A pesar de los beneficios récord, el BCE da la voz de alarma: ¿Por qué la situación de riesgo para los bancos es ahora "históricamente sin precedentes"?
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Publicado el: 18 de noviembre de 2025 / Actualizado el: 18 de noviembre de 2025 – Autor: Konrad Wolfenstein

A pesar de los beneficios récord, el BCE da la voz de alarma: ¿Por qué la situación de riesgo para los bancos es ahora "históricamente sin precedentes"? – Imagen: Xpert.Digital
Advertencia desde Fráncfort: ¿Fin de la estabilidad a pesar de las arcas llenas? Cuando el cambio de guardia impacta el sistema financiero.
«Prueba de estrés inversa»: ¿Se está preparando la autoridad reguladora para el peor escenario posible? Guerra comercial y aranceles: la amenaza subestimada para su institución financiera.
A primera vista, el panorama bancario europeo parece más sólido que nunca: las arcas están repletas, el repunte de los tipos de interés ha generado rentabilidades extraordinarias para las entidades y las reservas de capital superan con creces los requisitos legales. Sin embargo, según el Banco Central Europeo (BCE), tras esta brillante fachada se está gestando una tormenta perfecta.
Los guardianes del euro han endurecido drásticamente su tono, advirtiendo de una "acumulación de riesgos sin precedentes históricos". Se trata de una advertencia que exige atención, ya que rompe con la habitual moderación de los reguladores. En esta ocasión, el peligro no reside principalmente en los balances en sí, sino en una inédita confluencia de perturbaciones externas: las tensiones geopolíticas, una inminente guerra comercial global, la crisis del mercado inmobiliario comercial y las incalculables consecuencias del cambio climático conforman una mezcla tóxica que podría golpear al sistema en sus puntos más vulnerables.
Mientras los bancos siguen celebrando beneficios récord, los reguladores ya preparan medidas radicales, desde novedosas «pruebas de estrés inversas» hasta estrictos requisitos de capital para los riesgos climáticos. El siguiente análisis profundiza en esta paradoja: examina por qué la fortaleza actual puede ser engañosa, cómo los conflictos geopolíticos pueden provocar repentinamente impagos de préstamos y por qué el mayor desafío para los bancos europeos aún está por llegar. Descubra qué sucede cuando los cambios impactan en el sistema financiero.
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Los bancos europeos, atrapados en las garras de una acumulación de riesgos histórica.
Con su última advertencia, el Banco Central Europeo ha enviado un mensaje contundente al sector bancario europeo. La situación de riesgo para el sistema financiero ha alcanzado un nivel sin precedentes históricos. Esta evaluación marca un punto de inflexión significativo en la comunicación de los supervisores bancarios y justifica un análisis económico exhaustivo que va más allá de las habituales advertencias de crisis.
Los reguladores de Fráncfort basaron su evaluación en una gama inusualmente amplia de factores de riesgo estructural. La combinación de tensiones geopolíticas, una política comercial radicalmente alterada, desastres naturales relacionados con el clima, cambios demográficos y transformaciones tecnológicas genera debilidades estructurales en el sistema que se refuerzan mutuamente. Esta lista es relevante porque va más allá de los factores de riesgo financiero clásicos y aborda vulnerabilidades sistémicas profundamente arraigadas en la transformación del orden económico mundial.
La evaluación de que el riesgo de eventos extremos es mayor que nunca requiere una contextualización precisa. Esta formulación no implica necesariamente que la probabilidad de perturbaciones individuales haya aumentado, sino que la simultaneidad y el refuerzo mutuo de los distintos canales de riesgo han alcanzado un nuevo nivel. Implica una acumulación de riesgo en la que los eventos individuales pueden desencadenar efectos en cascada que se propagan más allá de los límites tradicionales.
La paradoja de la superficie robusta
La tensión entre la grave advertencia de riesgo y la observación simultánea de que los bancos gozan actualmente de buena salud financiera revela un desafío fundamental para la supervisión financiera moderna. Las instituciones de la zona euro presentan sólidas reservas de capital, liquidez estable y una rentabilidad históricamente alta. La rentabilidad sobre recursos propios superó el diez por ciento en el segundo trimestre del año, cifra que sitúa a las instituciones en una posición favorable. El ratio de capital ordinario de nivel 1 (CET1) supera el dieciséis por ciento, muy por encima de los requisitos mínimos regulatorios. El ratio de préstamos morosos se mantiene en un bajo diecinueve por ciento.
