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La cantidad supera a la calidad: por qué los drones ucranianos de 500 dólares superan a las armas de alta tecnología estadounidenses

La cantidad supera a la calidad: por qué los drones ucranianos de 500 dólares superan a las armas de alta tecnología estadounidenses

La cantidad supera a la calidad: Por qué los drones ucranianos de 500 dólares superan a las armas de alta tecnología estadounidenses – Imagen: Xpert.Digital

La debacle de la navaja automática: la costosa lección que Occidente aprendió en Ucrania

El Ejército del Garaje: Cómo el pragmatismo ucraniano expone una industria armamentística multimillonaria

El espectacular fracaso de los drones estadounidenses Switchblade en el campo de batalla ucraniano marca más que un simple fracaso técnico. Revela un cambio fundamental en la lógica económica de la guerra moderna, que tendrá consecuencias de gran alcance para la industria de defensa global, las estrategias de compras gubernamentales y el equilibrio de poder entre las potencias militares establecidas y los participantes ágiles en el conflicto. El artículo de Focus describe un fenómeno que está sacudiendo los cimientos de la economía de defensa, establecida durante décadas, y marca el comienzo de una nueva era en la que la excelencia tecnológica, sino la disponibilidad, la adaptabilidad y la rentabilidad, ya no determinarán el éxito o el fracaso.

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La anatomía de un fallo sistémico

Cuando un cargamento de drones estadounidenses Switchblade 300 llegó a Ucrania en 2022, las expectativas eran, en consecuencia, altas. Estos sistemas se consideraban el epítome de las armas de precisión modernas, desarrollados por AeroVironment, un contratista de defensa líder con décadas de experiencia. Los Switchblades habían demostrado ser un equipo indispensable para las fuerzas especiales en Afganistán e Irak. Representaban el paradigma de defensa occidental de las últimas décadas: alta calidad, precisión, tecnología superior y, por consiguiente, un precio elevado.

Sin embargo, la realidad en suelo ucraniano fue desalentadora. Con costos unitarios de entre 60.000 y 80.000 dólares, el Switchblade-300 demostró ser completamente incapaz de manejar las condiciones de un conflicto de alta intensidad. Los sistemas de guerra electrónica rusos perturbaron gravemente los sistemas. La pequeña ojiva, apenas del tamaño de una granada de 40 milímetros, resultó ineficaz incluso contra objetivos poco protegidos. Valery Borovyk, desarrollador ucraniano de drones, informa sobre pruebas en las que un dron Switchblade impactó la ventana trasera de un minibús, pero ni siquiera rompió las ventanas delanteras. Un veredicto devastador para un sistema de armas que cuesta más de 100 veces más que un dron FPV ucraniano.

Este fracaso, sin embargo, no es principalmente técnico, sino económico y conceptual. El Switchblade se desarrolló para un perfil de misión que contradice fundamentalmente la realidad del conflicto en Ucrania. Se desarrolló en una época de guerra asimétrica, en la que las fuerzas armadas occidentales operaban contra oponentes tecnológicamente inferiores y podían permitirse ataques de precisión contra objetivos individuales de alto valor. Ucrania, por otro lado, se enfrenta a un rival digno con sofisticadas contramedidas electrónicas y un enfoque bélico que prioriza la cantidad sobre la calidad.

La revolución económica de la fabricación de drones

La respuesta de Ucrania a este desafío representa una reorientación fundamental de la economía de defensa. En menos de tres años, Ucrania ha creado una industria de drones sin precedentes en volumen de producción y velocidad de innovación. Las cifras hablan por sí solas: de unos modestos 1200 drones producidos en 2022, el país aumentó su producción a 415 000 unidades en 2023 y alcanzó la impresionante cifra de 1,7 millones de drones en 2024. Para 2025, el gobierno ucraniano se ha fijado como objetivo una producción de 4,5 millones de drones con visión en primera persona, acompañados de más de 385 000 sistemas de guerra electrónica.

Este escalamiento sin precedentes se basa en una filosofía de fabricación radicalmente diferente a la de los contratistas de defensa occidentales. Desde sus inicios, la industria ucraniana de drones se ha centrado en la minimización de costes, la modularidad y los ciclos de iteración rápidos. Fabricar un dron FPV ucraniano promedio cuesta unos 500 dólares. El Blyskavka, un dron de ala fija inspirado en el Molniya ruso, se construye con los materiales más económicos disponibles y cuesta solo 800 dólares por unidad, pero puede transportar ocho kilogramos de explosivos a una distancia de 40 kilómetros. En comparación con los 60.000 y 80.000 dólares de un Switchblade-300, esto representa una relación coste-beneficio de 120:1 y 75:1, respectivamente.

