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El freno de la deuda como lucha de poder: por qué el Bundesbank cuestiona a Friedrich Merz

El freno de la deuda como lucha de poder: por qué el Bundesbank cuestiona a Friedrich Merz

El freno de la deuda como lucha de poder: Por qué el Bundesbank cuestiona a Friedrich Merz – Imagen: Xpert.Digital

Una bomba de tiempo en las finanzas públicas: cómo el gobierno está perdiendo el control

Déficit del 4,8 por ciento para 2028: el Bundesbank revela el enorme agujero de mil millones de euros en el presupuesto federal

Sin plan de futuro: cómo Alemania se encamina conscientemente hacia la próxima crisis constitucional

El Bundesbank ha identificado una combinación tóxica: un aumento explosivo de los pagos de intereses que podría duplicarse hasta alcanzar los 65 000 millones de euros para 2029, un aumento del gasto social debido al envejecimiento de la población y un déficit de financiación de 172 000 millones de euros para el que actualmente no existe ningún plan. El diagnóstico de Fráncfort es desastroso: el gobierno se basa en un «principio de esperanza» para el crecimiento económico mientras, a sabiendas, se encamina hacia una vulneración inconstitucional del freno de la deuda.

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El informe mensual de diciembre del Bundesbank no es un simple documento académico. Es una advertencia política, envuelta en jerga económica. El banco central, con sede en Fráncfort, ha emitido una crítica inusualmente dura a la política fiscal del gobierno de Merz, un fenómeno inusual que indica la erosión de la confianza de la élite tecnocrática en la capacidad del gobierno federal para gestionar la política fiscal. Este análisis examina por qué el Bundesbank ha dado la voz de alarma ahora, justo antes de Navidad, qué implica esto para los próximos años y cómo plantea la cuestión fundamental del poder: ¿Quién controla aún el presupuesto alemán?

Poco antes de Navidad, el Bundesbank dio la voz de alarma, cuestionando directamente la política fiscal del gobierno de Merz. En su informe mensual de diciembre, el banco central alemán proyecta que el déficit público aumentará de su nivel actual de alrededor del 2,5 % al 4,8 % en 2028. Esta cifra no es un mero porcentaje abstracto; marca un punto de inflexión histórico. El déficit del 4,8 % es tan alto como a mediados de la década de 1990, inmediatamente después de la reunificación de Alemania Oriental y Occidental. En aquel entonces, Alemania se había sumido en una crisis existencial que requería un gasto público masivo. Hoy, esta justificación de la crisis carece de urgencia. Alemania no está al borde del colapso; simplemente quiere reinventarse.

La ratio deuda/PIB aumentaría al 68 %. En comparación internacional, esto aún no es catastrófico: Francia e Italia tienen cifras significativamente más altas. Pero ese es precisamente el problema. Esta cifra crea una falsa impresión de normalidad cuando están surgiendo problemas sustanciales. Sobre todo, el Bundesbank lanza una advertencia clara e inequívoca: según la planificación actual, el gobierno federal superaría el límite de endeudamiento establecido en la Ley Fundamental (la Constitución alemana) para 2028. Y, hasta el momento, no existen medidas perceptibles para evitarlo. Este es un diagnóstico descarnado, que dista mucho de ser académico.

Como observador y asesor del gobierno, el Bundesbank rara vez lo contradice directamente. Su papel es tradicionalmente discreto, a veces consultivo. Por ello, resulta aún más notable la claridad con la que argumenta esta vez. En esencia, dice: según los planes actuales, el gobierno federal superará el límite de endeudamiento del freno de la deuda en 2028, y sin contramedidas perceptibles. Ningún miembro del gobierno tiene un plan para el período posterior. Esto transforma una cuestión puramente presupuestaria en una cuestión de poder: es decir, si el gobierno aún sabe lo que hace.

La crisis estructural: Por qué los déficits no desaparecen simplemente

En su análisis, el Bundesbank desglosa con precisión las razones de este aumento del déficit. Y aquí es donde la cosa se pone interesante, porque el Bundesbank deja claro que no se trata de una debilidad cíclica que desaparecerá con la próxima recuperación económica. Se trata de un aumento estructural, es decir, permanente, del gasto. Esta es la diferencia crucial que muchos observadores pasan por alto.

