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La Iniciativa del Cinturón Solar de África: el juego de ajedrez geopolítico de China entre el dominio energético y la seguridad de las materias primas

La Iniciativa del Cinturón Solar de África: el juego de ajedrez geopolítico de China entre el dominio energético y la seguridad de las materias primas

La Iniciativa del Cinturón Solar de África: el juego de ajedrez geopolítico de China entre el dominio energético y la seguridad de las materias primas – Imagen: Xpert.Digital

Cuando la exportación tecnológica se convierte en una palanca estratégica – La reorganización de las dependencias globales en la era de la transición energética

Cinturón Solar Africano: La Iniciativa de Cooperación Sur-Sur de China para Combatir el Cambio Climático

El Cinturón Solar Africano es una iniciativa china de cooperación Sur-Sur para combatir el cambio climático, lanzada oficialmente en la primera Cumbre Climática de África en Nairobi, Kenia, en septiembre de 2023. El programa tiene como objetivo ampliar el suministro de energía solar descentralizada en los países africanos, en particular para proporcionar electricidad a zonas rurales sin conexión a la red.

Objetivos y alcance

China ha prometido 100 millones de yuanes (aproximadamente 14 millones de dólares) para equipar al menos 50.000 hogares africanos con sistemas solares domésticos entre 2024 y 2027. El programa representa el cambio estratégico de China hacia proyectos "pequeños y hermosos": iniciativas más pequeñas y descentralizadas centradas en los beneficios sociales, en contraposición a los proyectos tradicionales a gran escala de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta.

La iniciativa pretende no sólo suministrar electricidad a los hogares, sino también equipar instalaciones de infraestructura como escuelas y centros de salud con energía solar, mejorando así las condiciones de vida de la población local.

Países participantes y avances

Desde su lanzamiento, China ha firmado memorandos de entendimiento bilaterales (MOU) con varios países africanos. Entre los países socios se incluyen:

  • Chad: 4.300 sistemas solares
  • Santo Tomé y Príncipe: 3.100 sistemas fotovoltaicos
  • Ir
  • Malí: Instalación de 1.195 sistemas solares domésticos aislados de la red y 200 farolas solares en la aldea de Koniobla
  • Burundi: 4.000 sistemas solares (acordado en la Cumbre del FOCAC de 2024)

China también ha mantenido conversaciones con diez países africanos, entre ellos Kenia, Nigeria, Ghana y Burkina Faso. Se espera que los cinco países con acuerdos firmados proporcionen acceso a la electricidad a aproximadamente 20.000 hogares.

Integración en el contexto más amplio

El Cinturón Solar Africano forma parte de la estrategia más amplia de China para hacer más ecológicas sus inversiones extranjeras en el sector energético. En 2021, China, junto con 53 países africanos y la Unión Africana, se comprometió, en la «Declaración sobre la Cooperación China-África para Combatir el Cambio Climático», a dejar de financiar nuevos proyectos de energía a carbón en el extranjero y, en su lugar, a aumentar la inversión en energías limpias en África.

Las empresas chinas ya han instalado más de 1,5 gigavatios de plantas fotovoltaicas en África. Entre los proyectos más emblemáticos se incluyen la planta solar de 50 MW en Garissa (Kenia), que genera más de 76 millones de kWh al año, y el proyecto de 100 MW en Kabwe (Zambia), el mayor de su tipo en el país.

Cinturón Solar Africano: El turbo para la transición energética de África y China

A pesar del potencial, tanto China como sus socios africanos enfrentan importantes desafíos de implementación. Los expertos señalan dificultades como la falta de datos fiables para identificar la demanda de electricidad, el desarrollo de modelos de negocio sostenibles para proyectos descentralizados de energía renovable y el desarrollo de capacidades técnicas locales para la operación y el mantenimiento.

Sin embargo, el mercado solar de África está mostrando un crecimiento considerable: en 2024 se instalaron 2,4 GW de nueva capacidad solar y se espera un aumento del 42% para 2025. El continente cuenta con el 60% de los mejores recursos solares del mundo, pero actualmente utiliza solo una fracción de este potencial: en 2023, solo el 3% de la generación de electricidad provino de energía solar.

El Cinturón Solar de África representa un paso importante para liberar el enorme potencial solar de África y al mismo tiempo abordar la pobreza energética: alrededor de 600 millones de personas en el continente viven actualmente sin acceso a la electricidad.

