Multas de la UE 2018: un precedente para la economía
La estrategia fiscal de Google y las sanciones de la UE: un análisis exhaustivo de la regulación de los gigantes tecnológicos
En los últimos años, la Unión Europea se ha posicionado como un contrapeso crucial a las empresas tecnológicas estadounidenses dominantes. El año 2018 fue especialmente significativo, ya que Google —o más precisamente, su empresa matriz, Alphabet— tuvo que pagar más en multas europeas que en impuestos a nivel mundial. Este desequilibrio pone de relieve la tensión entre las estrategias de optimización fiscal de las multinacionales, orientadas a la obtención de beneficios, y los esfuerzos de la Comisión Europea por garantizar una competencia leal y unas contribuciones fiscales adecuadas. Las multas récord impuestas a Google marcan un punto de inflexión en la historia de la regulación digital y representan una intervención sin precedentes en las prácticas comerciales de los gigantes tecnológicos, con consecuencias de gran alcance para toda la industria.
La evolución de los procedimientos antimonopolio de la UE contra los gigantes tecnológicos
Los inicios de la regulación de la UE en el sector tecnológico
La historia de los procedimientos antimonopolio de la UE contra empresas tecnológicas no comenzó con Google. Ya a principios del siglo XXI, Microsoft estuvo bajo la lupa de las autoridades europeas de competencia. La Comisión Europea, bajo la dirección de la entonces comisaria de Competencia, Neelie Kroes, examinó al gigante del software por su posición dominante en el mercado del sistema operativo Windows e Internet Explorer. En 2004, la Comisión multó a Microsoft con 497 millones de euros y le ordenó ofrecer una versión de su sistema operativo sin el Media Player preinstalado.
Estas disputas iniciales entre la UE y Microsoft sentaron las bases para una regulación posterior, aún más intensiva, de las empresas tecnológicas. La Comisión Europea se consolidó como la principal autoridad reguladora en la economía digital mucho antes de que otras regiones actuaran con similar determinación. El éxito de estas medidas permitió a la Comisión profundizar su experiencia en la evaluación de modelos de negocio digitales complejos y desarrollar un marco regulatorio que posteriormente pudiera aplicarse también a otras empresas tecnológicas.
Los crecientes problemas de Google con la autoridad antimonopolio de la UE
Con el creciente dominio de Google en el mercado europeo, las autoridades de competencia de la UE cambiaron su enfoque. Bajo el liderazgo de Margrethe Vestager, quien asumió el cargo de Comisaria de Competencia de la UE en 2014, la Comisión intensificó sus investigaciones sobre Google. La política danesa se hizo conocida rápidamente por su enfoque inflexible en la regulación de las grandes empresas tecnológicas y no dudó en imponer multas sin precedentes.
La primera multa importante contra Google llegó en junio de 2017. La Comisión Europea impuso una multa de 2.400 millones de euros por prácticas anticompetitivas en relación con Google Shopping. La investigación reveló que Google dio un trato preferencial a su propia plataforma de comparación de precios en los resultados de búsqueda y desfavoreció sistemáticamente a los servicios de la competencia. La Comisión concluyó que Google abusó de su posición dominante en el mercado de las búsquedas en internet para obtener una ventaja injusta en otro mercado: el de los servicios de comparación de precios.
Pero esto fue solo el comienzo de una serie de sanciones contra el gigante de los motores de búsqueda. En julio de 2018, la Comisión Europea impuso su multa más alta hasta la fecha: 4.300 millones de euros por prácticas anticompetitivas relacionadas con el sistema operativo Android. La Comisión determinó que Google había impuesto restricciones ilegales a los fabricantes de dispositivos Android y a los operadores de redes móviles para consolidar su posición dominante en el mercado. Estas incluían la obligación de preinstalar la Búsqueda de Google y el navegador Chrome, así como restricciones al desarrollo de versiones alternativas de Android.
La multa récord de 2018 y su impacto financiero
La magnitud de la penalización de Android en comparación
La multa de 4.300 millones de euros (aproximadamente 5.100 millones de dólares) impuesta a Google por las prácticas de Android superó con creces cualquier sanción previa en materia de competencia impuesta por la Comisión Europea. A modo de comparación, la multa récord anterior impuesta a Intel en 2009 fue de 1.060 millones de euros. La cuantía de la sanción contra Google reflejó no solo la gravedad de las infracciones detectadas, sino también el tamaño económico y la solidez financiera de la empresa.
