El acuerdo del Mercosur al borde del colapso: ¿Europa está desperdiciando su última oportunidad en Sudamérica?
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Publicado el: 16 de diciembre de 2025 / Actualizado el: 16 de diciembre de 2025 – Autor: Konrad Wolfenstein

El acuerdo del Mercosur al borde del colapso: ¿Está Europa desperdiciando su última oportunidad en Sudamérica? – Imagen: Xpert.Digital
Acuerdo del Mercosur: ¿momento de reposicionamiento estratégico de Europa o fracaso institucional?
### Bloqueo de París y compañía: ¿Fracasará el acuerdo del Mercosur por el temor de Europa a las protestas campesinas? ### El acuerdo del Mercosur al borde del colapso: ¿Está Europa desperdiciando su última oportunidad en Sudamérica? ### Libre comercio con el Mercosur: ¿Una oportunidad estratégica única en un siglo o una señal del fracaso europeo? ###
La UE duda, China invierte: qué significa el acuerdo del Mercosur para la seguridad de las materias primas de Europa
Durante 26 años, Bruselas y los estados sudamericanos del Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay) han estado negociando un acuerdo de libre comercio que va mucho más allá de aranceles y cuotas. Lo que está en juego es si Europa seguirá siendo percibida como un socio importante en Sudamérica o si el continente perderá definitivamente su influencia ante China y Estados Unidos.
Si bien un acuerdo político de principio en diciembre de 2024 parecía indicar la firma del tratado a finales de 2025, el conocido bloqueo europeo ha resurgido en los últimos días previos a la cumbre prevista en Brasil: Francia, en particular, pero también Polonia, Austria y otros Estados miembros, intensifican su oposición, oficialmente para proteger la agricultura nacional. En Brasilia, Buenos Aires y Montevideo, este argumento se recibe con creciente reticencia y desprecio.
Al mismo tiempo, las placas tectónicas del orden comercial global están cambiando rápidamente. La participación de la UE en el comercio exterior del Mercosur se ha desplomado, pasando de más del 31 % al 15 % desde el año 2000, mientras que la de China se ha quintuplicado, pasando del 2 % al 24 % en el mismo período. Hoy en día, el volumen comercial del Mercosur con China es aproximadamente un 58 % superior al de su comercio con la UE. Esto no es solo una estadística, sino la expresión de una pérdida de poder estratégico: China es ahora el socio comercial más importante de la región, adquiriendo aproximadamente dos tercios de la soja del Mercosur y una gran parte de su mineral de hierro.
En términos económicos, el acuerdo sería un catalizador, aunque no un milagro del crecimiento. Los aranceles sobre más del 90 % de los bienes se eliminarían gradualmente, las empresas europeas podrían ahorrar miles de millones en aranceles de exportación, y sectores como la automoción, la ingeniería mecánica y el farmacéutico se beneficiarían especialmente. Al mismo tiempo, Europa garantizaría un mejor acceso a materias primas esenciales —desde el litio y el cobre hasta el níquel y las tierras raras—, esenciales para la transición energética y las tecnologías del futuro.
Pero desde una perspectiva sudamericana, el equilibrio de poder ha cambiado desde hace mucho tiempo. Los países del Mercosur ya no se consideran suplicantes, sino socios codiciados en una región donde China invierte fuertemente y Estados Unidos intenta recuperar su influencia. El hecho de que la UE haya hecho concesiones de gran alcance a Washington, al tiempo que exige constantemente nuevas condiciones y cláusulas de salvaguardia al Mercosur, se percibe en Sudamérica como una expresión del doble rasero europeo.
En este contexto, el acuerdo sobre el Mercosur se convierte en una cuestión de destino: ¿logrará la UE posicionarse como un socio confiable y con mentalidad estratégica, o su fracaso documentará definitivamente la pérdida de su pretensión de liderazgo en una región que es igualmente crucial para el comercio, las materias primas y la influencia geopolítica?
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Un análisis crítico de las relaciones entre la UE y Sudamérica en tiempos de cambios geopolíticos
La política comercial europea se encuentra en una coyuntura crítica, donde la parálisis estructural amenaza con socavar los intereses estratégicos de todo el continente. El acuerdo de libre comercio propuesto entre la Unión Europea y los estados sudamericanos del Mercosur simboliza mucho más que un simple acuerdo comercial: representa la última oportunidad real para que la UE afiance su posición geopolítica en Sudamérica y se enfrente al creciente dominio de las superpotencias rivales.
