Las computadoras en 1978, ahora la IA y la robótica: el progreso deja a la gente sin trabajo. Por qué esta profecía de 200 años sigue fallando.
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Publicado el: 2 de diciembre de 2025 / Actualizado el: 2 de diciembre de 2025 – Autor: Konrad Wolfenstein

Computadoras en 1978, ahora IA y robótica: el progreso deja a la gente sin trabajo. ¿Por qué esta profecía de 200 años sigue fallando? Imagen: Xpert.Digital
No habrá desempleo masivo gracias a la IA: Por qué Alemania se enfrenta a un problema completamente diferente
El miedo al “fin del trabajo”: un error histórico y las oportunidades de la nueva ola tecnológica
Desde los albores de la industrialización, una narrativa sombría ha ensombrecido el progreso humano: el temor a que las máquinas vuelvan obsoletos a los humanos. Ya sean los telares mecánicos del siglo XVIII que impulsaron a los trabajadores descontentos a la rebelión, o el debate sobre la microelectrónica de la década de 1970, que, bajo el lema "el progreso te deja sin trabajo", profetizó una catástrofe social, el patrón siempre es el mismo. Hoy, en la era de la inteligencia artificial y los robots humanoides, asistimos a un resurgimiento de estos temores. Pero un análisis más profundo de la historia económica y los datos actuales del mercado laboral revela que el pánico en torno al desempleo masivo tecnológico no solo carece de fundamento histórico, sino que también ignora los desafíos demográficos fundamentales de nuestro tiempo.
La evidencia histórica presenta un panorama completamente diferente al de las visiones apocalípticas de décadas pasadas. A pesar de las enormes transformaciones —desde la máquina de vapor hasta la computadora—, el trabajo no ha desaparecido. Se ha transformado. La llamada «tesis de la compensación» ha demostrado su solidez: donde desaparecieron los antiguos perfiles laborales, surgieron industrias y campos de actividad completamente nuevos gracias al aumento de la productividad y a las nuevas necesidades. De hecho, hoy en Alemania hay más personas empleadas que nunca, y el 60 % de los trabajadores actuales desempeñan empleos que ni siquiera existían hace 80 años.
El debate actual difiere de todos los anteriores en un aspecto crucial: el factor demográfico. Mientras debatimos si la IA nos reemplazará, Alemania se encamina hacia una escasez de cinco millones de trabajadores cualificados para 2030. En este contexto, la automatización y la robótica ya no se presentan como una amenaza, sino como aliados necesarios para asegurar la prosperidad y liberar al trabajo humano de tareas peligrosas o monótonas.
Este artículo analiza los ciclos de ansiedad tecnológica, destaca los hechos empíricos del cambio estructural y se aventura a analizar por qué la revolución de la IA no significa el fin del trabajo, sino que podría marcar el comienzo de un nuevo mundo laboral más humano.
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- La Gran Transformación: ¿El fin de la era económica de Internet con entre 3 y 5 millones de empleos perdidos?
La eterna profecía del fin del trabajo: por qué cada revolución tecnológica despierta los mismos temores y por qué siempre resultan infundados.
La historia del trabajo humano está inextricablemente ligada a la historia de la revolución tecnológica. Desde los primeros telares mecánicos en la Inglaterra del siglo XVIII hasta los robots humanoides y los sistemas de inteligencia artificial actuales, un estribillo persistente ha acompañado el progreso tecnológico: el miedo al fin del trabajo humano. Este miedo es tan antiguo como la propia industrialización y se repite con notable regularidad con cada nueva ola tecnológica. Sin embargo, la evidencia histórica presenta un panorama diferente al sombrío escenario del desempleo masivo. El trabajo ha cambiado; se ha transformado, redefinido y reorientado hacia direcciones completamente nuevas, pero no ha sido abolido.
La portada de Spiegel de 1978, titulada "La revolución informática" y subtitulada "El progreso te deja sin trabajo", ejemplifica este miedo cíclico a la tecnología. La revista mostraba a un robot sacando a un trabajador de su puesto de trabajo en una fábrica, una imagen que capturaba las ansiedades colectivas de toda una generación. Casi cuarenta años después, en 2016, la misma revista publicó una portada sorprendentemente similar: "Estás despedido", que abordaba la cuestión de cómo las computadoras y los robots nos están quitando el trabajo y qué profesiones seguirán siendo seguras el día de mañana. El lenguaje visual era casi idéntico; solo habían cambiado los protagonistas: en lugar del trabajador de la fábrica, un empresario era despedido de su oficina. Este paralelismo no es casualidad, sino más bien la expresión de una reacción humana profundamente arraigada al cambio tecnológico.