La ofensiva energética de China en África: el marco estratégico de un cambio de poder global

La transición energética global ha abierto un nuevo escenario geopolítico en el que China desempeña un papel dominante. El Cinturón Solar Africano, anunciado oficialmente en la primera Cumbre Climática Africana de 2023, representa mucho más que un proyecto filantrópico de protección climática. Con un compromiso inicial de 100 millones de yuanes para la electrificación de 50.000 hogares africanos mediante sistemas solares aislados entre 2024 y 2027, China está estableciendo una narrativa estratégica que entrelaza tres objetivos económicos fundamentales: el desarrollo de nuevos mercados de venta para una industria solar con sobrecapacidad, la obtención a largo plazo de materias primas esenciales para su propia transición energética y la consolidación de esferas de influencia geopolítica en un orden mundial multipolar.

La magnitud de esta estrategia solo se comprende en el contexto de la crisis de sobrecapacidad de China. A finales de septiembre de 2025, la industria solar china alcanzó una capacidad de producción instalada de 1,1 teravatios, aproximadamente 1,5 veces la demanda máxima total de la red eléctrica estadounidense. Esta drástica sobreproducción, impulsada por años de subsidios gubernamentales y directrices de política industrial, provocó un desplome de más del 30 % en los precios de los módulos solares en 2024 y pérdidas colectivas de los seis mayores fabricantes chinos de energía solar por valor de 2.800 millones de dólares solo en el primer semestre de 2025. En este contexto, África se está convirtiendo en una salida indispensable para los excedentes de exportación chinos: entre junio de 2024 y junio de 2025, el continente importó paneles solares con una capacidad de 15 gigavatios de China, lo que supone un aumento del 60 % con respecto al año anterior.

Al mismo tiempo, China ya controla 15 de las 17 minas de cobalto y cobre en la República Democrática del Congo, ha invertido más de 4.500 millones de dólares en proyectos de litio en Zimbabue, Malí y Namibia desde 2021, y domina el 72 % del mercado mundial de cobalto y entre el 60 % y el 70 % del procesamiento de litio y grafito. Esta integración vertical de la extracción de materias primas, el procesamiento y la fabricación del producto final crea una cadena de dependencia que va mucho más allá de los patrones tradicionales de extracción colonial y establece una nueva forma de hegemonía tecnoindustrial.

Adecuado para:

Líneas históricas de desarrollo: De la Iniciativa del Cinturón y la Ruta a la Alianza para el Desarrollo Verde

Las raíces del Cinturón Solar de África se encuentran en la Iniciativa del Cinturón y la Ruta, lanzada en 2013, que invirtió más de un billón de dólares estadounidenses en proyectos de infraestructura en más de 150 países hasta 2024. En África, estas inversiones se centraron inicialmente en proyectos de combustibles fósiles a gran escala: entre 2000 y 2021, los bancos de políticas de China (el Banco de Exportación e Importación de China y el Banco de Desarrollo de China) otorgaron 182 mil millones de dólares estadounidenses en préstamos, de los cuales el 15 por ciento se destinó a proyectos de combustibles fósiles y el 12 por ciento a plantas hidroeléctricas, mientras que menos del uno por ciento se destinó a energía solar y eólica.

El punto de inflexión decisivo se produjo en 2021, cuando el presidente Xi Jinping anunció el fin de la financiación china a las centrales eléctricas de carbón en el extranjero. Este anuncio se debió menos a una repentina percepción ecológica que a la confluencia de varios factores: las críticas internacionales al historial climático de China, la creciente paridad de costes de las energías renovables, el endeudamiento excesivo de varios países socios africanos y la necesidad estratégica de desarrollar nuevos mercados para el exceso de capacidad nacional. La Declaración sobre la Cooperación China-África para Combatir el Cambio Climático, adoptada en 2021 por China, 53 Estados africanos y la Unión Africana, marcó la transición formal hacia una Asociación para el Desarrollo Verde.

En el Foro de Cooperación China-África 2024, celebrado en Pekín, este reajuste se vio corroborado por un compromiso de financiación de 50.700 millones de dólares para el período 2024-2027, que, sin embargo, se desvió significativamente de los compromisos anteriores: la proporción de préstamos puros se redujo en favor de una combinación de financiación del comercio, inversión corporativa directa y asistencia específica para el desarrollo. Este cambio refleja tanto la propia desaceleración económica de China (el crecimiento del PIB cayó de tasas de dos dígitos en la década de 2000 a menos del 5 % en 2024) como las lecciones aprendidas de importantes proyectos fallidos, como el ferrocarril Adís Abeba-Yibuti de Etiopía, que, con un coste total de 4.000 millones de dólares, nunca llegó a ser rentable y dio lugar a prolongadas negociaciones de reestructuración de la deuda.

El desarrollo histórico de la participación de China en África puede así caracterizarse como una evolución desde la extracción orientada a los recursos a la megainfraestructura financiada con deuda y luego a una estrategia híbrida que combina proyectos de menor escala con penetración industrial a largo plazo.