Durante 26 años, la UE y los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) han estado negociando este acuerdo de libre comercio. Un cuarto de siglo de esfuerzos diplomáticos, marcado por avances y reveses frustrantes. En diciembre de 2024, la meta parecía finalmente a la vista: se había alcanzado un acuerdo político que debía firmarse en diciembre de 2025. Pero en la última semana antes de la cumbre prevista en Brasil, la decisión europea se ha visto una vez más paralizada.
Francia, Polonia, Austria y otros Estados miembros de la UE han reafirmado su oposición. El argumento francés es familiar, pero persiste obstinadamente: la protección de la agricultura nacional. Los gobiernos sudamericanos observan este espectáculo con creciente impaciencia y desprecio. En Brasilia, Buenos Aires y Montevideo, cada vez niegan más con la cabeza ante los europeos.
Cambio en la arquitectura del comercio global: ¿Quién abandona a quién?
Las bases económicas del acuerdo hablan por sí solas. Con aproximadamente 715 millones de habitantes y una producción económica combinada, el Mercosur representa una zona de libre comercio potencialmente significativa. Brasil por sí solo aporta aproximadamente tres cuartas partes del PIB del Mercosur y actúa como su centro de gravedad regional. Con pronósticos de crecimiento económico de alrededor del 2 % para 2025 y 2026, y la impresionante recuperación de Argentina, con tasas de crecimiento proyectadas del 5,7 % para 2025, estos países poseen un impulso económico considerable.
Sin embargo, desde una perspectiva europea, la situación es crítica. La participación de la UE en el comercio exterior total del Mercosur se ha reducido drásticamente desde el año 2000, pasando de más del 31 % a tan solo el 15 % en 2023. El volumen comercial entre la UE y el Mercosur ascendió a tan solo 117 000 millones de dólares en 2023. En cambio, China ha quintuplicado su participación en el comercio del Mercosur, pasando del 2 % en 2000 al 24 % en 2023. El volumen comercial de China con los países del Mercosur asciende actualmente a aproximadamente 185 000 millones de dólares, aproximadamente un 58 % más que el comercio con la UE.
Estas cifras describen no solo un fenómeno estadístico, sino el desplazamiento gradual de la economía europea de una región estratégicamente importante. China es ahora, con diferencia, el socio comercial más importante de los países del Mercosur. Los sudamericanos tienen un superávit exportador de aproximadamente 37 000 millones de dólares con China, mientras que presentan un déficit de más de 12 000 millones de dólares con la UE. Alrededor del 69 % de las exportaciones de soja del Mercosur y el 64 % de sus exportaciones de mineral de hierro se destinan a China.
Sudamérica tampoco depende principalmente del mercado norteamericano como México o Centroamérica. Por lo tanto, los países del Mercosur pueden desarrollar sus políticas comerciales con mayor independencia. Brasil y Argentina, entre otros, se benefician de la transición energética global como importantes proveedores de materias primas. Con condiciones ideales para la energía eólica, solar y de biomasa, estos países se están posicionando cada vez más como destinos atractivos para las industrias de alto consumo energético.
El acuerdo comercial como catalizador económico
Por lo tanto, los detalles específicos del acuerdo previsto no son desdeñables. Según el estado actual de las negociaciones, los aranceles sobre el 91 % de todos los bienes comercializados entre la UE y el Mercosur se eliminarían gradualmente a lo largo de un período de hasta 15 años. Al mismo tiempo, el 92 % de las exportaciones del Mercosur a la UE estarían libres de aranceles o sujetas a tipos reducidos. Se eliminarían los impuestos a la exportación aplicados por los países del Mercosur y se establecería un marco seguro para el comercio y la inversión mutuos.
La Comisión Europea prevé que las empresas europeas podrían ahorrar alrededor de 4000 millones de euros anuales en aranceles de exportación gracias al acuerdo. Las exportaciones de la UE a los países del Mercosur podrían aumentar en un total de 40 000 millones de dólares para 2040. Esto supone un incremento aproximado de entre 39 000 y 49 000 millones de euros anuales. Actualmente, unas 60 000 empresas de la UE exportan a estos países, incluidas 30 000 pymes. Las industrias de la automoción, la ingeniería mecánica y la farmacéutica se beneficiarían especialmente de la reducción de los elevados aranceles actuales sobre estas categorías de productos.
El Instituto Económico Alemán (IW) también ha calculado escenarios a largo plazo más realistas. Según estos, el PIB de la UE podría aumentar tan solo 0,06 puntos porcentuales para 2040 como resultado del acuerdo, un efecto modesto que se explica por la importancia relativa del comercio del Mercosur en el volumen total del comercio exterior europeo. El comercio del Mercosur representa actualmente aproximadamente el 2,5 % del comercio exterior total de la UE.