El análisis de estos patrones históricos revela una verdad fundamental sobre la relación entre la tecnología y el trabajo: el progreso tecnológico no implica necesariamente menos trabajo, sino una redistribución de los empleos y la fuerza laboral. Esta perspectiva, confirmada por investigadores del mercado laboral del Instituto de Investigación del Empleo, es clave para comprender las transformaciones tecnológicas pasadas, presentes y futuras.
El debate sobre la microelectrónica y sus visiones apocalípticas
El final de la década de 1970 marcó un punto de inflexión en el debate tecnológico alemán. La microelectrónica, descrita por el presidente de la DGB (Confederación Alemana de Sindicatos), Heinz Oskar Vetter, como la tercera revolución tecnológica, desencadenó una oleada de ansiedad existencial entre sindicalistas y trabajadores. Karl-Heinz Janzen, miembro de la junta directiva de IG Metall (Sindicato de Trabajadores Metalúrgicos), el mayor sindicato del mundo, predijo una catástrofe social si no se encontraba una solución. En Reutlingen, 1300 directivos de IG Metall desplegaron pancartas que expresaban su opinión: «No nos sacrificaremos en aras del progreso; es casi demasiado tarde».
La revista sindical Metall, con una tirada de 2,6 millones de ejemplares, advirtió sobre la destrucción de empleos y acusó a los radicales de la industria de socavar todos los esfuerzos por lograr el pleno empleo. El líder sindical británico Clive Jenkins expresó este temor con crudeza: las computadoras podrían sustituir los empleos de la mayoría de las personas durante la mayor parte del tiempo. Esto, afirmó, no era ciencia ficción, sino una suposición realista para el cambio de milenio.
Estas predicciones no parecían infundadas en aquel momento. Estudios de caso de industrias individuales parecieron confirmar los sombríos pronósticos. En la industria relojera alemana, ubicada principalmente en la Selva Negra, los trabajadores experimentaron la fuerza del cambio tecnológico. A principios de la década de 1970, la industria aún empleaba a casi 32.000 trabajadores. Tan solo unos años después, esa cifra se había desplomado a 18.000. El reloj mecánico, con sus aproximadamente 1.000 pasos operativos, fue reemplazado por cronómetros de una nueva era, ensamblados con solo cinco piezas: pila, cristal de cuarzo, pantalla digital, circuito electrónico y caja.
Se observaron desarrollos similares en otras industrias. Cuando el Grupo SEL transformó su producción de teletipos a electrónica, el tiempo de fabricación se redujo de más de 75 horas a poco menos de once. El antiguo teletipo constaba de 936 piezas, algunas de las cuales se fabricaban in situ; el nuevo modelo solo contenía un componente adquirido del tamaño de un sello postal. Las consecuencias pronto se reflejaron en la nómina: 160 empleados de SEL recibieron notificaciones de despido y 150 trabajadores cualificados fueron degradados hasta en cinco categorías salariales.
De las revueltas weberianas a la ansiedad informática: la persistencia de los argumentos
Un análisis de los discursos sobre la automatización desde el siglo XVIII hasta la actualidad revela una notable continuidad en los patrones argumentativos. Ya en el contexto de la llamada Ruptura de las Máquinas, cuando tejedores e hilanderos descontentos de Inglaterra y Alemania se rebelaron contra los telares mecánicos y las máquinas de hilar, se expresaron los mismos temores que caracterizan el debate actual sobre la inteligencia artificial y los robots humanoides.
La Revolución Industrial, que comenzó en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII, desencadenó la primera gran ola de ansiedad por el desempleo tecnológico. La máquina de hilar, un telar inventado en 1765 que podía procesar múltiples hilos simultáneamente, se percibió como el inicio de la lucha entre la máquina y el hombre en las cadenas de producción y las naves industriales. El 28 de agosto de 1830, en Kent, un pequeño pueblo en la carretera de Dover a Londres, cientos de jornaleros y jornaleros, armados con horcas, hachas, martillos y palos, asaltaron las trilladoras que les quitaban el trabajo. Estas revueltas, conocidas como los disturbios del Swing, se extendieron por toda Inglaterra en las semanas siguientes.