El aumento previsto del déficit se debe a un gasto adicional sostenido. La principal causa es el aumento de las prestaciones sociales. Alemania contribuye cada vez más al sistema de pensiones. La población envejece, menos personas trabajan y más reciben pensiones. Este es un problema estructural inherente que solo puede frenarse, no resolverse, con ninguna reforma. A esto se suman los gastos en renta básica, que para 2025 ya habían aumentado a aproximadamente 52 000 millones de euros anuales, incluyendo los gastos de vivienda y calefacción, incluso a poco más de 42 000 millones de euros. Esto representa una doceava parte del presupuesto total. Si el gobierno federal pretende reducir estas prestaciones, debe prever un malestar social masivo. Friedrich Merz ha abogado precisamente por esto —una reforma de la renta básica—, pero ni siquiera esto es una solución rápida para ahorrar costes.

La segunda fuente son los pagos de intereses. El Bundesbank prevé que los pagos anuales de intereses aumentarán de los 30 000 millones de euros actuales a aproximadamente 65 000 millones de euros para 2029. Esto supone duplicar la cifra. Cada euro que el gobierno toma prestado se convierte en servicio de la deuda en años futuros. Se trata de un proceso puramente mecánico. Cuanto mayor sea la nueva deuda, mayores serán los pagos de intereses. Y estos pagos de intereses reducen el margen fiscal para otras tareas: infraestructura, educación e inversión. No se trata de un problema económico abstracto. Se trata de una cuestión de redistribución intergeneracional. Las generaciones futuras pagarán los intereses de la deuda contraída hoy.

La tercera fuente de desgravación fiscal son las reducciones de impuestos promulgadas por el gobierno federal. Estas reducciones abordan el llamado efecto de "aumento gradual de los tramos impositivos". Esto significa que los tramos impositivos se ajustan anualmente para evitar que los empleados y autónomos sean automáticamente empujados a tramos impositivos más altos debido a la inflación. En 2025, la deducción básica exenta de impuestos se incrementó en 312 €, hasta 12.096 €, y en 252 € adicionales en 2026. Los tramos impositivos se desplazaron hacia la derecha un 2,6 % (2025) y un 2,0 % (2026), respectivamente. Esto le cuesta al erario público aproximadamente 3.400 millones de € al año. Si bien esto es políticamente atractivo, ¿quién no querría que los empleados se beneficiaran de los aumentos salariales relacionados con la inflación? Sin embargo, reduce los ingresos del gobierno.

La cuarta fuente es el aumento de las transferencias y las prestaciones sociales. A través de la coalición, la CSU impulsó una ampliación de la pensión maternal, cuya entrada en vigor está prevista para el 1 de enero de 2027. No se trata de un ajuste regulatorio menor, sino de un gasto significativo y continuo. Estas prestaciones son políticamente difíciles de revertir. Crean expectativas, derechos legales y una base de votantes.

Al mismo tiempo, los ingresos crecen a un ritmo más lento que los gastos. El aumento de las contribuciones a la seguridad social está erosionando la recaudación fiscal. Si bien el gobierno se beneficia del aumento de las contribuciones a la seguridad social, este efecto solo compensa parcialmente el déficit. Además, las previsiones de crecimiento económico para 2025 son de tan solo el 0,2 %, y para 2026, según la institución, de entre el 0,6 % y el 1,2 %. Esto representa un crecimiento débil. Y un crecimiento débil implica una recaudación fiscal débil.

Falta un programa de austeridad claro, a pesar de las reiteradas advertencias de expertos económicos como Veronika Grimm. El gobierno alemán está gastando miles de millones en infraestructura y defensa, con la esperanza de un mayor crecimiento, pero no existe un paquete de austeridad perceptible que frene simultáneamente los aumentos estructurales del gasto. Esta es la falla fundamental identificada por el Bundesbank.

El punto de inflexión crítico: ¿Qué hacer con los 172.000 millones de euros?

Existe un déficit particularmente crítico en el plan financiero. El gobierno alemán se ha comprometido a asumir una deuda masiva para 2029. Solo para 2026, esto asciende a más de 180 000 millones de euros en nuevos préstamos. Esto es posible gracias a la flexibilización del freno de la deuda para el gasto en defensa y la creación de un fondo especial para infraestructuras. Pero ¿qué sucederá después? Existe un déficit de financiación de 172 000 millones de euros para los años 2027 a 2029. Se trata de una suma enorme. Solo en 2027, asciende a aproximadamente 30 000 millones de euros, y para 2028, habrá alcanzado los 60 000 millones de euros.