Cabe destacar que la multa impuesta a Google en 2018 fue mayor que el total de impuestos sobre la renta que la empresa tuvo que pagar a nivel mundial. Este hecho pone de relieve la discrepancia entre el poder económico de la corporación y sus contribuciones fiscales. Si bien Google generó miles de millones en ganancias, logró reducir significativamente su carga fiscal mediante una astuta planificación fiscal internacional, un fenómeno observado no solo en Google, sino también en muchas multinacionales tecnológicas.
Las estrategias fiscales de Google y sus críticas
La tasa impositiva efectiva de Google cayó a un sorprendentemente bajo 12% en 2018. Esto se debió en parte a la "Ley de Reducción de Impuestos y Empleos" de la administración Trump, que redujo significativamente los impuestos corporativos en EE. UU. Sin embargo, incluso antes de esta reforma fiscal, Google había optimizado su estructura fiscal global para obtener ganancias sustanciales en jurisdicciones con bajos impuestos.
El modelo irlandés "Doble irlandés con sándwich holandés" fue durante mucho tiempo el método de optimización fiscal preferido por Google y otras empresas tecnológicas. Este complejo sistema permitía transferir beneficios desde Europa, a través de Irlanda y los Países Bajos, a Bermudas, donde no se aplica el impuesto de sociedades. Si bien esta práctica era legal, fue objeto de crecientes críticas porque permitía a las empresas minimizar su carga fiscal en los países donde operaban y generaban beneficios.
A pesar de la enorme multa, Google registró ganancias récord de 30.700 millones de dólares en 2018. Esto subraya la inmensa rentabilidad de la compañía y plantea la pregunta de si incluso miles de millones en multas son suficientes para cambiar el comportamiento de los gigantes tecnológicos. Para muchos críticos, las multas, por muy elevadas que parecieran, eran simplemente costos operativos que la compañía podía absorber fácilmente sin alterar su modelo de negocio fundamental.
El panorama más amplio: la UE frente a los gigantes tecnológicos
El caso Apple y los atrasos fiscales irlandeses
Google no fue la única empresa tecnológica bajo la lupa de la Comisión Europea. En agosto de 2016, la Comisión dictaminó que Apple debía pagar 13 000 millones de euros en impuestos atrasados a Irlanda. La investigación reveló que Irlanda había concedido a la empresa exenciones fiscales ilegales durante años, infringiendo las normas de la UE sobre ayudas estatales. Estas exenciones fiscales permitieron a Apple pagar un tipo impositivo efectivo sobre sus beneficios generados en Europa que se redujo del 1 % en 2003 al 0,005 % en 2014.
Irónicamente, el gobierno irlandés se negó inicialmente a aceptar este pago atrasado y, junto con Apple, apeló la decisión. Esta inusual medida pone de relieve los complejos intereses económicos y políticos en juego en la tributación de las multinacionales. Irlanda había atraído a numerosas empresas tecnológicas internacionales con sus bajos tipos impositivos y regímenes fiscales favorables, y temía que unas prácticas fiscales más estrictas pudieran disuadir a estos inversores. Sin embargo, Irlanda se vio finalmente obligada a cobrar el dinero y mantenerlo en depósito mientras continuaba la batalla legal.
La estrategia de la UE para regular los mercados digitales
Las medidas de la Comisión Europea contra Google, Apple y otras empresas tecnológicas forman parte de una estrategia más amplia para regular los mercados digitales. La Comisión ha reconocido que las normas de competencia tradicionales no siempre son suficientes para abordar los desafíos específicos de la economía digital. Las características de las plataformas digitales —como los efectos de red, la importancia de los datos como factor competitivo y la tendencia hacia mercados donde el ganador se lo lleva todo— requieren nuevos enfoques regulatorios.