El levantamiento de los tejedores de Silesia de 1844 se considera el caso más famoso de destrucción de máquinas en Alemania. El 3 de junio de 1844, unos 20 tejedores de Peterswaldau y pueblos aledaños se reunieron en la colina de Kapellenberg y debatieron cómo resistir a los dueños de las fábricas. Después, marcharon, cantando la canción satírica "Blutgericht" (Tribunal de Sangre), hacia la fábrica de los hermanos Zwanziger, editores que habían recortado salarios. Estas primeras protestas fueron expresión de un miedo existencial que se repetiría en cada período de agitación tecnológica.
El debate sobre la automatización de la década de 1950 continuó esta tradición sin fisuras. El desarrollo de las computadoras y el concepto asociado de cerebro electrónico, estrechamente vinculado a la cibernética como ciencia del control y la regulación, desencadenó un nuevo debate sobre la automatización. El cibernético Norbert Wiener pintó un panorama dramático, advirtiendo que el problema del desempleo, como precio de la automatización, era un desafío muy importante para la sociedad moderna.
El discurso se caracterizó consistentemente por una polarización que persiste hasta la actualidad. Mientras que las empresas, la gerencia y los ingenieros tendían a enfatizar las ventajas de la automatización y su necesidad para la prosperidad y el progreso, los argumentos de los sociólogos, los medios de comunicación y los sindicatos se centraban mucho más en los peligros de la automatización, especialmente la desaparición de empleos, la sustitución de personas y los posibles procesos de descualificación.
El imperativo demográfico y la nueva importancia de la automatización
El debate actual en torno a la robótica y la inteligencia artificial difiere de todas las revoluciones tecnológicas anteriores en un aspecto crucial: el contexto demográfico. Alemania y otras economías desarrolladas se enfrentan a una escasez de mano de obra sin precedentes, lo que plantea una nueva perspectiva sobre el debate sobre el desempleo tecnológico.
El Instituto Económico Alemán (IW) predice que Alemania se enfrentará a una escasez de cinco millones de trabajadores cualificados para 2030. La principal razón radica en las tendencias demográficas: la generación del baby boom se está jubilando, mientras que un número significativamente menor de jóvenes se incorpora al mercado laboral. Solo en 2022, se jubilaron más de 300.000 personas más que las que entraron en el mercado laboral. Se espera que esta tendencia alcance su punto máximo en 2029, cuando la cohorte de nacimiento de 1964, especialmente numerosa y compuesta por 1,4 millones de personas, alcance la edad de jubilación. Esto contrasta marcadamente con solo unos 736.000 posibles nuevos ingresos a la fuerza laboral con respecto a la cohorte de nacimiento de 2009, lo que representa una diferencia de 670.000 trabajadores solo este año.
Esta realidad demográfica está cambiando radicalmente la perspectiva sobre la automatización. Los robots y los sistemas de IA ya no se perciben principalmente como una amenaza, sino como un complemento necesario para una fuerza laboral cada vez más reducida. El automatica Trendindex 2025, para el que se encuestó a 5.000 empleados en cinco países, ilustra claramente este cambio de percepción: el 77 % de los alemanes apoya el uso de robots en las fábricas. Tres cuartas partes están convencidas de que la robótica contrarrestará la escasez de trabajadores cualificados. Alrededor del 80 % desearía que los robots asumieran tareas peligrosas, arriesgadas o repetitivas.
La aceptación de los robots es evidente, y la mayoría de los empleados reconoce que la automatización es una buena medida para aliviar la carga de trabajo y contrarrestar la escasez de mano de obra. El 85 % de los encuestados cree que los robots reducen el riesgo de lesiones durante tareas peligrosas. El 84 % los ve como una solución importante para la manipulación de materiales críticos. Alrededor del 70 % cree que los robots podrían ayudar a las personas mayores a prolongar su permanencia en la fuerza laboral.
El cambio estructural sectorial como constante histórica
Para comprender el impacto de las disrupciones tecnológicas en el mercado laboral, es fundamental examinar el cambio estructural sectorial a largo plazo. La evolución de la participación del empleo en los tres sectores económicos revela una de las transformaciones más profundas de la historia económica.