Sin embargo, el acuerdo contribuiría a asegurar materias primas críticas. El continente latinoamericano posee la mitad de las reservas mundiales de litio, más de un tercio de sus yacimientos de cobre y aproximadamente una quinta parte del níquel y las tierras raras del mundo. Chile, Argentina y Brasil se consideran particularmente atractivos para las inversiones europeas en materias primas. La Agencia Internacional de la Energía prevé que la demanda de materias primas críticas aumente más del 6 % anual hasta 2030.
Perspectiva sudamericana: el fracaso de la pretensión europea de liderazgo
Sin embargo, desde una perspectiva sudamericana, la situación es significativamente diferente. Los países del Mercosur ya han hecho concesiones considerables desde su punto de vista. Los aranceles previstos para los productos agrícolas sudamericanos pueden suspenderse de inmediato si las importaciones en cualquier sector aumentan más del cinco por ciento. Esta es una cláusula de salvaguardia que beneficia los intereses agrícolas europeos.
Hasta el momento, los gobiernos sudamericanos han tenido que superar una enorme resistencia interna para lograr un consenso nacional sobre el acuerdo. También existen grupos de presión organizados en Brasilia, Buenos Aires, Asunción y Montevideo que se oponen al acuerdo; por ejemplo, organizaciones ambientales y conservacionistas preocupadas por la deforestación y los estándares de sostenibilidad.
Sin embargo, la postura negociadora europea se percibe cada vez más como una doble moral inaceptable. Los diplomáticos sudamericanos observaron con asombro cómo los europeos cedían ante Donald Trump. En julio de 2025, la UE y EE. UU. acordaron un acuerdo comercial que limitó los aranceles europeos a un máximo del 15 % e impidió una escalada al 30 %. A cambio, los agricultores estadounidenses obtuvieron un acceso mucho más fácil al mercado único de la UE.
Para los sudamericanos, esto es vergonzoso: la UE hace concesiones significativas a EE. UU., un socio negociador agresivo con una política arancelaria desmesurada, al tiempo que exige nuevas cláusulas de salvaguardia adicionales al Mercosur, un bloque económico que lucha por acuerdos mutuos justos. Las importaciones de carne de vacuno europea a la UE son mínimas en comparación con las que han recibido los productos agrícolas estadounidenses.
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El acuerdo del Mercosur al borde del colapso: cómo los lobbys agrícolas ponen en peligro el poder global de Europa
El ascenso de China para convertirse en la potencia económica dominante en América del Sur
Esto está llevando a un reposicionamiento geopolítico fundamental. El Mercosur lleva tiempo buscando activamente nuevos socios para acuerdos comerciales en Asia. China ha expandido sistemáticamente su presencia en Sudamérica. Las relaciones comerciales entre Brasil y China se desarrollan de forma constante. Brasil actúa como puerta de entrada a los mercados sudamericanos para China, mientras que este país realiza inversiones masivas. Las inversiones chinas en Brasil aumentaron un 34 % en 2024.
El volumen comercial también debe entenderse como una vía de inversión. Brasil se esfuerza por aumentar sus exportaciones de soja y otras materias primas a China. El año pasado, las exportaciones de soja a China representaron más del 70 % de las importaciones totales de este producto. Para facilitar el transporte, China está construyendo terminales de exportación en puertos brasileños.
Hay un número creciente de centros de estudios que sugieren que China podría superar a Estados Unidos como el socio comercial más importante de América Latina en 2035. En otro escenario, China podría convertirse en un socio importador más significativo que Estados Unidos para muchos países latinoamericanos en esa fecha.
Bajo la presidencia de Trump, Estados Unidos ha intentado de nuevo recuperar su influencia en la región. Esto representa un cambio de rumbo tras décadas de descuido estadounidense hacia América Latina. Washington intenta frenar la masiva participación de China. Argentina recibe un importante apoyo financiero y político. Estados Unidos ha proporcionado fondos de ayuda al presidente argentino, Javier Milei, para estabilizar el peso y también busca evitar que Argentina se vuelva más dependiente de los préstamos chinos.
Pero aquí también se hacen evidentes las nuevas realidades. El comercio total de Estados Unidos con América Latina ascendió a aproximadamente 365 000 millones de dólares en 2024. Esta cifra es significativamente mayor que el volumen comercial entre Europa y América Latina, que, con unos 180 000 millones de euros, es solo la mitad. Por lo tanto, la situación competitiva para las empresas europeas se intensifica en dos frentes: por un lado, debido a la penetración sistemática de China en el mercado, y por el nuevo resurgimiento de la actividad estadounidense, por otro.