Estas cifras muestran un sector resiliente que no solo sobrevivió al periodo de tipos de interés al alza, sino que incluso se benefició de él. Tras el fin de la fase de tipos de interés cero, las entidades lograron generar importantes ingresos netos por intereses y, al mismo tiempo, beneficiarse de la fortaleza de los mercados bursátiles gracias a las mayores comisiones en la negociación de valores. La rentabilidad anualizada sobre recursos propios alcanzó un valor ligeramente superior al diez por ciento a mediados de año, lo que significa que los bancos europeos pueden demostrar, por primera vez en años, la existencia de modelos de negocio sosteniblemente rentables.
Sin embargo, esta aparente solidez puede resultar engañosa. La rentabilidad de estas instituciones depende en gran medida de condiciones macroeconómicas favorables, las cuales pueden cambiar rápidamente. Los ingresos netos por intereses se reducirán a medida que los tipos de interés sigan bajando, mientras que los costes de refinanciación se mantendrán inicialmente en un nivel más elevado. Al mismo tiempo, si bien la calidad de los activos es estable, ya se observan presiones perceptibles en ciertos segmentos. El índice de morosidad en Alemania ha aumentado del 1,5 % al 0,14 % desde mediados del año pasado, mientras que en los países del sur de Europa ha tendido a descender. Esta tendencia divergente apunta a dinámicas económicas distintas que están transformando la imagen aparentemente homogénea de un sector bancario europeo robusto.
La geopolítica como factor de riesgo sistémico
La clasificación de los riesgos geopolíticos como una amenaza clave para la estabilidad financiera supone un cambio de paradigma en la supervisión bancaria. Durante décadas, la regulación se centró en riesgos financieros cuantificables como el riesgo de crédito, el riesgo de mercado y el riesgo de liquidez. Si bien los factores geopolíticos se tenían en cuenta en las pruebas de resistencia, se consideraban más como perturbaciones externas que como una categoría de riesgo independiente. Esta perspectiva ha cambiado radicalmente.
Los riesgos geopolíticos afectan a los bancos a través de múltiples canales, a menudo difíciles de predecir. Pueden manifestarse como un aumento de la morosidad cuando las tensiones geopolíticas interrumpen las cadenas de suministro o se produce un colapso de los mercados de exportación. Influyen en los riesgos de mercado mediante flujos de capital abruptos y volatilidad cambiaria. Los riesgos operativos aumentan debido a la amenaza de ciberataques con motivación geopolítica. Pueden surgir riesgos de liquidez cuando se paralizan los mercados internacionales de refinanciación. Y, por último, las perturbaciones geopolíticas afectan a los modelos de negocio de las propias instituciones cuando cambian los patrones comerciales o aumenta la fragmentación regulatoria.
La situación geopolítica actual se caracteriza por una complejidad sin precedentes. La guerra en Ucrania ha puesto en entredicho la seguridad energética europea y ha activado mecanismos de sanciones con consecuencias de gran alcance para los flujos financieros transfronterizos. El conflicto en Oriente Medio conlleva el riesgo de nuevas crisis en los precios del petróleo e inestabilidad regional. Las tensiones entre Estados Unidos y China se manifiestan en una guerra tecnológica que está transformando las cadenas de valor globales. Los conflictos comerciales entre los principales bloques económicos amenazan con revertir décadas de liberalización comercial.
Para la industria europea, tradicionalmente muy dependiente de la integración comercial global, esto supone un desafío existencial. Los sectores automotriz, químico y farmacéutico se encuentran entre los más propensos a verse afectados por las tendencias proteccionistas. La política comercial estadounidense se ha intensificado sin precedentes este año, con aranceles del 25 % sobre automóviles y autopartes, y un arancel base del 15 % sobre la mayoría de las exportaciones europeas a Estados Unidos. Incluso se han impuesto aranceles de hasta el 50 % sobre el acero y el aluminio.