En 1950, el 24,6 % de la fuerza laboral de Alemania Occidental trabajaba en la agricultura, la silvicultura y la pesca. Para 2024, esta cifra se había reducido a aproximadamente el 1,2 %. Simultáneamente, la proporción de personas empleadas en el sector servicios aumentó del 32,5 % al 75,5 %. Este cambio representó la pérdida de millones de empleos agrícolas, pero estuvo acompañado de la creación de numerosas nuevas oportunidades de empleo en el sector industrial y, posteriormente, en el sector servicios.
A pesar de los enormes avances tecnológicos, el número de personas empleadas en Alemania ha aumentado de forma constante a largo plazo. Entre 1970 y 2024, el número de personas empleadas aumentó de aproximadamente 38 millones a más de 46 millones, un aumento de más del 18 %. Este desarrollo refuta rotundamente las predicciones recurrentes de desempleo masivo debido al cambio tecnológico.
Hasta la fecha, el progreso tecnológico en Alemania no ha generado menos trabajo, sino más bien una redistribución de los empleos y la fuerza laboral. Para los trabajadores altamente cualificados, se han creado más empleos de los que han desaparecido. Por el contrario, para los trabajadores poco cualificados, se han creado menos empleos de los que se han perdido. Por lo tanto, el desarrollo tecnológico se ha vinculado a un cambio cualitativo en la demanda de mano de obra: la demanda de trabajadores altamente cualificados ha aumentado, mientras que la de trabajadores poco cualificados ha disminuido.
La evidencia empírica de la tesis de la compensación, o más simplemente: por qué la digitalización todavía crea empleos
La llamada tesis de la compensación siempre se ha planteado contra las funestas predicciones sobre el fin de la sociedad del trabajo: la desaparición de empleos se compensa con la creación de nuevos, por lo que no puede hablarse del fin de la sociedad del trabajo. La investigación empírica de las últimas décadas ha confirmado ampliamente esta tesis.
Un estudio del Instituto para el Futuro del Trabajo y el Centro de Investigación Económica Europea muestra que la automatización creó 1,5 millones de empleos adicionales en Europa durante la última década. Si bien las máquinas costaron a Europa 1,6 millones de empleos entre 1999 y 2010, especialmente en el sector manufacturero, los planes originales de las empresas indicaban que esta cifra habría sido tres veces mayor. Sin embargo, las computadoras y los robots permitieron una producción más económica. Como resultado, los consumidores compraron más, creando nuevos empleos. Esto resultó en una ganancia neta de tres millones de empleos, el doble de los eliminados por las máquinas.
El Instituto de Investigación del Empleo (IAB) llega a conclusiones similares. La informatización de los últimos 20 años no ha aumentado la proporción de empleos perdidos. Desde 2005, incluso ha disminuido. Por lo tanto, no hay una tendencia hacia un mercado laboral acelerado, ya que entonces las tasas de creación y pérdida de empleo tendrían que aumentar.
En cuanto al debate sobre la digitalización, el IAB predice que, una vez más, el nivel general de empleo en Alemania no disminuirá. Para 2040, se perderán aproximadamente 4 millones de empleos en comparación con 2023, mientras que se crearán 3,1 millones de nuevos. Por lo tanto, se espera que el efecto neto de la digitalización en el empleo general sea positivo.
El Informe sobre el Futuro del Empleo 2025 del Foro Económico Mundial confirma esta tendencia a escala global. El informe pronostica que, para 2030, el 22 % de los empleos actuales a nivel mundial se crearán o eliminarán mediante cambios estructurales. Esto incluye la creación de empleos que representan el 14 % del empleo total actual, lo que equivale a aproximadamente 170 millones de nuevos empleos. Al mismo tiempo, se prevé que se pierda el 8 % de los empleos actuales, alrededor de 92 millones. En total, esto se traduce en un aumento neto del 7 % del empleo total, lo que equivale a aproximadamente 78 millones de nuevos empleos.
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IA, robótica y nuevos empleos: formación continua en lugar de pérdida de empleo: cómo las empresas preparan a sus empleados para la revolución de la IA
El surgimiento de nuevas profesiones e industrias
Cada revolución tecnológica no solo ha transformado los empleos existentes, sino que también ha dado lugar a profesiones e industrias enteras completamente nuevas. Esta dimensión creativa del cambio tecnológico suele pasarse por alto en el debate público, ya que la atención se centra en las pérdidas visibles, mientras que las oportunidades emergentes solo se hacen evidentes en retrospectiva.