En los años posteriores a las importantes sentencias antimonopolio, la UE intensificó sus esfuerzos regulatorios y lanzó nuevas iniciativas legislativas. La Ley de Mercados Digitales (DMA) y la Ley de Servicios Digitales (DSA) proporcionan un marco integral para la regulación de las plataformas digitales. La DMA busca frenar las prácticas comerciales desleales de las grandes plataformas en línea, mientras que la DSA introduce normas más estrictas para abordar el contenido ilegal, una mayor transparencia en la publicidad y una mejor protección de los derechos fundamentales de los usuarios.
Estos nuevos enfoques regulatorios van más allá de los procedimientos antimonopolio tradicionales y buscan abordar proactivamente los problemas estructurales de los mercados digitales. Reflejan la comprensión de que las multas retroactivas por sí solas son insuficientes para garantizar una competencia justa en la economía digital.
Las reacciones de las empresas tecnológicas y el impacto en sus modelos de negocio
Las estrategias de adaptación de Google tras las multas de la UE
Tras las cuantiosas multas, Google se vio obligado a ajustar sus prácticas comerciales para evitar nuevas sanciones. En cuanto a Google Shopping, la compañía introdujo un nuevo sistema de subastas que permitía que los servicios de comparación de precios de la competencia aparecieran en una sección independiente de compras dentro de los resultados de búsqueda. Sin embargo, esta solución fue criticada por la competencia porque seguía favoreciendo a Google Shopping y obligaba a sus rivales a pagar por la ubicación, mientras que Google podía ofrecer sus propios servicios sin coste adicional.
En el caso de Android, Google anunció que cobraría a los fabricantes de dispositivos Android en Europa tasas de licencia por el uso de sus aplicaciones si optaban por ofrecer servicios de Google como Play Store sin Google Search ni Chrome. Este nuevo modelo de licencias pretendía romper la agrupación de servicios criticada por la Comisión Europea, pero también generó críticas, ya que a menudo resultaba poco atractivo económicamente para los fabricantes renunciar a los servicios de Google.
Además, Google intensificó significativamente sus actividades de cabildeo en Bruselas. La compañía incrementó su inversión en cabildeo y contrató a exfuncionarios de la UE para representar sus intereses. Al mismo tiempo, Google buscó mejorar su imagen anunciando inversiones en Europa, incluyendo nuevos centros de datos e instalaciones de investigación en inteligencia artificial.
El impacto en otras empresas tecnológicas
El proceso antimonopolio contra Google tuvo repercusiones en toda la industria tecnológica. Otras plataformas importantes, como Amazon, Facebook (ahora Meta) y Apple, comenzaron a revisar y adaptar sus propias prácticas comerciales para evitar sanciones similares. Por ejemplo, Amazon anunció cambios en sus términos y condiciones para los comerciantes de su plataforma de comercio electrónico después de que la Comisión Europea iniciara una investigación.
Facebook se enfrentó a investigaciones sobre sus prácticas de recopilación de datos y la integración de diversos servicios como WhatsApp e Instagram. La compañía respondió ajustando sus políticas de privacidad y buscando una mayor transparencia. Sin embargo, quedaron sin resolver cuestiones fundamentales sobre el modelo de negocio de Facebook, basado en la recopilación exhaustiva de datos y la publicidad personalizada.
Las reacciones de las empresas tecnológicas revelaron un patrón: si bien estaban dispuestas a adaptar prácticas específicas para mitigar la presión regulatoria inmediata, evitaron cambios fundamentales en sus modelos de negocio. Esto dio lugar a un continuo juego del gato y el ratón entre los reguladores y las empresas tecnológicas, donde estas últimas buscaban nuevas maneras de mantener su posición dominante en el mercado y, al mismo tiempo, cumplir formalmente con los requisitos regulatorios.
La dimensión global de la regulación tecnológica
El conflicto transatlántico sobre la regulación de las empresas tecnológicas
Los procedimientos antimonopolio de la UE contra empresas tecnológicas estadounidenses generaron importantes tensiones entre Europa y Estados Unidos. El gobierno estadounidense, en particular durante la presidencia de Trump, criticó duramente a la Comisión Europea, acusándola de discriminar a las empresas estadounidenses. El entonces presidente estadounidense llegó incluso a afirmar que la UE se había fundado para explotar a Estados Unidos en el comercio y amenazó con contramedidas como la imposición de aranceles a los productos europeos.