Mecanismos económicos: actores, incentivos y dinámica del sistema

El modelo económico que sustenta el Cinturón Solar de China se basa en una compleja constelación de actores y estructuras de incentivos que combinan la orientación estatal con la expansión del sector privado. En el lado chino, existen tres actores principales: bancos estatales, como el Banco de Exportación e Importación de China, que financian proyectos a gran escala con préstamos concesionales, mientras que corporaciones estatales como PowerChina, China Jiangxi Corporation y CMOC se encargan de la implementación técnica y se están diversificando cada vez más hacia la extracción de materias primas. Empresas privadas como LONGi, JA Solar y Trina Solar dominan la producción de módulos y, ante la reducción de los márgenes internos, buscan activamente mercados extranjeros.

En el lado africano, el abanico de actores varía considerablemente: mientras que países como Marruecos, Sudáfrica y Egipto han establecido ministerios de energía, autoridades reguladoras y servicios públicos parcialmente privatizados, el África subsahariana a menudo carece de la capacidad institucional para negociar estructuras de financiación complejas. Actualmente se construyen proyectos solares con una capacidad total de nueve gigavatios en 45 de los 54 países africanos, y cinco países —Argelia, Angola, Egipto, Sudáfrica y Zambia— representan el 70 % de esta capacidad.

Los mecanismos de mercado de esta expansión siguen un patrón específico: China ofrece paquetes integrales que combinan financiación, tecnología, construcción y, a menudo, operaciones, un modelo que los competidores occidentales rara vez pueden replicar. Estos paquetes suelen ofrecerse con condiciones preferenciales —con tipos de interés de entre el 2 % y el 4 % y plazos de 15 a 20 años—, pero suelen estar vinculados a contratistas y equipos chinos y contienen cláusulas opacas sobre seguridad y resolución de disputas.

Los impulsores económicos del lado chino son evidentes: en primer lugar, la exportación de capacidad productiva excedente permite la estabilización de las empresas y los empleos nacionales. En segundo lugar, los proyectos de infraestructura garantizan derechos de acceso a largo plazo a las materias primas, a menudo mediante préstamos respaldados por recursos, cuyo reembolso se realiza con petróleo, cobre o litio. En tercer lugar, la dependencia tecnológica de los sistemas energéticos africanos de los estándares, patentes y repuestos chinos crea relaciones comerciales duraderas.

En África, tres factores principales impulsan la demanda: primero, la enorme brecha de electrificación: 600 millones de personas, el 43 % de la población, viven sin acceso a la electricidad, con déficits especialmente drásticos en el África subsahariana, donde vive el 85 % de la población mundial sin acceso a la electricidad; segundo, la infrafinanciación estructural del sector energético, con los donantes occidentales tradicionales y los bancos multilaterales reduciendo sus compromisos tras la crisis financiera de 2008; y tercero, los compromisos de política climática asumidos en el marco del Acuerdo de París y la Agenda 2063 de la Unión Africana, que establecen objetivos ambiciosos para las energías renovables sin proporcionar los instrumentos de financiación adecuados.

La dinámica sistémica de este acuerdo genera ciclos de retroalimentación tanto positivos como negativos: los efectos positivos se derivan de las rápidas reducciones de costos (los precios de los paneles solares han caído más del 90 % desde 2010, lo que hace viables los proyectos incluso en regiones con escasez de capital). Las dinámicas negativas surgen de la aparición de efectos de dependencia tecnológica que dificultan la diversificación posterior, así como de la acumulación de deuda pública, que en varios casos ya ha provocado crisis de reestructuración de la deuda.

Situación actual: datos, indicadores y retos estructurales

La evaluación cuantitativa del Cinturón Solar Africano revela tanto una dinámica de crecimiento impresionante como problemas estructurales persistentes. Entre 2020 y 2024, se identificaron 84 proyectos energéticos financiados o construidos por China en África, con una capacidad total de más de 32 gigavatios e inversiones de al menos 33 000 millones de dólares. Estos proyectos están distribuidos geográficamente en 30 países, con enfoques regionales en Sudáfrica (35 proyectos), África Occidental (22), África Oriental (16), África Central (6) y África del Norte (5).

La distribución tecnológica muestra un claro predominio de las energías renovables: la hidroeléctrica y la solar lideran la cartera, complementadas con gas, eólica, carbón, geotermia, biomasa y sistemas experimentales de energía undimotriz. El rápido aumento de proyectos solares puros es notable: en 2024, se instalaron 2,5 gigavatios de capacidad solar en el continente, y se prevé un aumento de 3,4 gigavatios para 2025, un incremento del 42 %. Para 2028, se espera que la capacidad solar instalada en África supere los 23 gigavatios, más del doble.