La guerra comercial como factor de estrés macroeconómico
El impacto de esta política comercial en la economía europea, y por ende indirectamente en los bancos, es considerable. Los cálculos de modelos de diversas instituciones predicen pérdidas de crecimiento para Alemania y la eurozona del orden del uno por ciento del producto interno bruto durante un período de dos años. Para economías individuales altamente exportadoras como Irlanda, los efectos podrían ser aún más pronunciados, con caídas de hasta una doceava parte de un punto porcentual del producto interno bruto.
Estas presiones macroeconómicas afectarían los balances bancarios a través de diversos canales. En primer lugar, la demanda de crédito se vería afectada, ya que las empresas pospondrían sus inversiones en un entorno de incertidumbre. Simultáneamente, se debilitaría la capacidad de los prestatarios actuales para cumplir con sus obligaciones de pago. Esto es particularmente cierto para las empresas medianas de sectores orientados a la exportación, que están menos diversificadas que las grandes corporaciones y cuentan con menores reservas financieras.
La situación es particularmente precaria en la industria de autopartes. Incluso antes del último aumento arancelario, dos tercios de los proveedores encuestados reportaron dificultades para acceder a financiamiento bancario. Los bancos exigen tasas de interés más altas, garantías más extensas, condiciones contractuales más estrictas y plazos de préstamo más cortos. Esta situación afecta a las empresas en un momento en que deben realizar inversiones masivas en la transformación hacia la electromovilidad, mientras que sus márgenes se encuentran en mínimos históricos. El riesgo de un aumento en las insolvencias en este sector es real y sobrecargaría a los bancos con un incremento en la morosidad.
En su análisis de la política comercial estadounidense, Deutsche Bank señaló que Ford y General Motors podrían enfrentar costos superiores a los diez mil millones de dólares, con una disminución en sus ganancias operativas de entre cuatro y siete mil millones de dólares anuales. Si bien estas cifras se refieren a fabricantes estadounidenses, ilustran la magnitud de las perturbaciones que pueden causar los aranceles. Los fabricantes europeos enfrentan riesgos similares, especialmente dada su importante cuota de mercado en Estados Unidos y la imposibilidad de reubicar la producción a corto plazo.
El dilema del mercado inmobiliario comercial
Otro ámbito de riesgo crítico que los supervisores bancarios vigilan de cerca son los préstamos inmobiliarios comerciales. Si bien este segmento representa solo alrededor del diez por ciento del total de préstamos bancarios en la zona euro, su importancia para la estabilidad financiera es desproporcionada. La Autoridad Bancaria Europea informó que la proporción de préstamos inmobiliarios comerciales morosos se duplicó con creces en doce meses, pasando del 2,2 % al 5 %, lo que representa un aumento de 6200 a 14 200 millones de euros en términos absolutos.
Las razones de esta situación son multifactoriales y de índole estructural. El entorno de altas tasas de interés ha incrementado drásticamente los costos del servicio de la deuda para los prestatarios existentes, en particular para los préstamos a tasa variable y aquellos con vencimiento próximo a la tasa fija. Al mismo tiempo, la rentabilidad de muchos inmuebles comerciales se ha deteriorado, ya que cambios estructurales como la tendencia al teletrabajo reducen la demanda de espacio para oficinas. La inflación eleva los alquileres, los costos operativos y los costos de construcción, lo que disminuye las reservas de capital de los propietarios.
El Banco Central Europeo ha detectado, mediante auditorías específicas, diversas deficiencias en la valoración y el seguimiento de las garantías por parte de los bancos. En lugar de utilizar valoraciones de mercado que tengan en cuenta la coyuntura actual, las entidades de crédito se basan en valores futuros potenciales o incluso en valores que no reflejan la situación actual del mercado. Esta falta de prudencia en la valoración de las garantías conlleva el riesgo de que las pérdidas reales en caso de impago sean superiores a las previstas.
La situación del mercado inmobiliario comercial es particularmente precaria, ya que puede tener un efecto amplificador durante las crisis. Si aumentan los impagos y las propiedades salen al mercado, esto conlleva una mayor caída de los precios y disminuye el valor de las garantías de todos los préstamos inmobiliarios comerciales. Este mecanismo de retroalimentación entre los impagos y las pérdidas de activos fue una característica clave de la crisis financiera de 2008 y podría repetirse, aunque de forma menos grave.