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La vacilación europea como signo de debilidad
Por lo tanto, el actual estancamiento en la toma de decisiones europeas se interpreta correctamente en Sudamérica como una señal de un liderazgo político débil por parte de la UE. Un acuerdo entre la UE y el Mercosur dejó de ser una prioridad absoluta para los países sudamericanos, ya que una «Europa dividida y económicamente débil» ya no resulta tan atractiva. El Mercosur puede permitirse esperar, buscar otros socios o negociar de forma más selectiva con Europa.
Lo que resulta particularmente irritante de la postura europea es su aparente hipocresía. El enfoque eurocéntrico de los europeos y sus constantes cambios de sensibilidad irritan a sus socios sudamericanos. Si bien la UE exige que el Mercosur cumpla con los criterios de sostenibilidad y se adhiera a las normas ambientales —lo cual suena legítimo, pero se percibe como proteccionismo desde una perspectiva sudamericana—, la UE muestra una actitud completamente diferente hacia Estados Unidos.
Trump impuso aranceles agresivos a las exportaciones europeas. La UE respondió con concesiones y apertura. Sin embargo, la UE está adoptando una postura rígida hacia Sudamérica, con exigencias adicionales. Esto puede interpretarse como una clara violación de la confianza. Si los europeos no logran alcanzar una postura común con respecto a países socios clave, incluso ahora, ante las agresivas políticas comerciales de Trump, se desacreditarán.
Inestabilidad estructural de la gobernanza comercial europea
La obstrucción de Francia es sintomática de un problema más profundo de gobernanza europea. Francia opera desde una posición cada vez más alejada de las realidades económicas europeas modernas. El primer ministro francés declaró que sus demandas no se han cumplido. Francia se niega a aceptar el acuerdo en su forma actual y exige garantías adicionales para sus agricultores.
El sector agrícola francés está sobrerrepresentado en la UE. La Política Agrícola Común (PAC) de la UE presenta un exceso de subvenciones estructurales y protege la agricultura de Europa Occidental, en particular la de Francia y los Países Bajos, mediante subvenciones y aranceles. El acuerdo del Mercosur amenaza este sistema de privilegios con la posible competencia de los exportadores agrícolas sudamericanos.
Sin embargo, el análisis europeo también muestra que las amenazas económicas reales para la agricultura de la UE son limitadas. Las cláusulas de salvaguardia previstas son sustanciales. Los cupos de carne de vacuno son limitados e incluyen períodos transitorios. Además, ambas partes —Mercosur y la UE— ya han negociado estos puntos extensamente y han alcanzado acuerdos.
Pero Francia se encuentra bajo una enorme presión interna. El lobby agrícola francés, representado por agricultores que bloquean repetidamente los tractores, se considera todopoderoso en la política nacional francesa. El presidente francés, Emmanuel Macron, parece estar atrapado en estos sentimientos. Es uno de los pocos proyectos políticos en los que Macron puede contar con el apoyo de la mayoría del pueblo francés. Si el Mercosur fracasa debido a la resistencia francesa, Macron pasará a la historia como una figura trágica: un político que puede hablar con grandilocuencia sobre el papel global de Europa, pero carece de la voluntad política interna para hacer realidad su visión.
Implicaciones geopolíticas y realineamiento estratégico
Sin embargo, desde una perspectiva geoestratégica, el acuerdo reviste una importancia fundamental para la UE. La Comisión Europea lo ha reconocido y ha destacado que su firma reviste una importancia económica, diplomática y geopolítica crucial. En 2021, la UE adoptó su «Estrategia para la Seguridad Económica», cuyo objetivo es promover tecnologías innovadoras, combatir las prácticas comerciales desleales y, fundamentalmente, diversificar los mercados de compras y ventas.
El acuerdo del Mercosur es un componente clave de esta estrategia. Garantizaría el acceso de la UE a materias primas esenciales sin depender de un solo país o región. Esto es especialmente importante en el contexto del monopolio chino sobre las tierras raras y las políticas de bloqueo de Estados Unidos respecto a los semiconductores.
El análisis científico también muestra que los nuevos acuerdos de libre comercio podrían no solo contrarrestar los efectos negativos de los aranceles de Trump en la economía europea, sino incluso sobrecompensarlos. Dependiendo del alcance de los acuerdos de libre comercio, las exportaciones podrían aumentar entre un 1,7 % y un 4,1 %, y el PIB europeo podría aumentar hasta un 0,5 %. En comparación con los 0,06 puntos porcentuales del acuerdo con el Mercosur, este es un efecto sustancial si se ratifican varios acuerdos simultáneamente.