Las balanzas comerciales ilustran la asimetría económica de la relación: el comercio bilateral entre China y África alcanzó un volumen de 222 000 millones de dólares estadounidenses en los primeros ocho meses de 2025, lo que representa un aumento del 15,4 % con respecto al mismo período del año anterior. Sin embargo, las exportaciones chinas a África aumentaron un 24,7 %, hasta los 140 790 millones de dólares estadounidenses, mientras que las exportaciones africanas a China aumentaron tan solo un 2,3 %, hasta los 81 250 millones de dólares estadounidenses. Esto resultó en un déficit comercial de 59 550 millones de dólares estadounidenses para África en tan solo ocho meses, casi equivalente al déficit general de 61 930 millones de dólares estadounidenses de 2024.

El aspecto de las materias primas ilustra las prioridades estratégicas de China: en 2020, China importó el 90 % de su cobalto de la República Democrática del Congo, y para 2024, Costa de Marfil se convirtió en el tercer mayor proveedor de mineral de níquel de China. En Zimbabue, que posee las mayores reservas de litio de África y las quintas del mundo, empresas chinas como Zhejiang Huayou Cobalt, Sinomine Resource Group y Chengxin Lithium Group han invertido más de mil millones de dólares estadounidenses desde 2021. Tan solo la mina de litio de Goulamina en Mali, operada por Gangfeng Lithium, inició su producción a finales de 2024 con una capacidad anual prevista de 506 000 toneladas de concentrado de litio en la primera fase, ampliable a un millón de toneladas.

Los desafíos se manifiestan en varios niveles: en primer lugar, a pesar de las enormes inversiones, las tasas de electrificación siguen siendo bajas: 18 de los 20 países menos electrificados del mundo se encuentran en África, y en algunos estados menos del 10 % de la población tiene acceso a la electricidad. En segundo lugar, en el África subsahariana, el crecimiento demográfico supera el progreso de la electrificación, de modo que el número absoluto de personas sin acceso a la electricidad prácticamente se ha estancado, pasando de 569 millones en 2010 a 571 millones en 2022. En tercer lugar, muchos proyectos fracasan debido a su viabilidad económica: el ferrocarril de ancho estándar de Kenia, por ejemplo, no genera suficientes ingresos para cubrir los costos operativos, y mucho menos para atender su préstamo de 3600 millones de dólares.

La situación de la deuda se agrava en paralelo: la deuda pública externa de África aumentó de 305 000 millones de dólares en 2010 a 702 000 millones de dólares en 2020, representando del 24 % al 40 % del PIB regional. Se estima que la participación de China es del 12 %, con un volumen total de préstamos de 182 000 millones de dólares entre 2000 y 2023. Sin embargo, muchos de estos préstamos están estructurados de forma poco transparente, utilizan las exportaciones de materias primas como garantía y contienen cláusulas que dificultan la reestructuración de la deuda con instituciones multilaterales.

Estudios de caso comparativos: trayectorias de desarrollo divergentes en Kenia, Marruecos y Etiopía

Un análisis detallado de las diferentes trayectorias de desarrollo en la integración de las inversiones solares chinas revela la importancia de los marcos institucionales, la priorización estratégica y el poder de negociación para el resultado de dichas asociaciones.

Kenia representa un caso comparativamente exitoso de política energética adaptativa. El país genera el 87 % de su electricidad a partir de fuentes renovables, y la energía eólica, solar y geotérmica satisfacen la totalidad del crecimiento de la demanda desde 2018. El proyecto insignia, la planta de energía solar Garissa de 55 megavatios, fue construida en 2018 por China Jiangxi Corporation por 136 millones de dólares y financiada por el Banco de Exportación e Importación de China. La planta abarca 85 hectáreas, abastece a 70 000 hogares y es la planta de energía solar conectada a la red más grande de África Oriental y Central. Entre 2010 y 2024, se implementaron 44 proyectos energéticos chinos en Kenia, principalmente en la construcción de líneas de transmisión y capacidad de generación. Kenia evitó en gran medida los proyectos de combustibles fósiles a gran escala y se centró en soluciones renovables descentralizadas que facilitan la electrificación rural.

El éxito de Kenia se basa en varios factores: una ambiciosa estrategia energética nacional, iniciada con el programa geotérmico en 2006, una autoridad reguladora eficaz y una estructura diversa de donantes que facilita la negociación. Sin embargo, en 2024, Kenia importó de China el 96 % de sus paneles solares, el 81 % de sus baterías de iones de litio y el 21 % de sus vehículos eléctricos, lo que demuestra una importante dependencia tecnológica.

