo en contra de la opinión mayoritaria. La solución no reside en debilitar el control democrático, sino en desarrollar formas deliberativas que permitan integrar las perspectivas a corto y largo plazo. Las asambleas ciudadanas que aborden cuestiones futuras a largo plazo podrían ser una de ellas. Su legitimidad no derivaría de las elecciones, sino de un proceso de deliberación transparente e inclusivo.
Una defensa de una democracia valiente y ambidiestra
La cuestión de los recursos para la política exploratoria sigue siendo fundamental. La exploración requiere tiempo, dinero y personal. En un sistema de sobrecarga permanente, estos recursos escasean sistemáticamente. Los ministros y funcionarios públicos están desbordados por las tareas cotidianas. Faltan tiempo y recursos para la reflexión estratégica, el desarrollo de escenarios alternativos y la puesta a prueba de enfoques innovadores. Por lo tanto, una política ambidiestra tendría que crear conscientemente espacios desligados de las presiones operativas. Esto podría lograrse mediante permisos sabáticos para los directivos, la instauración de tiempo específico para la reflexión o la reducción sistemática de las tareas rutinarias a través de la digitalización y la simplificación de la burocracia.
No debe subestimarse el poder de la costumbre. Las instituciones desarrollan rutinas y culturas que escapan al control consciente. Por lo tanto, la política ambidiestra requiere no solo reformas estructurales, sino cambios fundamentales en el ADN organizativo de las instituciones políticas. Se trata de un proceso largo, inherentemente exploratorio. No existe un modelo preestablecido para la política ambidiestra; debe desarrollarse, probarse y adaptarse paso a paso.
La exploración política no es un ejercicio académico, sino un desafío existencial para las democracias modernas. En un mundo de cambios acelerados, múltiples crisis y necesidades de transformación fundamentales, las sociedades ya no pueden permitirse una política centrada únicamente en la explotación. El abandono sistemático de los procesos exploratorios conduce a una erosión gradual de la capacidad de acción. Las sociedades pierden la capacidad de moldear activamente su futuro y se convierten en objetos pasivos de los acontecimientos globales.
Establecer una política ambidiestra es posible, pero requiere valentía. Valentía para la innovación institucional, valentía para delegar poder a estructuras exploratorias, valentía para confrontar los intereses establecidos y valentía para aceptar la incertidumbre. También requiere la voluntad de seguir desarrollando los procesos democráticos sin sacrificar sus principios fundamentales. Una democracia ambidiestra combinaría la capacidad de respuesta a corto plazo a las preferencias del electorado con una gobernanza estratégica a largo plazo. Combinaría la estabilidad de las instituciones establecidas con la flexibilidad de la política experimental. Utilizaría la experiencia científica sin sucumbir a la tecnocracia.
La alternativa a una política ambidiestra es la irrelevancia progresiva. Los sistemas políticos que se limitan a reaccionar en lugar de moldear el futuro pierden su legitimidad. La ciudadanía se aleja de un sistema político que no ofrece respuestas a las preguntas apremiantes del futuro. La confianza en las instituciones democráticas se erosiona cuando se las percibe como incapaces de resolver problemas. La crisis de la democracia en las sociedades occidentales es también una crisis de insuficiente capacidad exploratoria. Los movimientos populistas prometen soluciones fáciles y un retorno a una sensación de seguridad pasada. En cambio, una política ambidiestra reconocería la complejidad, desarrollaría diversas opciones para el futuro y permitiría a la ciudadanía tomar decisiones informadas sobre su futuro común. Esta sería una democracia que estaría a la altura de su responsabilidad con las generaciones futuras.
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