¿Cómo surgió esta brecha? En el verano de 2025, el gobierno alemán aprobó un paquete de austeridad, el llamado programa de inversión, que incluía exenciones fiscales para las empresas. Sin embargo, los estados y municipios deben ser compensados ​​por estas pérdidas de ingresos fiscales, una regulación acordada por la propia coalición. Además, se prometieron más beneficios sociales, en particular la pensión de jubilación anticipada para las madres. También deben tenerse en cuenta los pagos de intereses del aumento de la deuda. Todo esto en conjunto genera esta enorme brecha. El Bundesbank ha concluido que el gobierno federal excederá el límite de la deuda a partir de 2028, y que actualmente no se prevén medidas concretas para evitarlo.

Para un banco central, esta es una crítica inusualmente directa. El gobierno alemán está gastando miles de millones sin demostrar cómo pretende mantener el control del presupuesto. Esto no es solo un estado financiero; es una declaración sobre la credibilidad del gobierno.

El Bundesbank prevé que el gasto adicional podría impulsar el crecimiento económico en un total acumulado de 1,3 puntos porcentuales entre 2025 y 2028. Sin embargo, estos efectos se retrasan. Un proyecto de infraestructura decidido en 2026 solo empezará a tener impacto en 2027 o 2028. Para entonces, los déficits ya se habrán acumulado. Esto dificulta que el gobierno de Merz gane tiempo. El margen de maniobra financiera se está reduciendo a un ritmo mayor que el de los nuevos estímulos al crecimiento. Este es un clásico problema de sincronización macroeconómica. Y es prácticamente irresoluble a menos que la economía se recupere con mucha más fuerza de la prevista actualmente.

La dimensión constitucional: la amenaza de Karlsruhe

El conflicto está, pues, predeterminado. O bien el gobierno corrige su rumbo en los próximos 12 a 18 meses, recortando el gasto o aumentando los ingresos. O bien se arriesga a que, al final, no sea el Bundesbank, sino el Tribunal Constitucional Federal, quien marque la línea.

El Tribunal Constitucional Federal ha abordado el freno de la deuda en varias ocasiones. La sentencia más famosa fue la de 2023, cuando el tribunal amonestó al gobierno de coalición gobernante. El gobierno federal no había utilizado los fondos de ayuda para la COVID-19 en 2021, reasignándolos a un fondo especial de protección climática. El tribunal dictaminó que esto violaba el freno de la deuda. Una sentencia relativamente técnica, pero de gran importancia simbólica. El Tribunal Constitucional señaló: «El freno de la deuda no es negociable. Supervisaremos su cumplimiento».

Un avance legal particularmente destacable es que, en teoría, los ciudadanos individuales podrían presentar una demanda constitucional por deuda. Esto significa que cualquier contribuyente podría argumentar que el gobierno federal está violando sus derechos constitucionales por sus pecados relacionados con la deuda, en concreto, el derecho a la democracia y a la libertad futura. El Tribunal Constitucional Federal no ha descartado explícitamente esta posibilidad hasta la fecha. Es un arma que aún no se ha utilizado, pero existe.

En esencia, el Bundesbank dice lo siguiente: Les advertimos públicamente para que todos comprendan que el propio gobierno federal está empezando a perder el control. Si el Tribunal Constitucional Federal tiene que intervenir en 2027 o 2028, será desastroso para la legitimidad política del gobierno federal. El Canciller Merz ya no sería el artífice de las políticas, sino el reformador en un estado de emergencia.

La apuesta por el crecimiento: un juego arriesgado con un resultado incierto

Es cierto que el gobierno alemán persigue deliberadamente una estrategia de crecimiento. Friedrich Merz dejó clara su postura durante el debate general sobre el presupuesto de septiembre de 2025. Explicó que el gobierno está aceptando conscientemente un mayor gasto para restaurar la capacidad de acción de Alemania. Esto incluye gasto en defensa, infraestructura y ayuda económica. Es una decisión estratégica. Merz argumenta: «Si invertimos, si fortalecemos las fuerzas armadas, si brindamos ayuda a las empresas, estas inversiones serán rentables. Entonces la economía crecerá con mayor fuerza. Entonces podremos saldar la deuda».

Esto no es fundamentalmente erróneo. La lógica económica es convincente: cuando el Estado invierte en infraestructura, estas inversiones pueden generar posteriormente ingresos fiscales. Un coche en una autopista nueva consume menos tiempo y energía, lo que aumenta la productividad. Una empresa con un mejor suministro eléctrico es más productiva. Un presupuesto de defensa que reduzca la dependencia de Alemania podría reducir los riesgos geopolíticos. Teóricamente plausible.