De hecho, el 60 % de la fuerza laboral actual ocupa puestos que ni siquiera existían hace 80 años. La transformación digital crea continuamente nuevos perfiles laborales, muchos de los cuales eran inimaginables hace tan solo unos años: los desarrolladores de IA crean los algoritmos que se utilizan en diversas industrias. Los científicos de datos analizan grandes cantidades de datos para obtener información valiosa. Los consultores en ética de la IA garantizan el desarrollo y la aplicación éticamente responsables de los sistemas de IA. Los entrenadores de robots enseñan a los robots y a las máquinas a realizar tareas específicas.
El Informe sobre el Futuro del Empleo 2025 identifica los campos profesionales de mayor crecimiento: especialistas en IA y aprendizaje automático, especialistas en big data, expertos en automatización de procesos, analistas de seguridad de la información, desarrolladores de software y aplicaciones, e ingenieros en robótica lideran este crecimiento. Al mismo tiempo, crece la demanda de profesiones basadas en sólidas habilidades humanas: profesionales de ventas y marketing, especialistas en recursos humanos y cultura corporativa, expertos en desarrollo organizacional, gerentes de innovación y representantes de atención al cliente.
Otro sector en rápido crecimiento es la economía verde. Profesiones como ingenieros en energías renovables, ingenieros en energía solar y gestores de sostenibilidad están experimentando un fuerte crecimiento. Los sectores de la educación y la atención también se están desarrollando con fuerza: se prevé un aumento de profesiones como médicos, enfermeros y docentes, impulsadas por tendencias demográficas como el envejecimiento de la población y la dificultad de automatizar estos empleos.
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Los límites de la inteligencia artificial y la irremplazabilidad de las capacidades humanas
El debate actual en torno a la IA generativa y los robots humanoides plantea la cuestión fundamental de qué habilidades humanas pueden ser sustituidas por la tecnología y cuáles no. Analizar esta frontera revela por qué ciertas tareas permanecerán permanentemente en manos humanas.
Si bien la IA generativa no puede reemplazar la creatividad humana, es una herramienta poderosa que puede potenciar el proceso creativo. Su debilidad reside en su incapacidad para aprovechar las experiencias y emociones subjetivas. Carece de las perspectivas personales y los matices emocionales que hacen que las obras humanas sean auténticas y significativas. La IA generativa puede imitar a los artistas, pero no reemplazarlos, ya que carece de la profundidad y la autenticidad que poseen las obras creadas por humanos.
Richard David Precht argumenta que, a largo plazo, la tecnología liberará a los humanos de muchas tareas rutinarias que no requieren cualidades humanas. Solo aquellas profesiones que la sociedad considera que deben seguir siendo desempeñadas por humanos, como cuidadores de niños, maestros y médicos de cabecera, no se verán afectadas por este desarrollo a largo plazo. Esta perspectiva enfatiza la dimensión social y emocional del trabajo, que va más allá de la mera funcionalidad.
La exposición tecnológica de un empleo a la IA no indica si los empleos realmente desaparecerán o si se transformarán. La IA puede reemplazar empleos existentes, pero también puede apoyarlos al aumentar la productividad del trabajo humano o abrir campos de actividad completamente nuevos. Al igual que en anteriores oleadas de cambio tecnológico, la IA genera cambios de poder en el mercado laboral, entre grupos ocupacionales, entre recién llegados y trabajadores experimentados, y entre empleados y empleadores.
Lo que es particularmente destacable es que, según estudios recientes, la IA afecta principalmente a los trabajadores altamente cualificados, lo que representa una ruptura con los avances tecnológicos anteriores. Si bien la informatización desplazó principalmente las tareas rutinarias y, por lo tanto, contribuyó a la erosión de la clase media, la IA podría ampliar el acceso a la experiencia especializada. Al combinar información, reglas y experiencia de forma que respalde procesos sofisticados de toma de decisiones, puede permitir que empleados con menos formación asuman tareas que antes estaban reservadas a expertos altamente cualificados.
Robots humanoides como respuesta a la escasez de trabajadores cualificados
El desarrollo de robots humanoides se ha acelerado notablemente en los últimos años. Entre 2023 y 2025, sus capacidades, especialmente en términos de velocidad, precisión y áreas de aplicación, mejoraron entre un 35 % y un 40 %. Los estudios predicen que para 2030 se utilizarán 20 millones de robots humanoides, principalmente en aplicaciones industriales.