Por consiguiente, el Banco Central Europeo ha instado a las entidades a mejorar sus marcos de gestión del riesgo de crédito en el sector inmobiliario comercial y a garantizar una supervisión más estricta de las valoraciones de los inmuebles. Las inspecciones in situ prestarán especial atención a los datos utilizados para las valoraciones y a la evolución actual del mercado. Las entidades que presenten deficiencias significativas se enfrentarán a medidas de supervisión.
La arquitectura de pruebas de estrés como sistema de alerta temprana
Dada la imprevisibilidad de los riesgos descritos, el Banco Central Europeo ha anunciado una notable innovación metodológica. En 2026, se llevará a cabo por primera vez una prueba de estrés inversa sobre riesgos geopolíticos. Con esta metodología, los supervisores no presentarán a los bancos, como suele ser habitual, un escenario al que deban reaccionar, sino que definirán una pérdida de activos o una disminución de capital específica y les pedirán a las propias entidades que desarrollen escenarios plausibles que conduzcan a dicho resultado.
Este cambio de perspectiva resulta esclarecedor por varias razones. En primer lugar, obliga a los bancos a examinar en detalle sus vulnerabilidades específicas. Cada institución presenta perfiles de riesgo distintos ante las crisis geopolíticas debido a su modelo de negocio, presencia geográfica y clientela. Una prueba de estrés inversa pone de manifiesto estas debilidades propias de cada institución. En segundo lugar, la metodología fomenta una gestión de riesgos creativa. Si bien los escenarios predefinidos suelen reflejar riesgos conocidos, los escenarios desarrollados internamente también pueden detectar amenazas menos evidentes o novedosas. En tercer lugar, la agregación de escenarios de todas las instituciones proporciona a los supervisores información valiosa sobre la diversidad y la concentración de los riesgos sistémicos en el sector bancario.
La prueba de estrés inversa complementa las pruebas de estrés periódicas que realizan la Autoridad Bancaria Europea y el Banco Central Europeo cada dos años. La prueba de estrés más reciente, realizada en verano, reveló que 64 bancos de 17 países de la UE y el EEE, que representan aproximadamente el 75 % de los activos bancarios de la UE, mantendrían su solidez incluso ante una grave recesión económica hipotética. El escenario simulado incluyó un fuerte deterioro del entorno macrofinanciero mundial, impulsado por un resurgimiento de las tensiones geopolíticas, una mayor fragmentación del comercio (incluidos los aumentos arancelarios) y perturbaciones persistentes en la oferta.
A pesar de las pérdidas de 547.000 millones de euros, los bancos mantendrían una sólida posición de capital y su capacidad para seguir apoyando la economía. El ratio de capital CET1 se reduciría en un promedio de 370 puntos básicos, hasta el 12 %. Esta reducción de capital es menor que la prevista en la prueba de resistencia de 2023, lo que se interpreta como un indicio de mayor rentabilidad y una gestión de riesgos más eficiente.
Sin embargo, estos resultados deben interpretarse con cautela. Las pruebas de resistencia se basan en supuestos y modelos que solo pueden ser aproximaciones de la realidad. La realidad de una crisis suele ser más compleja, dinámica y se caracteriza por efectos de retroalimentación que los modelos estáticos no representan adecuadamente. Además, las pruebas de resistencia demuestran resiliencia bajo el supuesto de que las instituciones no modifican sustancialmente sus modelos de negocio. En las crisis reales, sin embargo, los bancos adaptan sus estrategias, lo que puede generar comportamientos inesperados y efectos sistémicos.
Los riesgos climáticos como amenaza a largo plazo
En los últimos años, el Banco Central Europeo ha realizado importantes esfuerzos para integrar los riesgos climáticos en su práctica de supervisión. Estos riesgos afectan a los bancos principalmente a través de dos vías. Los riesgos físicos se derivan de los efectos directos del cambio climático, como los fenómenos meteorológicos extremos que dañan los activos o interrumpen las operaciones comerciales. Los riesgos de transición resultan de la necesaria transformación hacia una economía baja en carbono, lo que vuelve obsoletos ciertos modelos de negocio y exige cambios significativos en la estructura económica.
En 2020, los supervisores bancarios publicaron directrices que detallaban sus expectativas para las entidades en materia de riesgos climáticos y ambientales. Desde entonces, han supervisado sistemáticamente la implementación de estas expectativas y, cuando se han detectado deficiencias, han emitido inicialmente requerimientos de mejora. En 2024, el Banco Central Europeo anunció que también impondría multas en casos de deficiencias persistentes. Varias entidades de la zona euro ya han recibido advertencias por su gestión inadecuada de los riesgos ambientales y climáticos.