Marruecos sigue una estrategia fundamentalmente diferente, orientada a la soberanía tecnológica y el liderazgo regional. El país ocupa el segundo lugar en África en proyectos de energía renovable y aspira a que más del 50 % de su matriz energética provenga de renovables para 2025 y el 80 % para 2030. El complejo solar Noor-Ouarzazate, una de las mayores centrales termosolares del mundo, con 580 megavatios, abastece a 1,3 millones de hogares, da servicio a dos millones de personas y elimina 800.000 toneladas de emisiones de CO2 al año. Fundamentalmente, Marruecos apostó deliberadamente por la diversificación tecnológica en el proyecto Noor, colaborando con consorcios españoles, alemanes y saudíes, en lugar de depender exclusivamente de proveedores chinos.

El enfoque de Marruecos combina la energía termosolar a gran escala con la energía eólica (el parque eólico Jbel Lahdid añadió 270 megavatios en 2024) y ambiciosos proyectos de exportación como el cable Xlinks al Reino Unido, que transportará la energía solar y eólica marroquí a Europa mediante un cable submarino de 3.800 kilómetros. Esta estrategia refleja la ventaja geográfica de Marruecos, sus vínculos históricos con Europa y su posicionamiento consciente como puente energético entre África y Europa.

Etiopía, por otro lado, ilustra los riesgos de una expansión precipitada financiada con deuda. China invirtió más de cuatro mil millones de dólares estadounidenses en el sector energético etíope entre 2011 y 2018, lo que representa más del 50 % de la nueva capacidad de generación. Las energías renovables representan ahora el 90 % de la capacidad instalada de Etiopía, frente al 33 % en 2010. Empresas chinas financiaron y construyeron grandes presas hidroeléctricas y parques eólicos, incluida la Gran Presa del Renacimiento Etíope, de 6450 megavatios, el mayor proyecto hidroeléctrico de África.

Sin embargo, el endeudamiento agresivo condujo a una crisis de deuda: Etiopía adeuda aproximadamente 30 000 millones de dólares a diversos acreedores, y el FMI considera que la sostenibilidad de su deuda es insatisfactoria. El gobierno etíope se vio obligado a declarar el impago en 2020 y, desde entonces, ha estado inmerso en prolongadas negociaciones de reestructuración de la deuda en el marco del Marco Común del G20, mientras que China se resistió inicialmente a un generoso alivio de la deuda. Al mismo tiempo, la transformación económica prevista mediante el acceso a la energía no alcanzó los niveles proyectados debido a la falta de industrialización y reformas de mercado que la acompañaran.

La comparación de estos tres casos demuestra que la gestión exitosa de las inversiones energéticas chinas requiere capacidad institucional, diversificación estratégica y evaluaciones realistas de viabilidad económica. Los países que integran las inversiones chinas en estrategias nacionales de desarrollo más amplias y buscan socios alternativos obtienen mejores resultados que aquellos que, de forma oportunista, aceptan volúmenes máximos de préstamos sin una capacidad de absorción adecuada ni estrategias de reembolso.

 

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Cinturón Solar de África: la energía verde de China: ¿oportunidad o trampa?

Riesgos, distorsiones y asimetrías estructurales de poder

Las contradicciones fundamentales del Cinturón Solar Africano de China se manifiestan en los niveles económico, social y ecológico y plantean preguntas fundamentales sobre la naturaleza de esta asociación para el desarrollo.

El debate sobre la trampa de la deuda domina el debate crítico. Si bien funcionarios chinos y algunos investigadores argumentan que China posee solo el 12 % de la deuda externa de África —en comparación con el 35 % de los acreedores privados occidentales—, exagerando así la narrativa de la trampa de la deuda, esta perspectiva ignora varias dimensiones problemáticas. En primer lugar, los préstamos chinos suelen estructurarse de forma poco transparente, utilizan términos contractuales no públicos, incluyen cláusulas de renuncia a la soberanía en la resolución de disputas y utilizan activos estratégicos como puertos o minas como garantía. En segundo lugar, los préstamos a menudo se otorgan sin análisis rigurosos de sostenibilidad de la deuda, como los que utilizan las instituciones multilaterales, lo que provoca que países con niveles de deuda ya elevados acumulen cargas adicionales.

En tercer lugar, los casos de reestructuración de deuda bajo el Marco Común del G20 demuestran que los acreedores chinos aceptan condiciones significativamente menos generosas que los miembros tradicionales del Club de París, lo que retrasa la recuperación de los países endeudados. Los casos de Zambia y Etiopía documentan años de negociaciones estancadas, ya que China exigió inicialmente un trato comparable al de los bancos multilaterales de desarrollo, una postura que ignora las diferencias fundamentales en los mandatos y las estructuras de riesgo.