Pero empíricamente, este es un escenario débil. El Instituto Ifo prevé que la inversión pública contribuirá solo con unos 0,3 puntos porcentuales al crecimiento en 2026 y unos 0,7 puntos porcentuales en 2027. Esto es significativamente menor de lo que esperaban los optimistas del multiplicador. El propio Bundesbank es más escéptico y anticipa solo 0,8 puntos porcentuales de crecimiento adicional en 2026 y 0,4 puntos porcentuales en 2027. Esto significa que el gobierno está gastando cientos de miles de millones, pero recibiendo solo efectos económicos débiles a cambio. Este es un escenario de bajo rendimiento.

Además, Alemania es una sociedad envejecida con escasez de trabajadores cualificados. Incluso si la infraestructura mejora, no hay suficientes trabajadores para utilizarla. Sin una inmigración masiva de profesionales cualificados y sin reformas educativas, el capital adicional no se traducirá en un aumento de la productividad. Simplemente se traducirá en salarios más altos, lo que impulsará la inflación e incitará al banco central a subir los tipos de interés. Este es el escenario estanflacionario que muchos economistas temen.

Por lo tanto, Friedrich Merz está haciendo una apuesta clásica por el crecimiento. En Estados Unidos, bajo el gobierno de Donald Trump, esto está funcionando: el país crece con relativa rapidez, financia un gasto masivo en defensa y la inflación se mantiene moderada. Pero Alemania es estructuralmente diferente. Los mercados laborales están más ajustados, la productividad se está estancando y las exportaciones están bajo presión. Esto no es Estados Unidos. Es más bien una Europa en crisis.

 

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El Bundesbank da la voz de alarma: ¿se dirige Alemania conscientemente hacia una crisis constitucional?

Malestar social: ¿Quién paga el precio?

Lo que el Bundesbank también critica implícitamente es la negativa del gobierno a implementar las reformas estructurales necesarias para reducir el déficit de forma sostenible. Merz se ha posicionado claramente en contra de las subidas de impuestos. El acuerdo de coalición lo obliga a hacerlo. Pero sin subidas de impuestos, solo queda una opción: recortar el gasto en el estado del bienestar.

El gobierno alemán planea asumir 98 000 millones de euros en nueva deuda en su presupuesto básico para 2026. Esta cifra supone un récord. La deuda adicional provendrá de fondos especiales para defensa e infraestructura. En total, se incurrirá en más de 180 000 millones de euros en nueva deuda. Esto representa casi un tercio del presupuesto federal total, de 524 500 millones de euros. Uno de cada tres euros es deuda.

El precio de esto se pagará en forma de intereses y futuras medidas de austeridad. Si los intereses aumentan de 30 000 millones de euros a 65 000 millones de euros en 2029, serán 35 000 millones de euros anuales que no podrán destinarse a programas sociales, educación ni infraestructuras. Estos intereses son inevitables. Deben pagarse.

El gobierno ha anunciado planes para implementar un paquete de austeridad. El ministro de Finanzas, Lars Klingbeil, ya ha preparado a sus socios de coalición para los tiempos difíciles que se avecinan. Es improbable que muchas de las promesas del acuerdo de coalición se cumplan. Esto incluye recortes a las prestaciones sociales y, potencialmente, la eliminación de subsidios y programas de financiación. La reforma de la renta básica es un primer paso. Pero si el déficit de financiación alcanza los 172 000 millones de euros, serán necesarios recortes aún mayores.

Esto genera conflictos políticos. El SPD, parte de la coalición, se niega a recortar radicalmente el estado de bienestar. El ministro de Finanzas, Klingbeil, ha contradicho a la ministra de Trabajo, Bärbel Bas, quien rechaza los recortes masivos. Los sindicatos y las organizaciones de bienestar —todos actores poderosos que se resisten a tales medidas— también están presentes. Friedrich Merz podría encontrarse en una situación en la que, o bien se toma en serio su responsabilidad fiscal e implementa profundos recortes sociales, o bien ignora el freno a la deuda y se arriesga a un recurso ante el Tribunal Constitucional Federal.

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La maniobra política: La cuestión del poder

Con su advertencia tan abierta, emitida justo antes de Navidad, el Bundesbank está señalando algo crucial. Los conflictos de política fiscal del próximo año ya han comenzado. 2026 no será el año en que se discuta la deuda. 2026 será el año en que se decidirá quién aplicará en última instancia las normas presupuestarias en Alemania.