Estas tensiones pusieron de relieve las diferentes filosofías sobre la competencia y la regulación. Mientras que Estados Unidos tradicionalmente ha adoptado un enfoque más moderado para regular a las empresas tecnológicas, priorizando la innovación y el crecimiento económico, la UE ha puesto mayor énfasis en la protección del consumidor, la privacidad de los datos y la competencia leal. Estos enfoques dispares también se reflejaron en la opinión pública: mientras que las encuestas en Europa mostraron un amplio apoyo a una regulación más estricta de las empresas tecnológicas, las actitudes en Estados Unidos fueron más ambivalentes.
Sin embargo, también se inició un cambio de mentalidad en Estados Unidos. Tanto políticos demócratas como republicanos comenzaron a considerar el poder de mercado de las grandes empresas tecnológicas de forma más crítica. La administración Biden mostró una mayor disposición a regular a las empresas tecnológicas y a cooperar con sus socios europeos en este ámbito.
La coordinación internacional de los impuestos digitales
Paralelamente a los procedimientos antimonopolio, se desarrolló un debate internacional sobre la tributación adecuada de las empresas tecnológicas. Dado que los modelos de negocio digitales facilitaban el traslado de beneficios a jurisdicciones con baja tributación, muchos países comenzaron a introducir sus propios impuestos digitales. Francia fue uno de los primeros países en imponer un impuesto del 3% sobre los ingresos locales de las grandes empresas de internet en 2019, lo que a su vez provocó amenazas de aranceles por parte de Estados Unidos.
Para evitar un enfoque fragmentado, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el G20 iniciaron negociaciones para una solución coordinada a nivel internacional. En 2021, 136 países finalmente acordaron un compromiso histórico: un impuesto mínimo global del 15 % para las empresas multinacionales y un nuevo sistema de asignación de derechos tributarios, que permite a los países gravar una parte de las ganancias de las grandes empresas multinacionales, independientemente de si tienen presencia física en el país.
Este acuerdo marcó un punto de inflexión en la política fiscal internacional y abordó algunas de las preocupaciones planteadas por los bajos impuestos pagados por empresas como Google. Sin embargo, persistieron los desafíos en su implementación, y el éxito del acuerdo depende de la coherencia con la que lo implementen los distintos países.
Avances desde 2018: nuevos desafíos y enfoques regulatorios
La continuación de los procedimientos antimonopolio de la UE
La UE continuó sus investigaciones antimonopolio contra Google y otras empresas tecnológicas incluso después de 2018. En marzo de 2019, la Comisión Europea impuso una multa adicional de 1.490 millones de euros a Google por prácticas anticompetitivas en el sector de la publicidad online. La investigación concluyó que Google había abusado de su posición dominante en el mercado al introducir cláusulas restrictivas en contratos con sitios web de terceros que impedían a los servicios de publicidad de la competencia mostrar anuncios en dichos sitios.
Con esta tercera gran multa, las sanciones impuestas por la UE a Google alcanzaron la impresionante cifra de 8.200 millones de euros en tan solo tres años. A pesar de estas cuantiosas sanciones financieras, la posición fundamental de Google en el mercado se mantuvo prácticamente intacta. La compañía se mantuvo como líder en las búsquedas online, el panorama de los sistemas operativos móviles y el mercado de la publicidad digital.
Paralelamente, la Comisión Europea amplió sus investigaciones a otras empresas tecnológicas. Amazon fue investigada por su doble función como operador de plataforma y minorista, y se iniciaron procedimientos contra Apple en relación con su App Store y su trato a los servicios de streaming de música de la competencia. Facebook fue objeto de escrutinio por sus prácticas de recopilación de datos y la adquisición de posibles competidores.
De las multas a las soluciones estructurales
La experiencia con los procedimientos antimonopolio contra Google llevó a los reguladores a darse cuenta de que, si bien las multas pueden ser un instrumento importante para sancionar violaciones pasadas, pueden no ser suficientes para cambiar de manera sostenible el comportamiento de las empresas o para resolver problemas estructurales de competencia en los mercados digitales.