Adecuado para:

La dimensión social de los proyectos energéticos chinos plantea importantes interrogantes. Las violaciones de los derechos laborales, las inadecuadas normas de salud y seguridad, y la falta de empleo local han sido críticas recurrentes. Los proyectos hidroeléctricos de Zambia financiados por China han sido objeto de protestas de los trabajadores zambianos por las malas condiciones laborales. Análisis sistemáticos muestran que solo se han creado 76.000 empleos en el sector de las energías renovables en África, menos del 1% de los 10,3 millones de empleos que existen en el sector a nivel mundial. Esto refleja la práctica de importar trabajadores chinos para puestos clave y utilizar a los empleados locales principalmente para trabajos no cualificados.

La Agencia Internacional de la Energía predice que África subsahariana necesitará cuatro millones de nuevos empleos en el sector de las energías renovables para 2030 con el fin de alcanzar los objetivos de cero emisiones netas para 2050. Sin embargo, existe una grave escasez de trabajadores cualificados, y los programas de formación existentes están fragmentados y carecen de financiación suficiente. Las políticas de contenido local, como las consagradas en la Ley de Electricidad de Nigeria de 2023, que exigen la participación local en la producción y el montaje de paneles solares, baterías y componentes eólicos, son la excepción. Su aplicación suele fracasar debido a la falta de capacidad administrativa y a la escasez de proveedores locales capaces de cumplir con los estándares chinos de calidad y costes.

La huella ecológica de los proyectos chinos a gran escala es ambivalente. Si bien las centrales solares son, por definición, de bajas emisiones, los megaproyectos hidroeléctricos causan importantes daños ambientales y sociales: reubicaciones forzadas, destrucción de ecosistemas, alteración de los sistemas hidrológicos y conflictos transfronterizos por los recursos hídricos. La Gran Presa del Renacimiento Etíope, por ejemplo, desencadenó un conflicto de años con Egipto, país que depende del Nilo y teme una amenaza existencial para su suministro de agua.

La extracción de materias primas para la propia transición energética de China genera cargas ecológicas adicionales en África: las minas de cobalto en la República Democrática del Congo suelen operar sin la normativa ambiental adecuada, contaminando el agua y el suelo con metales pesados. La minería de litio en Zimbabue requiere grandes cantidades de agua en regiones ya de por sí escasas. La ironía de que la transición energética verde de China en África perpetúe las prácticas de extracción ilegales es un tema cada vez más abordado por grupos ambientalistas.

La dimensión geopolítica se manifiesta en la dependencia tecnológica y la vulnerabilidad estratégica. Los sistemas energéticos africanos que dependen de componentes, software, mantenimiento y repuestos chinos crean dependencias a largo plazo difíciles de diversificar. Las normas y patentes incorporadas a estos sistemas pueden encarecer o incluso imposibilitar futuras expansiones o integraciones con tecnología no china. En caso de conflicto —por ejemplo, tensiones sobre Taiwán o disputas territoriales marítimas en el Mar de China Meridional—, China podría, en teoría, interrumpir las cadenas de suministro o retirar el apoyo técnico, poniendo en peligro la seguridad energética de África.

Los déficits de transparencia y gobernanza son estructurales. El principio de no condicionalidad de China —la promesa de no exigir reformas políticas o económicas, como hacen los donantes occidentales— suele ser presentado como una ventaja por los gobiernos africanos. Sin embargo, esta postura también facilita la cooperación con regímenes autoritarios sin rendición de cuentas, lo que fomenta la corrupción, la malversación de fondos y la perpetuación de las élites extractivas. En Zimbabue, por ejemplo, los ingresos del litio se destinan principalmente a la élite gobernante de la ZANU-PF, mientras que la población apenas se beneficia.

Caminos de desarrollo y escenarios disruptivos

El desarrollo futuro del Cinturón Solar de África estará determinado por la interacción de factores tecnológicos, económicos, geopolíticos y climáticos, que permiten varios escenarios alternativos.

El escenario base de expansión gradual proyecta una continuación de las tendencias existentes: China consolida su posición como proveedor dominante de tecnología solar, financiación y construcción en África, con una capacidad instalada que aumenta de 50 a 70 gigavatios para 2030. África continúa importando principalmente productos terminados, mientras que la capacidad de fabricación local sigue siendo marginal y se limita a las operaciones de ensamblaje. Las tasas de electrificación aumentan lentamente, pero no alcanzan el Objetivo de Desarrollo Sostenible 7.1.1 de electricidad universal para 2030, con entre 400 y 500 millones de personas aún sin acceso. El acceso de China a las materias primas se está fortaleciendo mediante nuevas adquisiciones en litio, cobalto y tierras raras, y la integración vertical, desde la mina hasta la batería y el vehículo eléctrico, está casi completa.