La importancia económica de esta diferencia de costos solo se hace realmente evidente al comparar las sumas invertidas. Estados Unidos gastó entre 42 y 56 millones de dólares en aproximadamente 700 drones Switchblade, que resultaron en gran medida ineficaces. Por la misma cantidad, se podrían haber adquirido entre 84.000 y 112.000 drones FPV ucranianos, una cantidad entre 120 y 160 veces mayor. Este simple cálculo revela la fundamental superioridad económica del enfoque ucraniano en un conflicto donde la mera disponibilidad de sistemas de armas determina el éxito o el fracaso.

El paradigma de la guerra orientada a la disponibilidad

El conflicto entre Ucrania y Rusia ha establecido un nuevo paradigma bélico, que Eduard Lysenko, del departamento estatal de tecnología de defensa Brave-1, describe acertadamente con la metáfora de un BMW y un Škoda Octavia. Un BMW puede ser más rápido y cómodo, pero si la tarea es proporcionar un coche para todos, el Škoda es la opción económicamente racional. Esta analogía es fundamental para la nueva economía de defensa: en un conflicto de alta intensidad, lo que importa no es la perfección técnica de cada sistema, sino la capacidad de proporcionar suficientes sistemas desplegables.

Rusia lo reconoció desde el principio y está implementando una estrategia de spam de drones, utilizando drones masivamente para saturar los sistemas de defensa. Las cifras son impresionantes: si bien Rusia desplegó aproximadamente 250 drones FPV al día en marzo y abril de 2024, esta cifra ha aumentado a entre 1000 y 1200 unidades diarias, con picos de alrededor de 30 000 drones en agosto. Estos volúmenes no pueden contrarrestarse ni militar ni económicamente con sistemas occidentales de alto precio.

Las consecuencias de esta guerra basada en la disponibilidad son dramáticas. Viktor Dolgopiatov, director de Burevii, una oficina de diseño de sistemas terrestres no tripulados, informa que un dron terrestre promedio en Ucrania tiene una vida útil de tan solo una semana. Si se multiplica por los más de 2000 kilómetros de frente, la magnitud del consumo resulta evidente. Los sistemas terrestres occidentales, que cuestan cientos de miles de dólares, no pueden utilizarse de forma rentable en este entorno cuando existen homólogos ucranianos disponibles por entre 10 000 y 20 000 dólares.

Las deficiencias estructurales de la industria de defensa occidental

El fracaso de los drones Switchblade es sintomático de problemas estructurales más profundos en la industria de defensa occidental. Esta industria se ha desarrollado durante décadas en un entorno caracterizado por unos pocos clientes importantes —principalmente ministerios de defensa— y largos ciclos de desarrollo. Las estructuras de incentivos de este sistema no favorecen la minimización de costes ni la rápida adaptabilidad, sino la maximización de la complejidad y los costes de desarrollo y producción asociados.

Los contratistas de defensa tradicionales operan con márgenes de beneficio del siete al nueve por ciento de sus ingresos, según un estudio del Pentágono de 2023. Dados los limitados volúmenes de producción y los elevados costes de investigación y desarrollo, la industria se basa en maximizar los precios por unidad. Esto genera un círculo vicioso: cuanto más complejo y costoso es un sistema, menos unidades se pueden adquirir, lo que a su vez resulta en mayores costes unitarios. Críticos como el ingeniero jefe de Blyskavka acusan a los competidores occidentales de centrarse en productos de gran tamaño con enormes márgenes de beneficio para justificar pequeños volúmenes de producción y elevados costes de investigación y desarrollo.

Este problema se ve agravado por los larguísimos ciclos de adquisición de la industria de defensa occidental. Mientras que las empresas tecnológicas comerciales lanzan sus productos al mercado en cuestión de meses, los programas militares suelen tardar años o décadas. El programa F-35 de Lockheed Martin, por ejemplo, lleva más de una década de retraso y supera el presupuesto en 165 000 millones de dólares. En 2024, todos los cazas F-35 entregados se entregaron con un retraso promedio de 238 días. Esta inercia es cada vez más problemática en un entorno tecnológico en constante evolución.