En 2025 se dio un paso decisivo cuando el Banco Central Europeo anunció su intención de integrar de forma permanente los riesgos climáticos y naturales en su práctica de supervisión e incluirlos, por primera vez, en el proceso de revisión y evaluación. Esto significa que los riesgos climáticos pueden ahora activar recargos de capital independientes del Pilar 2 si se considera inadecuada la gestión de riesgos de las entidades. Además, la planificación de la transición se convertirá en un componente obligatorio de la supervisión. Los bancos deberán evaluar sistemáticamente la eficacia con la que sus prestatarios gestionan la transición hacia una economía baja en carbono.
Esta integración de los riesgos climáticos en la supervisión bancaria basada en el capital marca la transición del diálogo voluntario a la regulación vinculante. Es el resultado de un proceso plurianual que comenzó con autoevaluaciones iniciales por parte de los bancos, se profundizó con una prueba de resistencia climática y ahora culmina en consecuencias regulatorias. El sector bancario ha recibido este avance con sentimientos encontrados. Por un lado, reconoce la relevancia de los riesgos climáticos y ya ha logrado progresos significativos en su integración en la gestión de riesgos. Por otro lado, advierte sobre los excesivos requisitos de capital que podrían perjudicar su competitividad.
El desafío de cuantificar los riesgos climáticos radica en su naturaleza a largo plazo y su incertidumbre. A diferencia de los riesgos financieros tradicionales, que pueden basarse en datos históricos, los riesgos climáticos requieren análisis prospectivos que abarcan décadas. La modelización de estos riesgos implica importantes incertidumbres, ya que debe basarse en supuestos sobre la evolución tecnológica, las medidas políticas y las preferencias sociales. Sin embargo, considerar estos riesgos es fundamental, dado que su impacto potencial en la estabilidad financiera podría ser considerable.
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La ciberresiliencia como necesidad existencial
Junto con los riesgos climáticos y geopolíticos, la ciberresiliencia cobra cada vez mayor importancia para los supervisores bancarios. La progresiva digitalización está aumentando la dependencia de las instituciones financieras de la tecnología de la información y, al mismo tiempo, su vulnerabilidad a los ciberataques. La amenaza abarca desde actividades delictivas como los ataques de ransomware hasta ataques patrocinados por estados con motivaciones geopolíticas.
En su informe anual sobre supervisión bancaria, el Banco Central Europeo subrayó que la digitalización es esencial para que los bancos sigan siendo competitivos, pero debe ir acompañada de una sólida gestión de riesgos que aborde cuestiones como la excesiva dependencia de los proveedores de servicios informáticos y la constante amenaza de los ciberataques. La autoridad supervisora ha anunciado que intensificará su labor en este ámbito.
Las recientes pruebas de resistencia cibernética han demostrado que, si bien los bancos suelen estar bien preparados, también necesitan mejorar su resiliencia cibernética, lo cual resulta muy costoso. Este hallazgo pone de relieve el dilema al que se enfrentan estas instituciones. Por un lado, deben invertir considerablemente en su infraestructura tecnológica y sistemas de seguridad para protegerse de las ciberamenazas. Por otro lado, se ven presionados por sus accionistas, quienes tienen expectativas de dividendos a corto plazo. Equilibrar las inversiones a largo plazo en resiliencia con los pagos a corto plazo es fundamental para un crecimiento sostenible.
Con la Ley de Resiliencia Operativa Digital, que entró en plena vigencia en 2025, la Unión Europea creó un marco regulatorio integral diseñado para fortalecer la resiliencia operativa digital de las entidades financieras. La implementación de estos requisitos exige importantes ajustes organizativos y técnicos por parte de los bancos. En 2025, los supervisores examinarán específicamente hasta qué punto las entidades financieras gestionan eficazmente sus riesgos de TI y si sus políticas no son meramente teóricas, sino que están integradas en sus procesos de negocio.
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El cambio demográfico como una transformación gradual
Otro factor estructural identificado por el Banco Central Europeo en su análisis de riesgos es el cambio demográfico. Este afecta al sistema financiero a través de diversos canales. El envejecimiento de la población en Europa conlleva cambios en la demanda de servicios financieros, ajustes en los modelos de negocio de las entidades financieras y modificaciones en las carteras de activos.