Mayoría cualificada en lugar de consenso universal
Desde el punto de vista institucional, es importante señalar que no todos los Estados miembros de la UE necesitan aprobar el acuerdo. Se requiere una mayoría cualificada: al menos 15 Estados miembros de la UE que representen al menos el 65 % de la población de la UE. Alemania, España, Suecia, Bélgica y otros países apoyan el acuerdo. El canciller Friedrich Merz anunció que Alemania lo aprobará a más tardar en la reunión del Consejo de los días 18 y 19 de diciembre. El Gabinete alemán ya ha aprobado la firma.
Austria, sin embargo, está sujeta a un veto parlamentario desde 2019 y rechaza el acuerdo. Italia, también un importante exportador agrícola, se considera un punto débil. Bélgica también se opone al acuerdo. Sin embargo, en general, hay suficientes partidarios para lograr la mayoría cualificada. Por lo tanto, Francia, Austria y Polonia no pueden bloquear el acuerdo por sí solos, técnicamente hablando.
Pero esto revela un problema más profundo de gobernanza europea: la cultura europea de toma de decisiones tiende cada vez más a la unanimidad, no al sistema formalmente estipulado de votación por mayoría cualificada. Esto conduce a la parálisis. Estados como Francia pueden arrogarse de facto un derecho de veto, aunque este no exista formalmente. La UE entonces no decide nada para no ofender a los Estados individuales.
Esta dinámica es peligrosa para el futuro de Europa. Significa que los Estados miembros que ocupan una posición minoritaria —ya sea por motivos de política interna o debido a la sobrerrepresentación estructural de sus sectores— pueden paralizar la estrategia europea general.
Consecuencias a largo plazo para el posicionamiento europeo
Si la UE no firma el acuerdo del Mercosur, esto tendría consecuencias significativas para el posicionamiento de Europa. El acuerdo es, de hecho, la "previsible última oportunidad de la UE para asumir una posición geopolítica de fuerza" en una región donde la influencia europea está disminuyendo cada vez más.
Los países sudamericanos ampliarán sus distancias de negociación con otros socios. Brasil podría centrarse más en una cooperación más estrecha con China. Uruguay y Paraguay podrían intensificar las negociaciones con Estados Unidos. Argentina podría acercarse significativamente a Estados Unidos, cuyo apoyo bajo el gobierno de Trump es muy concreto.
Este proceso se retroalimentaría. Cuanto menos presente esté la UE en Sudamérica, menos importante será su papel como socio negociador. Las empresas europeas se beneficiarán menos de las oportunidades de inversión locales y del acceso a las materias primas. Los países sudamericanos se convertirán cada vez más en meros apéndices de la cadena de suministro de materias primas china o de la esfera de influencia geopolítica estadounidense.
La estrategia europea de seguridad económica se implementará mediante la diversificación de socios comerciales. Sin embargo, si los Estados europeos individuales impiden que la UE celebre acuerdos con regiones importantes mediante políticas obstruccionistas, esta estrategia se convierte en una ilusión.
¿Liderazgo europeo o fracaso institucional?
El acuerdo UE-Mercosur no es solo un acuerdo comercial, sino una prueba de la capacidad de Europa para actuar con coherencia geopolítica. Demuestra si la UE aún es capaz de actuar con eficacia en la política mundial o si está tan paralizada por contradicciones internas que algunos Estados y sectores pueden sabotear la estrategia general.
Los países sudamericanos ya han perdido la paciencia. Su descontento no es artificial, sino legítimo. Desde su perspectiva, la UE hizo una oferta, las negociaciones se prolongaron durante 25 años, se alcanzaron acuerdos, y ahora la UE cede repetidamente ante nuevas demandas sin comunicar con claridad y transparencia estos nuevos requisitos de antemano.
Para el futuro de Europa, el fracaso del acuerdo del Mercosur sería un desastre. Demostraría la incapacidad de la UE para implementar sus propias estrategias. Demostraría que países individuales, bajo presión política interna, pueden sabotear los intereses generales de Europa. Esto dañaría gravemente la confianza no solo de Sudamérica, sino también de otros potenciales socios comerciales —Asia y Oriente Medio— en la fiabilidad europea.
El lobby agrícola francés y las sensibilidades políticas internas a corto plazo en París o Viena son completamente desproporcionadas con respecto a los intereses estratégicos a largo plazo de Europa. Esta constatación es una lección dolorosa pero necesaria para los líderes europeos: cuando las consideraciones a corto plazo de los grupos de presión nacionales bloquean la acción europea, inevitablemente conducen a derrotas estratégicas a largo plazo.
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