Esta constatación condujo a un cambio de paradigma en la política regulatoria de la UE. En lugar de basarse únicamente en sanciones retroactivas, la UE comenzó a adoptar enfoques más proactivos y estructurales. La Ley de Mercados Digitales (DMA), adoptada en 2022, marcó este cambio. La DMA identifica a los llamados "guardianes" (grandes plataformas en línea que actúan como intermediarios entre empresas y consumidores) y los somete a obligaciones y prohibiciones específicas.
Estas obligaciones incluyen la prohibición de la autopreferenciación, la obligación de garantizar la interoperabilidad con servicios de terceros y las restricciones a la combinación de datos de usuarios de diferentes servicios sin consentimiento explícito. El incumplimiento de la DMA puede conllevar multas de hasta el 10 % de los ingresos anuales globales de una empresa, y el incumplimiento reiterado puede incluso dar lugar a medidas estructurales como la desinversión de unidades de negocio.
Paralelamente, la Ley de Servicios Digitales (DSA) reforzó la responsabilidad de las plataformas en línea por contenido ilegal y aumentó los requisitos de transparencia. Estos nuevos marcos regulatorios representan un enfoque más integral que va más allá de los procedimientos antimonopolio tradicionales y busca sentar las bases para un mercado digital más justo.
El impacto en los consumidores y la economía digital
¿Más opciones y transparencia?
Un objetivo declarado de los procedimientos antimonopolio de la UE y del nuevo marco regulatorio era ofrecer a los consumidores más opciones y promover la competencia. Sin embargo, el grado de logro de este objetivo es complejo. Se han observado avances positivos en algunas áreas: los ajustes en Google Shopping han propiciado una mayor presencia de servicios alternativos de comparación de precios en los resultados de búsqueda, y los cambios en Android han permitido, en teoría, que los fabricantes ofrezcan dispositivos sin las aplicaciones de Google.
Sin embargo, la dinámica fundamental del mercado se mantuvo prácticamente inalterada. Los fuertes efectos de red y los amplios recursos de las grandes empresas tecnológicas dificultaron que nuevos competidores ganaran cuota de mercado significativa. Los consumidores siguieron tendiendo a utilizar servicios conocidos y consolidados, incluso cuando existían alternativas. La comodidad de los ecosistemas integrados a menudo superó el interés en ofertas nuevas y potencialmente más innovadoras.
Sin embargo, se han logrado avances más significativos en materia de transparencia. La normativa de la UE obligó a las plataformas a revelar sus prácticas comerciales y a aumentar la transparencia de sus algoritmos. Los consumidores recibieron más información sobre cómo se utilizan sus datos y cómo funcionan los anuncios personalizados. Esta mayor transparencia fortaleció la posición de los consumidores y les permitió tomar decisiones más informadas.
Innovación y competitividad en la economía digital
Una preocupación frecuente fue que una regulación excesiva pudiera frenar la innovación y perjudicar la competitividad de las empresas europeas. Los críticos argumentaron que unas normas estrictas podrían perjudicar a las startups europeas y frenar el crecimiento del sector digital en Europa.
Sin embargo, la evidencia empírica que sustenta estas preocupaciones es contradictoria. Por un lado, algunas startups tecnológicas europeas se han beneficiado de medidas contra plataformas dominantes y han logrado fortalecer su posición en el mercado. Las regulaciones de la UE han creado igualdad de condiciones en algunos ámbitos, permitiendo a las empresas más pequeñas competir sin verse excluidas por las grandes plataformas.
Por otro lado, Europa se ha quedado atrás de Estados Unidos y China en la creación de empresas tecnológicas globales. Las razones son múltiples y van más allá de las cuestiones regulatorias: la fragmentación de los mercados, las dificultades para acceder al capital riesgo y las diferencias culturales también influyen. No obstante, Europa ha desarrollado una sólida posición en ciertas áreas nicho como la tecnología financiera, la tecnología sanitaria y el software empresarial.
El reto para la UE es encontrar un enfoque regulatorio que proteja a los consumidores y promueva la competencia leal sin frenar la innovación. El enfoque en la interoperabilidad y la movilidad de datos en los nuevos enfoques regulatorios podría ser una vía prometedora, ya que facilita la competencia sin interrumpir directamente los servicios establecidos.