Para los bancos, el envejecimiento de la sociedad implica inicialmente un cambio en su clientela. Los clientes mayores tienen necesidades distintas a las de los jóvenes: muestran menor interés en los préstamos al consumo y mayor en la gestión patrimonial y la planificación de la jubilación. La mayor parte de la riqueza pertenece a la generación mayor, lo que la convierte en un grupo de clientes atractivo para las entidades financieras. Al mismo tiempo, el envejecimiento de la fuerza laboral plantea a los bancos desafíos en materia de recursos humanos, especialmente en lo que respecta a la retención de conocimientos y la captación de profesionales cualificados.
Desde una perspectiva macroeconómica, las tendencias demográficas reducen el potencial de crecimiento de las economías debido a la disminución de la población en edad laboral. Esto reduce la demanda de crédito y dificulta la generación de ingresos para los bancos. Además, una población que envejece puede ser más propensa a deshacerse de sus activos en lugar de acumular nuevos, lo que podría afectar a los mercados de capitales y la financiación de inversiones. Algunos analistas temen que, cuando la generación del baby boom quiera vender sus ahorros y viviendas, habrá muchos vendedores de activos, pero relativamente pocos compradores de la generación más joven, lo que podría provocar una depreciación de los activos.
Presión competitiva derivada de la digitalización y las entidades no bancarias
El panorama financiero está experimentando una profunda transformación estructural, impulsada por la digitalización y la aparición de nuevos competidores. Las empresas fintech y los neobancos como N26 y Revolut están estableciendo nuevos estándares en cuanto a facilidad de uso y agilidad. Se centran en las experiencias digitales del cliente, las bajas comisiones y los rápidos lanzamientos de productos, ganando cuota de mercado, especialmente entre los grupos objetivo más jóvenes.
Para los bancos tradicionales, esto significa una competencia más intensa que pone a prueba sus modelos de negocio establecidos. La digitalización ya no es una opción, sino una necesidad imperiosa. Las instituciones pioneras en digitalización superan con creces a la competencia, con una rentabilidad sobre recursos propios del 8,7 %, y además disfrutan de una mayor fidelización de clientes. Sin embargo, la transformación bancaria exige inversiones sustanciales en tecnología y un cambio cultural, lo que supone un reto para muchas instituciones tradicionales.
Además de las fintech, los denominados bancos en la sombra o intermediarios financieros no bancarios también están cobrando mayor importancia. Estas empresas realizan actividades similares a las de los bancos, como la intermediación de préstamos, la banca de inversión y la cobertura de riesgos, sin poseer una licencia bancaria y, por lo tanto, no están sujetas a la regulación bancaria completa. El sistema bancario en la sombra ha crecido considerablemente en los últimos años y ahora constituye una parte significativa del sistema financiero.
Los reguladores ven con preocupación esta situación, ya que la banca en la sombra, debido a su regulación menos estricta, puede tomar decisiones más arriesgadas y, a través de sus interconexiones con el sector bancario tradicional, generar riesgos sistémicos. La crisis financiera de 2008 demostró cómo los problemas en el sistema bancario en la sombra pueden repercutir en el sistema bancario formal y desencadenar una crisis financiera global. Por consiguiente, muchos expertos consideran que la regulación inadecuada de la banca en la sombra es uno de los desafíos más importantes aún sin resolver para la estabilidad financiera.
En su Informe de Estabilidad Financiera de noviembre de 2024, el Banco Central Europeo subrayó que la creciente interconexión entre bancos e intermediarios financieros no bancarios representa un mayor riesgo sistémico. Estas instituciones siguen operando en un entorno complejo, caracterizado por elevados riesgos geopolíticos y nuevos patrones competitivos derivados de la digitalización y la competencia de entidades no bancarias. Esto exige evaluaciones de riesgo prospectivas y una resiliencia suficiente.
Ajustes regulatorios y requisitos de capital
El marco regulatorio para los bancos está en constante evolución. Con la implementación de Basilea III en la legislación europea a través del Reglamento de Requisitos de Capital III y la Directiva de Requisitos de Capital VI, las entidades se enfrentarán a nuevos ajustes en sus requisitos de capital. Estas reformas buscan lograr un respaldo de capital más sensible al riesgo y fortalecer aún más la resiliencia del sector bancario.