Otro problema estructural es la limitada capacidad de innovación de las empresas de defensa consolidadas. Si bien estas empresas mejoraron sus márgenes de beneficio y flujos de caja entre 2010 y 2019, la proporción del gasto en investigación y desarrollo interno y en inversiones de capital disminuyó. En cambio, las distribuciones a los accionistas mediante dividendos y recompras de acciones aumentaron un 73 %. Este enfoque en la rentabilidad a corto plazo para los accionistas se produce a expensas de la innovación y la adaptabilidad a largo plazo.

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El motor de innovación ucraniano y su receta para el éxito

En contraste directo con el modelo occidental, la industria tecnológica de defensa de Ucrania representa un ejemplo impresionante de innovación acelerada en condiciones extremas. El programa Brave1, financiado por el Estado y lanzado en abril de 2023, actúa como catalizador de este ecosistema de innovación. Con un presupuesto equivalente a 39 millones de dólares para 2024, Brave1 ha registrado más de 3500 desarrollos, codificado más de 260 según los estándares de la OTAN y otorgado más de 470 subvenciones por un total de 1300 millones de grivnas.

La clave del éxito de la industria ucraniana de drones se basa en varios pilares. En primer lugar, la estrecha colaboración entre desarrolladores y usuarios finales. Los fabricantes de drones prueban sus productos no en entornos de laboratorio estériles, sino en condiciones reales de combate. La retroalimentación de los soldados de primera línea se incorpora a las mejoras del producto en cuestión de días, no de meses ni años. Esta velocidad de iteración es inalcanzable para las empresas de defensa occidentales, que deben someterse a rigurosos procesos de aprobación y certificación.

En segundo lugar, Ucrania se ha centrado constantemente en la localización y la sustitución de importaciones. Si bien los componentes chinos predominaban al inicio del conflicto, alrededor del 70 % de los componentes se producen ahora en el país por fabricantes líderes como Vyriy. Empresas emergentes ucranianas como Odd Systems producen cámaras termográficas por 250 dólares, un 20 % más baratas que sus equivalentes chinos y están diseñadas específicamente para las necesidades de los operadores de drones FPV. Esta independencia de las cadenas de suministro extranjeras, que puede verse afectada por decisiones políticas —como las restricciones chinas a la exportación de componentes para drones—, constituye una ventaja estratégica.

En tercer lugar, el modelo ucraniano se caracteriza por una notable flexibilidad en la escala de producción. La capacidad de producción mensual de drones FPV aumentó de 20.000 unidades en enero de 2024 a 200.000 en diciembre del mismo año, multiplicándose por diez en un solo año. El objetivo para finales de 2025 es una producción mensual de más de 500.000 drones FPV, lo que representa un aumento de 25 veces con respecto a la línea base. Esta escalabilidad no tiene parangón en la industria de defensa tradicional.

En cuarto lugar, Ucrania ha revertido la clásica transferencia de tecnología del sector militar al civil. En lugar de adaptar tecnología militar costosa para aplicaciones comerciales, las tecnologías comerciales se han reutilizado para uso militar. Este enfoque minimiza los costos y el tiempo de desarrollo al aprovechar las tecnologías existentes. Los críticos señalan que gran parte de esta tecnología es fácilmente replicable, lo que pone en duda su viabilidad económica a largo plazo. Sin embargo, a corto plazo, este enfoque permite una capacidad de respuesta sin precedentes ante escenarios de amenazas en constante evolución.

La guerra electrónica como ecualizador tecnológico

Un factor clave en el fracaso de los costosos sistemas occidentales en Ucrania es la intensa guerra electrónica que libran ambos bandos. Rusia despliega una gran cantidad de dispositivos de interferencia que operan en rangos de frecuencia de 400 a 1100 megahercios, así como de 2,4 y 5,8 gigahercios, precisamente las frecuencias utilizadas por muchos sistemas de drones occidentales. Las consecuencias son devastadoras: los drones pierden contacto con sus operadores, las señales GPS se interfieren o falsifican, y las transmisiones de vídeo se interrumpen.

El Switchblade-300 resultó ser particularmente vulnerable a estas contramedidas electrónicas. Bajo condiciones de interferencia, se produjeron fallos que inutilizaron los drones. Si bien AeroVironment ha desarrollado una versión mejorada que se ha utilizado con éxito en condiciones de interferencia limitadas, el problema fundamental persiste: un sistema que cuesta entre 60.000 y 80.000 dólares y que puede neutralizarse con un inhibidor de 1.000 dólares no es una solución comercialmente viable.