Se pueden concebir tres escenarios. El primero: El gobierno federal implementa correcciones oportunas. Adopta un ambicioso paquete de austeridad, aumenta los impuestos si es necesario (en contra de lo acordado en la coalición) e implementa reformas más radicales en las prestaciones sociales. Logra no exceder el límite de la deuda en 2028. Esto conllevaría importantes conflictos políticos internos, pero desde una perspectiva constitucional, es la solución más acertada.

El segundo escenario: El gobierno federal sale adelante a duras penas. Decide implementar medidas menores de austeridad, un aumento de impuestos descrito como una "excepción". No logra cumplir con el freno de la deuda, superándolo en 0,2 o 0,3 puntos porcentuales. Espera que esto sea tolerado políticamente o que el Tribunal Constitucional sea indulgente. Este es el escenario más probable.

El tercer escenario: Interviene el Tribunal Constitucional Federal. En 2027 o 2028, Karlsruhe reprende al gobierno federal o declara inconstitucionales partes del presupuesto. Merz se ve obligado a congelar los fondos presupuestarios, y el daño político es considerable. Este es el peor escenario para la legitimidad del gobierno de Merz.

El Bundesbank está señalando que la era de la libertad de decisión ha terminado. A partir de ahora, toda opción tiene un coste: ya sea conflicto social por las medidas de austeridad, conflicto constitucional por la violación del freno de la deuda o daño político por las correcciones monetarias. Se trata de una cuestión de poder, porque afecta a la capacidad de un Estado democrático para autogobernarse.

El contexto internacional y la crítica del escepticismo

Sin embargo, también existen críticas legítimas a la postura del Bundesbank. Algunos economistas argumentan que el freno de la deuda en sí mismo es el problema. Limita artificialmente la capacidad de acción del Estado. Si el Estado no puede invertir en momentos críticos, se vuelve autodestructivo. Estados Unidos no cuenta con un freno de la deuda tan estricto y puede invertir masivamente. Alemania también podría, según los argumentos, tener un freno de la deuda "reformado" que separe las inversiones del gasto corriente.

De hecho, el propio Bundesbank ha presentado una propuesta de reforma que opera en tres etapas. La etapa 1 se extiende hasta 2029 con los límites actuales. La etapa 2, de 2029 a 2036, prevé una reducción gradual del déficit. La etapa 3, a partir de 2036, permitiría una normativa moderadamente flexible que incentivaría la inversión. Sin embargo, esta propuesta no está exenta de controversia. Los críticos la consideran una mera manipulación de cifras que, en última instancia, impide que el nivel de deuda disminuya.

La contrapregunta central, por lo tanto, es: ¿No sería mejor reformar por completo el freno de la deuda y luego operar con mayor flexibilidad fiscal? Alemania tiene demasiado que invertir: en infraestructura, en digitalización, en la transición energética, en defensa. Un freno de la deuda que bloquee todo esto podría, en última instancia, perjudicar a Alemania más que la propia deuda.

Este es un argumento económico genuino. Y tiene un peso considerable. Pero el Bundesbank está diciendo esencialmente: Esta es una decisión política, no técnica. Si Alemania quiere reformar el freno de la deuda, debe hacerlo de forma deliberada y transparente, con una mayoría de dos tercios tanto en el Bundestag como en el Bundesrat. No puede simplemente endeudarse y esperar a que las circunstancias mejoren más adelante.

Por lo tanto, el Bundesbank no critica principalmente el endeudamiento en sí. Critica que el gobierno esté creando deliberadamente una situación en la que excede los límites constitucionales sin hacerlo transparente. Esta es una distinción crucial.

La calma antes de la tormenta: Por qué 2026 es crucial

El Bundesbank ha emitido su advertencia ahora, a finales de 2025. Se trata de una decisión estratégicamente calculada. 2026 será el año crucial para las negociaciones. El gobierno deberá preparar un nuevo presupuesto para 2027. Deberá implementar medidas de austeridad. El SPD protestará contra los recortes a la asistencia social. El sector empresarial esperará una recuperación económica. El Tribunal Constitucional Federal está dispuesto a intervenir si se viola la Constitución. Y el Bundesbank ha reconocido públicamente la gravedad de la situación.

En este contexto, la advertencia del Bundesbank no es simplemente un pronóstico técnico. Es un llamado a la rendición de cuentas. Dice: Vemos lo que planean. Vemos que no tienen respuesta. Y se lo haremos saber si se viola la Constitución.