Este escenario implica un creciente déficit comercial africano con China, la perpetuación de patrones de extracción de materias primas sin un valor añadido significativo y un creciente efecto de bloqueo tecnológico. Geopolíticamente, fortalecería la influencia china en foros multilaterales, ya que los Estados africanos económicamente dependientes respaldarían las posturas de China sobre Taiwán, los derechos humanos o las disputas territoriales.

Un escenario de diversificación se daría si los actores occidentales invirtieran sustancialmente en África y crearan alternativas genuinas a las ofertas chinas. La Iniciativa Global Gateway de la UE prometió 300 000 millones de euros para infraestructura en países en desarrollo, con especial atención a África. La Iniciativa Power Africa de EE. UU. y la Corporación Financiera de Desarrollo podrían expandirse bajo presión geopolítica. Si estas promesas se materializaran —históricamente, los compromisos occidentales en materia de infraestructura suelen estar infrafinanciados y retrasados ​​burocráticamente—, África podría elegir entre ofertas competitivas, negociar mejores condiciones y lograr la diversificación tecnológica.

Sin embargo, esto requeriría que las ofertas occidentales fueran competitivas en precio, lo cual es difícil dados los mayores costos laborales y de capital en Europa y América del Norte, y que replicaran los paquetes integrados de financiación, construcción y operación que constituyen la ventaja competitiva de China. Japón, Corea del Sur, India y los países del Golfo también podrían surgir como socios alternativos, especialmente en áreas tecnológicas como el hidrógeno o los sistemas avanzados de baterías.

Un escenario de industrialización africana surgiría si los países africanos, de forma colectiva y estratégicamente coordinada, insistieran en la creación de valor local. El Área de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA), en funcionamiento desde 2021, crea teóricamente un mercado único de 1.300 millones de personas con un PIB de 3,4 billones de dólares. Si este mercado estuviera verdaderamente integrado, podría generar economías de escala que viabilizarían la fabricación local de paneles solares, baterías y componentes.

Nigeria ya está demostrando que la fabricación local de energía solar puede ser un 4 % más barata que las importaciones chinas cuando se aplican aranceles y se utilizan materias primas locales. Los bajos costos de la electricidad industrial en Etiopía (2,7 centavos de dólar estadounidense por kilovatio-hora) ofrecen ventajas competitivas para las etapas de producción con alto consumo energético, como la fabricación de obleas. La planta Seraphim de 300 megavatios de Sudáfrica demuestra su viabilidad técnica. Si los países africanos impusieran restricciones a la exportación de minerales críticos sin procesar, como hizo Zimbabue con el litio crudo en 2022, podrían obligar a China a procesarlos localmente.

Sin embargo, materializar este escenario requiere inversiones masivas en educación técnica, infraestructura industrial e investigación, así como superar la fragmentación de las políticas nacionales en favor de la coordinación regional. Históricamente, las iniciativas de integración africana han sido en gran medida decepcionantes, ya que las élites existentes se benefician del statu quo de las exportaciones de materias primas sin los riesgos de la transformación industrial.

Un escenario de crisis podría desencadenarse por diversas perturbaciones: una recesión mundial o una crisis financiera china reducirían drásticamente los flujos de crédito a África. Una escalada del conflicto de Taiwán o las tensiones en el Mar de China Meridional podrían dar lugar a sanciones occidentales contra las exportaciones de tecnología china, lo que desestabilizaría los sistemas energéticos africanos. Los fenómenos extremos relacionados con el cambio climático (sequías, inundaciones o ciclones acelerados) podrían hacer que los proyectos a gran escala no sean rentables y desencadenar crisis de deuda. Una disrupción tecnológica, como los avances en las células solares de perovskita, que pueden producirse de forma descentralizada y con baja inversión de capital, podría socavar el dominio chino y facilitar la autosuficiencia africana.

Se produciría un escenario de choque de sistemas si el Sur Global, liderado por China, estableciera un modelo de desarrollo alternativo que rechazara explícitamente las normas occidentales de gobernanza, transparencia y derechos humanos. La retórica china de un sistema multipolar, la Iniciativa de Desarrollo Global y la Iniciativa de la Franja y la Ruta como contramodelo al neoliberalismo occidental está cobrando fuerza en África, en particular a la luz de la explotación histórica a través del colonialismo y los programas de ajuste estructural del FMI. Si esta brecha se profundizara, podrían surgir estándares tecnológicos, sistemas financieros y bloques comerciales paralelos, lo que complicaría significativamente la cooperación global en materia de protección climática y desarrollo.

Adecuado para:

Opciones para una asociación energética más sostenible

El análisis del Cinturón Solar de África revela la necesidad de realizar correcciones sustanciales en el rumbo de todas las partes para aprovechar el potencial positivo y minimizar los riesgos identificados.