La respuesta ucraniana a este desafío es multifacética. Por un lado, se utilizan cada vez más drones de fibra óptica, que se conectan al operador mediante un cable físico y, por lo tanto, son inmunes a las interferencias de radio. Si bien estos sistemas tienen un alcance limitado debido a la conexión por cable, son operativos en entornos con alta incidencia. Por otro lado, los fabricantes ucranianos están invirtiendo fuertemente en sistemas de guiado de terminales basados ​​en IA que permiten a los drones volar de forma autónoma hacia su objetivo incluso después de perder la conexión con el operador.

Empresas como la alemana Helsing, que ha entregado 1950 drones kamikaze HF-1 equipados con IA a Ucrania y está produciendo otros 6000 drones HX-2, demuestran la dirección del desarrollo tecnológico. Estos sistemas pueden fijar objetivos y permanecer en el espectro electromagnético a pesar de todas las contramedidas enemigas. La diferencia crucial con los desarrollos occidentales: estas capacidades se implementan en sistemas capaces de producción en masa y significativamente más rentables que los sistemas de armas occidentales tradicionales.

La dinámica de la inversión y sus implicaciones

Los flujos de inversión en la industria ucraniana de tecnología de defensa se han acelerado drásticamente en los últimos años. Si bien un total aproximado de 90 millones de dólares se invirtió en empresas ucranianas de tecnología de defensa a través de la plataforma Brave1 para 2024, solo en la Cumbre Defense Tech Valley de septiembre de 2025 se anunciaron compromisos de inversión de más de 100 millones de dólares. El monto promedio de inversión por transacción ha aumentado de 300.000 dólares a 1 millón de dólares, lo que indica la creciente madurez y atractivo del sector.

Cabe destacar especialmente el compromiso de la Unión Europea de aportar siete mil millones de dólares procedentes de los intereses de los activos rusos congelados a la industria ucraniana de drones. Esta suma supera con creces las inversiones anteriores y podría permitir a la industria ucraniana aumentar aún más su ya impresionante capacidad de producción. El presidente Zelenski ha declarado que Ucrania tiene capacidad para producir ocho millones de drones al año, pero carece de financiación. Los fondos anunciados por la UE podrían cubrir esta carencia.

Curiosamente, a pesar de estas inversiones, aproximadamente el 40 % de la capacidad de producción de drones de Ucrania permanece sin utilizar. Esto refleja el dilema central de la industria de defensa ucraniana: si bien existen la experiencia tecnológica y la infraestructura de producción, faltan los recursos financieros para aprovecharlas al máximo. Los países occidentales de la OTAN están aumentando actualmente su gasto en defensa al 5 % del producto interior bruto, del cual el 3,5 % se destina a defensa dura. Sin embargo, gran parte de estas inversiones continúa fluyendo hacia empresas de defensa europeas y estadounidenses que producen tecnologías inadecuadas para los desafíos de la guerra en Ucrania.

Esta mala asignación de recursos tiene implicaciones estratégicas de gran alcance. Mientras los gobiernos occidentales invierten miles de millones en sistemas de armas que podrían resultar obsoletos, una industria con experiencia en combate, rentable y altamente escalable sigue padeciendo una grave falta de financiación. La irracionalidad económica de esta situación es evidente, pero se ve perpetuada por factores políticos: la política industrial nacional, consideraciones de seguridad laboral y estructuras de lobby establecidas.

 

Hub para seguridad y defensa: asesoramiento e información

Hub para seguridad y defensa - Imagen: xpert.digital

El Hub para la Seguridad y la Defensa ofrece asesoramiento bien fundado e información actual para apoyar efectivamente a las empresas y organizaciones para fortalecer su papel en la política europea de seguridad y defensa. En estrecha conexión con el grupo de trabajo de las PYME Connect, promueve pequeñas y medianas empresas (PYME) en particular que desean ampliar aún más su innovadora fuerza y ​​competitividad en el campo de la defensa. Como punto de contacto central, el Hub crea un puente decisivo entre las PYME y la estrategia de defensa europea.

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Éxito engañoso: los riesgos del modelo de drones ucraniano

Riesgos y limitaciones del modelo ucraniano

A pesar del entusiasmo por los éxitos de Ucrania, no se pueden pasar por alto los riesgos y limitaciones inherentes a este modelo. Las inversiones en la industria ucraniana de drones conllevan riesgos significativos. El país ofrece una protección deficiente de la propiedad intelectual, el estado de derecho es cuestionable y las exportaciones de armas están ampliamente restringidas en tiempos de guerra. Estos factores disuaden a los inversores institucionales que requieren seguridad en la planificación y certeza jurídica.