Este es el tipo de control institucional que funciona en una democracia constitucional. No mediante la fuerza ni la orden directa, sino mediante la transparencia, la crítica pública y la señalización de límites. El Bundesbank no puede impedir que el gobierno se endeude. Pero sí puede hacer público que se trata de una cuestión constitucional.

Friedrich Merz lo entenderá. Es un político inteligente y conoce los límites de su poder. Cuando el Bundesbank afirma que el freno de la deuda se superará en 2028, no es una simple predicción. Es una amenaza de que el orden constitucional se vea sometido a presión. Esto influirá en las negociaciones sobre las medidas de austeridad.

La crisis más profunda: la debilidad del crecimiento estructural

Pero hay un nivel más profundo. El Bundesbank no solo advierte sobre los déficits. También advierte sobre la debilidad estructural del crecimiento. El crecimiento de Alemania es demasiado débil. 0,2 % en 2025, entre el 0,6 % y el 1,2 % en 2026: ese no es el ritmo al que un país rico está configurando su futuro. Ese es el ritmo al que un país experimenta un cambio estructural y pierde competitividad.

¿Por qué? Hace dos décadas, Alemania contaba con ventajas competitivas globales. Destacaba en ingeniería mecánica, automoción y química. Pero el cambio estructural hacia los vehículos eléctricos, la digitalización, la automatización y la neutralidad climática ha abrumado a Alemania. Las empresas consolidadas son demasiado lentas. El panorama de las startups es débil. La burocracia es un obstáculo. La infraestructura se está desmoronando. Y el sistema educativo no está formando suficientes profesionales con talento.

Esto no se puede resolver simplemente con más deuda. Requiere reformas estructurales: desregulación, procesos de aprobación más rápidos, mejores escuelas y universidades, e inmigración de trabajadores cualificados. Merz ha reconocido que estas reformas son necesarias. De ahí las inversiones en infraestructura, los presupuestos de defensa (para evitar la dependencia de EE. UU.) y las desgravaciones fiscales para las empresas.

Pero esto también llevará tiempo. Un proyecto de infraestructura aprobado en 2026 solo contribuirá a la creación de valor en 2030 o 2031. Mientras tanto, hay que pagar las deudas. Los intereses están aumentando. Y si las reformas no surten efecto con la suficiente rapidez, el débil crecimiento se convertirá en una crisis crónica.

Por lo tanto, el Bundesbank también advierte indirectamente de un callejón sin salida. No se pueden compensar las debilidades estructurales del crecimiento con una deuda cada vez mayor. En algún momento, la deuda alcanza su límite. Entonces, la propia economía tiene que crecer. Y eso requiere no solo dinero, sino cambios estructurales.

La crisis de decisiones de 2026

Por lo tanto, el informe mensual de diciembre del Bundesbank es más que un simple informe económico. Es una declaración política. El Bundesbank afirma: «A partir de ahora, no habrá más decisiones sin coste». Cada euro adicional que gaste el gobierno agravará la crisis presupuestaria de 2027 a 2029. Cada euro que no gaste perjudicará la economía. Este es un dilema clásico sin solución fácil.

¿Qué nos deparará 2026? El gobierno probablemente intentará optar por el camino más fácil. Cancelará o pospondrá algunos de sus compromisos. Intentará presentar pequeñas medidas de austeridad como reformas importantes. Esperará que la economía se recupere con más fuerza de lo previsto. Y pospondrá los conflictos de política fiscal hasta el verano de 2026, cuando se negocie un nuevo presupuesto.

Pero el Bundesbank ha declarado públicamente que esto no funciona. No se puede simplemente endeudarse y esperar que el tiempo sane todas las heridas. Al final, hay que pagar la factura. Ya sea ahora mediante medidas de austeridad y reformas, o más tarde mediante conflictos constitucionales y crisis políticas.

Friedrich Merz se encuentra en una situación difícil. Asumió el gobierno federal con la intención de modernizar Alemania. Pero la ratio deuda/PIB, la carga de intereses y la debilidad estructural del crecimiento son problemas que no pueden simplemente desaparecer. El Bundesbank no emite advertencias por malicia. Advierte porque ha reconocido los límites de la sostenibilidad fiscal.

El año 2026 demostrará si el gobierno de Merz tiene una respuesta a esta advertencia. De no ser así, 2027 y 2028 serán años turbulentos. Esto no es alarmismo. Es un análisis serio de la realidad constitucional y fiscal.

 

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