Este desarrollo debe entenderse principalmente como una reacción a los problemas estructurales del mercado laboral, no como un sustituto de la mano de obra humana. Según estimaciones de Goldman Sachs Research, el mercado de robots humanoides podría alcanzar un volumen de 150 000 millones de dólares estadounidenses para 2035. Un factor clave es la escasez de trabajadores cualificados relacionada con la demografía, que ya plantea desafíos para muchas industrias.
Los sistemas humanoides pueden integrarse en funciones que actualmente desempeñan los humanos, como la logística, el ensamblaje o el cuidado de personas. Operan eficientemente y no requieren una infraestructura especialmente adaptada. En la primera generación, los robots humanoides pueden encargarse principalmente de tareas logísticas como la clasificación, el transporte y el suministro de mercancías, o la inserción de piezas en máquinas. En la segunda generación, entre 2028 y 2030, se espera que los robots humanoides también puedan realizar tareas con alta variabilidad, procesos complejos y habilidades motoras en el ensamblaje.
Las ventajas económicas son considerables: los proyectos piloto han demostrado aumentos en la eficiencia de los procesos de hasta un 350 % y mejoras de calidad de más del 90 %. Estas mejoras de eficiencia se deben principalmente a que los robots pueden utilizarse las 24 horas del día, los 365 días del año. Además, los robots humanoides pueden eliminar por completo el error humano.
Sin embargo, los expertos advierten contra las expectativas demasiado optimistas. Un estudio del Instituto Fraunhofer de Investigación de Aplicaciones (IPA) muestra que existe una gran diferencia entre la publicidad y la realidad. La anatomía humana no es adecuada para muchas aplicaciones industriales, y el rendimiento actual de los robots humanoides está muy por debajo del de los sistemas especializados. Además, faltan marcos legales y escenarios de aplicación económicamente viables. Solo alrededor del 40 % de los encuestados considera siquiera necesarias las manos o piernas con apariencia humana.
Cambio de los requisitos de calificación
Las disrupciones tecnológicas no solo están modificando el número de empleos, sino, sobre todo, sus requisitos de cualificación. Los empleados con habilidades en IA se benefician de un notable aumento salarial, que se prevé que alcance el 56 % a nivel mundial en 2024, el doble del 25 % del año anterior. Las cualificaciones que buscan los empleadores están cambiando un 66 % más rápido en los empleos más afectados por la IA que en los menos afectados.
El crecimiento de la productividad se ha cuadruplicado desde la adopción generalizada de GenAI en 2022 en las industrias más impactadas por la IA. Un hallazgo clave es que la IA aumenta el valor de los trabajadores, aumenta su productividad y les permite obtener salarios más altos, e incluso aumenta la creación de empleo en los sectores considerados más susceptibles a la automatización. Estos datos sugieren que las empresas utilizan la inteligencia artificial principalmente para empoderar a sus empleados y generar valor añadido con la tecnología, en lugar de simplemente reducir el número de empleos.
Sin embargo, la OCDE advierte sobre la creciente polarización: en Alemania, el 18,4 % de los empleos podrían verse afectados por la automatización, cifra superior al promedio de la OCDE del 14 %. Además, en la OCDE, es probable que casi uno de cada tres empleos se vea significativamente afectado por la tecnología digital. En Alemania, esta cifra es aún mayor: el 36 %. Solo el 50 % de los empleados está adecuadamente cualificado y preparado para esta transformación. La brecha en la formación continua entre adultos altamente cualificados y poco cualificados es la mayor de la OCDE en Alemania.
La solución reside en inversiones masivas en educación y formación. Los responsables políticos deben priorizar la formación continua. Los trabajadores poco cualificados corren un mayor riesgo de perder su empleo, mientras que los trabajadores altamente cualificados tienen mejor acceso a la formación continua y, por lo tanto, tienen muchas más probabilidades de beneficiarse.
Liberación de la carga del trabajo monótono y peligroso.
Un aspecto de la revolución tecnológica suele pasarse por alto en el debate público: la liberación de las personas del trabajo monótono, peligroso y físicamente exigente. Esta dimensión emancipadora de la automatización ya era un argumento central para los defensores del progreso tecnológico en la década de 1970.
La empresa japonesa Matsushita promocionó sus fábricas automatizadas con la promesa de que los trabajadores que realizaban tareas rutinarias sin sentido ahora tendrían la libertad de aceptar trabajos más interesantes, productivos y gratificantes. Esta promesa se cumplió en muchos ámbitos, aunque la transición no siempre fue fluida.