La viabilidad a largo plazo de la industria ucraniana de drones también es cuestionable. Como se mencionó, gran parte de la tecnología desarrollada es fácilmente replicable. Ucrania se beneficia actualmente de un monopolio natural como laboratorio de pruebas de tecnología militar en condiciones reales de combate. Si el conflicto termina, esta posición competitiva única podría perderse. Otros países —principalmente China, pero también países occidentales— podrían utilizar el conocimiento adquirido para desarrollar su propia capacidad de producción y neutralizar la ventaja de mercado de Ucrania.

Otro problema estructural es la extrema dependencia de los componentes chinos. A pesar de los esfuerzos de localización, Ucrania seguía obteniendo el 89 % de sus importaciones de drones, en términos de valor, de China en el primer semestre de 2024. Casi el 97 % de los fabricantes ucranianos de drones identifican a China como su principal fuente de suministro. Esta dependencia representa una vulnerabilidad estratégica que China podría explotar en cualquier momento. Ya en 2024 y 2025, Pekín impuso restricciones a la exportación de componentes para drones, como controladores de vuelo, motores y cámaras de navegación, lo que afectó significativamente a la producción ucraniana.

La cuestión de la escalabilidad más allá de la economía de guerra también está abierta. La industria ucraniana de drones opera en condiciones de extrema demanda y apoyo gubernamental. Las empresas pueden probar sus productos inmediatamente en el frente y recibir retroalimentación inmediata. Estas condiciones no son replicables en tiempos de paz. Es incierto si el modelo ucraniano seguirá siendo competitivo en un entorno de mercado normal.

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Las implicaciones estratégicas para la política de defensa occidental

Las lecciones aprendidas del conflicto de Ucrania cuestionan supuestos fundamentales de la política de defensa occidental. Durante décadas, la estrategia militar occidental se basó en la creencia de que la superioridad tecnológica podía compensar la inferioridad cuantitativa. Se suponía que los sistemas de armas de alta calidad y precisión permitirían prevalecer contra oponentes numéricamente superiores con menor número de efectivos. El conflicto de Ucrania demuestra los límites de esta doctrina.

En un conflicto de alta intensidad contra un oponente de la misma categoría, con sofisticadas contramedidas electrónicas y capacidad de producción propia, el modelo occidental de alto precio resulta insostenible. La mera disponibilidad de sistemas de armas se convierte en el factor decisivo. Un sistema que funciona de maravilla, pero solo está disponible en cantidades limitadas, pierde ante uno que funciona suficientemente bien y está disponible en grandes cantidades.

Esta constatación tiene profundas consecuencias para las estrategias de adquisición. Los ministerios de defensa occidentales deben abandonar su obsesión por la excelencia técnica y, en cambio, priorizar la disponibilidad, la rentabilidad y la rápida iteración. Esto no significa que la tecnología avanzada deje de ser relevante: los sistemas complejos y costosos siguen siendo esenciales para ciertas capacidades, como la defensa estratégica contra misiles, la guerra antisubmarina o las operaciones espaciales. Sin embargo, para la mayor parte de la guerra táctica de primera línea, es necesario desarrollar nuevos modelos de adquisición.

Algunos actores occidentales ya han asimilado esta lección. En octubre de 2025, el secretario de Defensa estadounidense, Dan Driscoll, anunció una reforma fundamental del sistema de adquisiciones y una reducción de la dependencia de los grandes contratistas de defensa. El Ejército adoptará un enfoque similar al de Silicon Valley, combinando capital de riesgo y mentoría con una cultura de startups. Las adquisiciones ya no se medirán en años y miles de millones, sino en meses y miles. El sistema que ha frenado al Ejército durante décadas y ha llenado los bolsillos de los primeros ministros será completamente desmantelado.

Sin embargo, esta retórica aún no se ha traducido en acciones concretas. Los incentivos estructurales del complejo militar-industrial siguen favoreciendo a las grandes corporaciones consolidadas. Las empresas más pequeñas e innovadoras tienen dificultades para conseguir contratos porque carecen de las relaciones, certificaciones y capacidades de producción consolidadas. El reciente acuerdo multimillonario del Ejército de EE. UU. con AeroVironment para los drones Switchblade 300 y Switchblade 600, firmado en agosto de 2024, demuestra la persistencia de los patrones tradicionales de adquisición.