Un elemento clave de la nueva normativa es el denominado límite mínimo de rendimiento, que restringe las ventajas de utilizar calificaciones internas o modelos de riesgo. En el futuro, los bancos que utilicen modelos internos también deberán calcular los activos ponderados por riesgo de toda su cartera mediante métodos estandarizados. Los requerimientos de capital totales no podrán ser inferiores a un determinado porcentaje de los activos ponderados por riesgo calculados mediante métodos estandarizados. Este límite mínimo se implementará gradualmente hasta 2030.
Para las entidades financieras alemanas, las reformas de Basilea III conllevarán un aumento previsto de los requisitos mínimos de capital de alrededor del ocho por ciento para el año 2033, lo que en términos absolutos corresponde a un incremento de treinta mil millones de euros en los requisitos de capital de nivel 1. En comparación, actualmente existen aproximadamente ciento sesenta y cinco mil millones de euros de capital básico por encima de los requisitos, por lo que el sector en su conjunto parece estar bien posicionado. Sin embargo, el impacto varía considerablemente entre las entidades y, para algunas, cumplir con los nuevos requisitos podría resultar difícil.
El Banco Central Europeo mantiene prácticamente estables los requisitos de capital para 2026, lo que refleja la solidez actual del sector. Para entidades individuales, como Deutsche Bank, los requisitos incluso se han reducido ligeramente. Sin embargo, los requisitos del Pilar 2 y el colchón de capital combinado se mantienen en un nivel que deja poco margen a las entidades para el reparto de dividendos adicionales o la recompra de acciones, salvo que dispongan de importantes superávits de capital.
El arte de la asignación de capital en tiempos de incertidumbre
Un desafío clave para los bancos radica en la asignación de su capital entre diversos usos que compiten entre sí. Las instituciones deben mantener reservas suficientes para cumplir con los requisitos regulatorios y afrontar las crisis. Al mismo tiempo, sus accionistas esperan rendimientos adecuados en forma de dividendos y revalorización de las acciones. Además, los bancos deben invertir en su infraestructura, tecnología y personal para seguir siendo competitivos.
La responsable de supervisión bancaria del Banco Central Europeo ha subrayado que sería conveniente que los bancos invirtieran sus beneficios actuales en fortalecer su resiliencia. Si bien el aumento de la rentabilidad bancaria es una buena noticia, afirmó, es imperativo que aprovechen esta oportunidad para consolidar su capacidad de respuesta. Equilibrar las expectativas de dividendos a corto plazo de los accionistas con las inversiones a largo plazo en la resiliencia bancaria es fundamental para un crecimiento sostenible.
Esta advertencia surge en un contexto donde algunas instituciones planean aumentar sus ratios de reparto de dividendos. Deutsche Bank ha anunciado que, a partir de 2026, distribuirá el 60 % de sus beneficios atribuibles a los accionistas, frente al 50 % anterior. Además, el banco ve potencial en utilizar el capital excedente para realizar distribuciones adicionales. Estas estrategias resultan atractivas para los accionistas, pero desde el punto de vista regulatorio, plantean la cuestión de si estas instituciones cuentan con el capital suficiente para afrontar futuras crisis.
El desafío radica en que los riesgos a menudo no son evidentes antes de una crisis. Los bancos que distribuyen demasiado capital en épocas de bonanza pueden tener problemas en épocas de crisis. La crisis financiera de 2008 demostró con qué rapidez instituciones aparentemente sólidas pueden enfrentarse a una amenaza existencial ante perturbaciones inesperadas. Los mayores requisitos de capital y las recomendaciones de capital regulatorio de los años posteriores a la crisis están diseñados específicamente para prevenir este tipo de situaciones.
Canales de transmisión sistémicos y riesgos de fragmentación
Un aspecto de la estabilidad financiera que a menudo se subestima son los canales de contagio entre instituciones y a través de las fronteras nacionales. Los bancos están interconectados mediante diversos mecanismos: el mercado interbancario, la exposición compartida a ciertas clases de activos, los mercados de derivados y los efectos de la confianza. Si una institución encuentra dificultades, estos problemas pueden propagarse a otras instituciones a través de estos canales.