Los gobiernos africanos y la Unión Africana necesitan una estrategia de negociación coordinada. La creación de una plataforma de negociación conjunta bajo el paraguas de la UA, similar al Club de París de acreedores, aunaría el poder de negociación y evitaría dinámicas de competencia a la baja, en las que los países aceptan condiciones menos favorables por temor a perder inversiones a favor de los países vecinos. Los requisitos mínimos estandarizados para los acuerdos de préstamo —cláusulas de transparencia, evaluaciones de sostenibilidad de la deuda, cuotas de contenido local y estándares ambientales y sociales— deberían aplicarse colectivamente.

La implementación y aplicación de políticas sólidas de contenido local es crucial. La Ley de Electricidad de Nigeria de 2023 ofrece un modelo que merece ser ampliado: regulaciones para la participación local en la fabricación, instalación, mantenimiento y operación de sistemas solares, combinadas con inversiones en capacitación técnica e investigación. El establecimiento de centros regionales de excelencia en tecnología fotovoltaica, sistemas de baterías e integración en la red eléctrica podría acelerar la transferencia de conocimientos y reducir la dependencia de expertos externos.

Para China, esto crea incentivos económicos a largo plazo y a nivel de reputación para cambios de política. Mejorar la transparencia de los acuerdos de préstamo, participar en iniciativas multilaterales de alivio de la deuda en condiciones comparables a las de los donantes tradicionales e integrar estándares ambientales y sociales sólidos en todos los proyectos disiparía las críticas y facilitaría colaboraciones más sostenibles. El cambio ya anunciado hacia proyectos pequeños y atractivos debería intensificarse y complementarse con una auténtica transferencia de tecnología: empresas conjuntas con empresas locales que no solo ensamblen, sino que también diseñen e innoven, colaboraciones en investigación y la localización gradual de las etapas de producción.

China podría aumentar significativamente su poder blando contribuyendo proactivamente a la solución del déficit de electrificación de África, no principalmente mediante proyectos a gran escala para centros urbanos e industrias, sino mediante soluciones escalables fuera de la red para los 450 millones de africanos rurales sin acceso a la electricidad. El anuncio de 100 millones de yuanes para 50.000 hogares en el Cinturón Solar Africano es, en efecto, simbólico, dado un déficit de 600 millones de personas. Un aumento de diez veces en este programa, hasta alcanzar los 1.000 millones de yuanes, beneficiaría a 500.000 hogares, que aún representan solo el 0,3 % de los afectados, pero tendría un impacto financiero mínimo en China y un impacto máximo en la calidad de vida local y la imagen del país.

Para los actores occidentales y las instituciones multilaterales, las conclusiones implican la necesidad de ofrecer alternativas creíbles, no solo retóricas. El Portal Global de la UE y la iniciativa estadounidense "Reconstruir un Mundo Mejor" deben pasar de los anuncios a la implementación de proyectos, con condiciones competitivas y procesos de aprobación acelerados. Integrar la financiación para el desarrollo con el acceso al comercio —como la ampliación de las preferencias "todo menos armas" para productos manufacturados de tecnología verde procedentes de África— promovería la industrialización africana.

Como se ha comentado ocasionalmente, los formatos de cooperación trilateral entre China, actores occidentales y África podrían aunar experiencia y recursos: China suministraría hardware rentable, Europa proporcionaría normas y regulaciones, y África proporcionaría mercados y materias primas, todo ello integrado en estructuras de gobernanza transparentes y multipartitas. Los proyectos piloto en este formato podrían demostrar que la cooperación es posible a pesar de las tensiones geopolíticas y que es más beneficiosa que la competencia de suma cero.

Se abren oportunidades estratégicas para inversores y empresas en segmentos nicho: tecnologías avanzadas de baterías, software de integración en la red, hidrógeno verde, soluciones de economía circular para módulos solares, productos financieros especializados y seguros para energías renovables en mercados fronterizos. El rápido crecimiento de los mercados solares africanos —proyectado en un 42 % para 2025— indica un atractivo potencial de rentabilidad para las empresas con tolerancia al riesgo.

El desafío fundamental sigue siendo la transformación de un modelo extractivo a uno generativo que transforme las materias primas y los recursos solares africanos en creación de valor sostenible, desarrollo industrial y prosperidad generalizada, en lugar de generar nuevas dependencias. El Cinturón Solar Africano puede ser un catalizador para esta transformación si todas las partes interesadas reconocen la necesidad de una colaboración genuina que trascienda los intereses particulares a corto plazo. De lo contrario, se corre el riesgo de perpetuar patrones históricos de extracción neocolonial disfrazados de tecnología verde, con consecuencias desestabilizadoras a largo plazo para África, China y el régimen climático global.

 

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Konrad Wolfenstein

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