Las encuestas actuales confirman que los empleados comparten esta perspectiva. El 85 por ciento de los encuestados cree que los robots reducen el riesgo de lesiones durante actividades peligrosas. El 84 por ciento ve ventajas en el manejo de materiales peligrosos. El 80 por ciento le gustaría que los robots se hicieran cargo de tareas peligrosas o monótonas.
El proyecto de investigación ROBDEKON, financiado por el Ministerio Federal de Educación e Investigación de Alemania, desarrolla sistemas robóticos para la descontaminación en entornos peligrosos. Ya sea en instalaciones nucleares o en la eliminación de residuos de sitios contaminados, existen numerosos lugares de trabajo donde las personas están expuestas a importantes riesgos para la salud. La investigación de estos sistemas promete liberar a las personas de entornos laborales que suponen un peligro para su salud y su vida.
La tarea de dar forma a la política, la economía y la sociedad
El análisis muestra que el cambio tecnológico no es una fuerza determinista a la que la sociedad esté sometida pasivamente. Sus efectos están determinados por la compleja interacción en la que las condiciones tecnológicas cambiantes son absorbidas por el mercado laboral, la economía, la sociedad y la política. Aquí reside la oportunidad de gestionar activamente la transformación tecnológica del mercado laboral.
Alemania ha dado pasos importantes con la introducción de prestaciones de formación continua y la ampliación de las oportunidades de capacitación. Sin embargo, estas medidas deben ampliarse e integrarse sistemáticamente con la política laboral, el sistema educativo y el desarrollo económico. Los 5,4 millones de beneficiarios de la prestación ciudadana y los millones de personas con empleos precarios deben recibir una formación continua para profesiones con futuro.
Las empresas que impulsan el cambio de forma proactiva no solo pueden sobrevivir, sino también salir fortalecidas de la transformación. Una empresa mediana de ingeniería mecánica, con aproximadamente 350 empleados, invirtió en un programa integral de formación en lugar de recortar puestos de trabajo. En tres años, la empresa logró aumentar sus ingresos en un 40 %, manteniendo una plantilla estable. La inversión en formación ascendió a aproximadamente 2500 € por empleado al año y ya se había amortizado tras 18 meses.
La idea clave es esta: la transformación no es opcional y recompensa no a quienes esperan, sino a quienes actúan proactivamente. La tecnología no reemplaza a las personas, sino que potencia sus capacidades cuando se establece el marco adecuado.
La próxima revolución tecnológica como oportunidad de diseño
La historia de las revoluciones tecnológicas nos enseña que cada ola de progreso ha estado acompañada de los mismos temores, y que estos temores han resultado invariablemente exagerados. La revolución informática de la década de 1970 transformó fundamentalmente el mundo laboral, pero no lo eliminó. La digitalización de las últimas décadas ha transformado millones de empleos, pero en última instancia ha creado más de lo que ha destruido. No hay ninguna razón racional para suponer que la revolución actual, impulsada por la inteligencia artificial y los robots humanoides, será diferente.
Los robots humanoides y los sistemas de inteligencia artificial del futuro nos quitarán trabajo de encima, pero sobre todo, nos quitarán los trabajos monótonos, peligrosos y físicamente exigentes. El 80% de los empleados alemanes desea precisamente eso. La tecnología liberará a las personas de tareas que perjudican su salud y sofocan su creatividad.
Lo que queda son las capacidades genuinamente humanas: la creatividad basada en experiencias subjetivas y profundidad emocional; el juicio ético que las máquinas no pueden poseer; la capacidad de innovación y pensamiento visionario que va más allá de la reproducción de lo conocido; y las habilidades sociales y emocionales que son indispensables en el cuidado, la educación y el liderazgo.
La próxima revolución tecnológica está a la vuelta de la esquina. La pregunta no es si llegará, sino cómo se configurará. La evidencia histórica demuestra que las sociedades que adoptan activamente las transformaciones tecnológicas y preparan a sus habitantes para el cambio emergen fortalecidas de estas transformaciones. El miedo al fin del trabajo es tan antiguo como el propio progreso tecnológico, y ha demostrado ser infundado una y otra vez. El trabajo no se ha abolido; se ha transformado, y con cada transformación han surgido nuevas profesiones, nuevas industrias y nuevas oportunidades para el desarrollo humano.
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