De Europa a Estados Unidos: el cambio global hacia la regulación tecnológica
El futuro de la regulación tecnológica
Las experiencias con Google y otras empresas tecnológicas han sentado las bases para un enfoque más integral y sistemático en la regulación de los mercados digitales. Con la DMA y la DSA, la UE ha creado un marco regulatorio específicamente adaptado a los desafíos de las plataformas digitales. Se espera que estos marcos sirvan de modelo para iniciativas similares en otras partes del mundo.
En Estados Unidos, también se está observando un cambio hacia una regulación más estricta. El gobierno de Biden ha nombrado a destacados críticos tecnológicos en puestos clave y está mostrando una mayor disposición a tomar medidas contra las posiciones dominantes en el mercado. Asimismo, existe apoyo bipartidista en el Congreso estadounidense a diversas propuestas legislativas para regular a las empresas tecnológicas.
Está surgiendo una tendencia global hacia una regulación más estricta de los mercados digitales. Países como Australia, Corea del Sur e India han lanzado sus propias iniciativas para frenar el poder de las grandes plataformas tecnológicas. Este movimiento global sugiere que la era de la expansión digital, en gran medida desregulada, está llegando a su fin y que comienza una nueva fase en la que las empresas tecnológicas se enfrentarán a requisitos regulatorios más complejos y exigentes.
Soluciones sostenibles para la fiscalidad de las empresas digitales
La discrepancia entre las enormes ganancias de las empresas tecnológicas y sus pagos de impuestos comparativamente bajos sigue siendo un problema político clave. El impuesto mínimo global del 15% representa un avance significativo, pero su eficacia depende de su implementación consistente por parte de todos los países participantes.
Además, se están desarrollando nuevos enfoques para gravar las actividades digitales. Estos buscan recaudar impuestos donde realmente se crea valor —donde los usuarios acceden a los servicios y generan datos— y no solo donde las empresas tienen su sede formal. Estos enfoques podrían ayudar a garantizar que las empresas tecnológicas realicen una contribución más adecuada a las finanzas públicas en los países donde operan.
El reto reside en desarrollar un sistema tributario justo, transparente y de cumplimiento obligatorio, sin crear trabas burocráticas excesivas ni forzar las relaciones económicas internacionales. Esto también requiere coordinación internacional y la voluntad de adaptar los conceptos tributarios tradicionales a las realidades de la economía digital.
Entre la innovación y el control: el papel creciente del cumplimiento normativo
Los procedimientos antimonopolio contra Google y las multas récord resultantes marcan un punto de inflexión en la historia de la regulación tecnológica. Pusieron de manifiesto el desequilibrio entre el poder económico de las empresas tecnológicas globales y los marcos regulatorios existentes. El hecho de que Google gastara más en multas de la UE que en impuestos en 2018 es un claro ejemplo de este desequilibrio.
La experiencia de Google ha aportado lecciones importantes para los reguladores, las empresas y la sociedad en su conjunto. Ha demostrado que, si bien las sanciones retroactivas son importantes, podrían no ser suficientes para abordar los problemas estructurales de los mercados digitales. Ha puesto de relieve la necesidad de un enfoque más proactivo e integral para la regulación de las plataformas digitales, que fomente la competencia, proteja a los consumidores y facilite la innovación.
Para las empresas, estos casos ilustran la creciente importancia del cumplimiento normativo y la necesidad de desarrollar modelos de negocio que se ajusten a las expectativas sociales. La era en la que las empresas tecnológicas podían operar prácticamente sin restricciones regulatorias ha terminado.
Para la sociedad en su conjunto, estos avances subrayan la importancia de un debate público sólido sobre el papel de la tecnología y el poder de las grandes empresas tecnológicas. Plantean preguntas fundamentales sobre cómo podemos configurar la economía digital para que no solo sea económicamente eficiente, sino también justa, inclusiva y democráticamente responsable.
La historia de Google y las multas de la UE no es, por lo tanto, solo una historia sobre derecho antimonopolio y política fiscal, sino también un capítulo en una narrativa más amplia sobre cómo las sociedades intentan gestionar el cambio tecnológico de forma que promueva valores y objetivos compartidos. En este sentido, representa un hito importante en nuestro esfuerzo colectivo por dar forma al futuro digital.
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