Dos mecanismos de contagio desempeñaron un papel fundamental en la crisis financiera. En primer lugar, los bancos estaban interconectados mediante préstamos interbancarios, de modo que la crisis de un banco provocaba impagos y pérdidas en otros. En segundo lugar, los bancos con problemas de liquidez se vieron obligados a vender rápidamente activos, lo que deprimió los precios en los mercados de capitales y generó dificultades para otros bancos. Estos efectos de amplificación hicieron que los problemas locales se convirtieran en crisis sistémicas.
La fragmentación geopolítica y las políticas comerciales proteccionistas podrían crear nuevos canales de contagio o exacerbar los existentes. Si las barreras comerciales obstaculizan los flujos de capital transfronterizos o las tensiones políticas socavan la confianza en ciertos centros financieros, los flujos financieros pueden desviarse abruptamente. Esto puede generar problemas de liquidez en las instituciones individuales y, mediante efectos de contagio, adquirir dimensiones sistémicas.
El Banco Central Europeo (BCE) advierte que los mercados financieros no son inmunes a las turbulencias repentinas. Los mercados son particularmente vulnerables a nuevas perturbaciones, y las elevadas valoraciones de muchas clases de activos, junto con una alta concentración de riesgo, aumentan el peligro de correcciones abruptas. Un miembro del Consejo de Gobierno del BCE advirtió que una Reserva Federal políticamente dependiente podría generar turbulencias en los mercados financieros y la economía global. Ya existe suficiente turbulencia debido a tensiones geopolíticas como la guerra en Ucrania y las tensiones comerciales.
Navegando la policrisis
La advertencia exhaustiva del Banco Central Europeo sobre un nivel de riesgo históricamente alto de crisis bancarias no es una alarma aislada, sino la expresión de un cambio fundamental en el marco del sistema financiero. Los bancos europeos se enfrentan a una policrisis en la que las convulsiones geopolíticas, los cambios en la política comercial, el cambio climático, los cambios demográficos y las disrupciones tecnológicas interactúan y se refuerzan mutuamente.
La solidez actual de las instituciones en cuanto a capital, liquidez y rentabilidad no debe ocultar que esta estabilidad se basa en condiciones marco que pueden cambiar rápidamente. La rentabilidad depende en gran medida del entorno de tipos de interés, que ya comienza a normalizarse. La calidad de los activos se encuentra bajo presión en ciertos segmentos, particularmente en el sector inmobiliario comercial y en los sectores orientados a la exportación. Es necesario mejorar continuamente la resiliencia operativa frente a las ciberamenazas.
El reto para los bancos consiste en fortalecer su resiliencia durante un período de aparente prosperidad. Esto exige una gestión de riesgos proactiva que no solo gestione los riesgos conocidos, sino que también esté preparada para las crisis imprevistas. Las inversiones en gestión de riesgos, infraestructura tecnológica y formación del personal deben tener prioridad sobre la maximización de beneficios a corto plazo.
Para las autoridades supervisoras, la complejidad del panorama de riesgos implica la necesidad de desarrollar continuamente sus instrumentos. La prueba de estrés inversa para riesgos geopolíticos es un enfoque innovador que detecta mejor las vulnerabilidades específicas de cada institución que los escenarios estandarizados. La integración de los riesgos climáticos en la supervisión basada en el capital proporciona importantes incentivos para la gestión de riesgos a largo plazo. El monitoreo intensificado de la ciberresiliencia aborda una de las amenazas operativas más apremiantes.
La política macroprudencial se enfrenta al reto de identificar y abordar de forma proactiva los riesgos sistémicos sin menoscabar la capacidad de los bancos para financiar la economía. Encontrar el equilibrio entre suficientes reservas de capital y capacidad crediticia es complejo y exige una adaptación continua a las circunstancias cambiantes.
En última instancia, la resiliencia del sistema financiero europeo se pondrá a prueba en los próximos años. La probabilidad de que se materialice uno o más de los factores de riesgo identificados no es desdeñable. Fundamentalmente, las instituciones y las autoridades supervisoras dependerán de su grado de preparación y de la eficacia de sus mecanismos de respuesta ante las crisis. Esta acumulación histórica de riesgos exige una vigilancia igualmente histórica y una disposición a actuar por parte de todos los participantes del sistema financiero.
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