La reorganización global de la industria de defensa

El conflicto de Ucrania está impulsando una reorganización de la industria de defensa global, cuyos límites apenas se están vislumbrando. La distinción tradicional entre desarrollo tecnológico comercial y militar se difumina cada vez más. Empresas como Anduril y Helsing, originarias de Silicon Valley y del sector tecnológico europeo, respectivamente, están incorporando prácticas de desarrollo comercial (métodos ágiles, ciclos de iteración rápidos y orientación al usuario) al sector de defensa.

Al mismo tiempo, surgen nuevos polos de innovación en defensa más allá de los centros consolidados. Ucrania se está posicionando como un campo de pruebas global para la tecnología militar e intenta transformar este rol temporal en una base industrial permanente. El presidente Zelenski anunció en septiembre de 2025 que Ucrania relajaría sus restricciones a la exportación de armas. Prohibidas bajo la ley marcial desde 2022, las exportaciones controladas se permitirán en el futuro, en particular para drones marítimos y otros sistemas de eficacia probada. Esto podría convertir a Ucrania en un importante exportador de armas, con la ventaja única de las pruebas de combate de los sistemas.

Las potencias de defensa consolidadas están respondiendo a este desafío de diferentes maneras. Alemania, Francia y el Reino Unido están intensificando su cooperación con los fabricantes ucranianos de drones, en parte mediante inversiones y en parte mediante empresas conjuntas para la producción conjunta. Quantum Systems, empresa alemana que fabrica drones de reconocimiento, estableció una presencia local en Ucrania desde el principio y ahora se beneficia de su proximidad al mercado. Rheinmetall, BAE Systems, Thales, KNDS y Kongsberg Defence & Aerospace están planeando empresas conjuntas con fabricantes ucranianos, según documentos del gobierno ucraniano.

Estas colaboraciones podrían conducir a una transferencia parcial de tecnología de Ucrania a Occidente, un cambio histórico respecto a la tendencia habitual. Las empresas y los ejércitos occidentales podrían beneficiarse significativamente de una mayor dependencia de la experiencia ucraniana en drones, como señala Valery Borovyk. Su consejo a las empresas de defensa es claro: quienes no se involucren intensamente en la guerra en Ucrania hoy, estarán camino a la quiebra mañana.

El doble juego de China: proveedor, observador y amenaza estratégica

China desempeña un papel paradójico en esta reorganización global. Por un lado, el país es el proveedor indispensable de componentes para la producción de drones tanto ucraniana como, cada vez más, rusa. La gran mayoría de los drones utilizados en Ucrania y Rusia contienen chips, motores, cámaras y baterías chinos. Esta doble dependencia otorga a Pekín una considerable influencia estratégica, que también ejerce, como lo demuestran las restricciones a la exportación de 2024 y 2025.

Por otro lado, China se beneficia enormemente del proceso de aprendizaje tecnológico que se está llevando a cabo en el conflicto de Ucrania. Los observadores chinos están estudiando intensamente las lecciones tácticas de la guerra con drones, la guerra electrónica y la producción en masa de sistemas militares. Estos conocimientos se están incorporando a la doctrina militar y la planificación armamentística chinas. Dado que China tiene una capacidad industrial mucho mayor que Ucrania, el país podría ser capaz de producir drones en cantidades aún mayores en caso de conflicto.

La dependencia occidental de los componentes chinos para sus sistemas de defensa plantea un dilema estratégico prácticamente insalvable. Por un lado, los componentes chinos suelen ser incomparables en precio y disponibilidad, lo que hace atractiva su integración en los sistemas de armas occidentales y aliados. Por otro lado, esta dependencia crea vulnerabilidades que podrían ser catastróficas en caso de conflicto, por ejemplo, en torno a Taiwán. Se están realizando esfuerzos para diversificar las cadenas de suministro y desarrollar la capacidad de producción nacional de componentes críticos, pero son largos y costosos.

Transformación sistémica o fenómeno temporal

La pregunta central es si los fenómenos observables en el conflicto de Ucrania representan una transformación sistémica duradera de la guerra y la economía de defensa, o si son un fenómeno temporal y específico del contexto. Varios factores apuntan a un cambio permanente. La democratización de la tecnología militar mediante componentes comerciales es irreversible. La disponibilidad de drones, componentes electrónicos y sistemas de IA en el mercado comercial permite incluso a actores más pequeños desarrollar sistemas de armas relativamente potentes.

La proliferación de estas tecnologías está transformando radicalmente el panorama estratégico. El presidente Zelenski advirtió en su discurso ante la Asamblea General de la ONU en septiembre de 2025 que decenas de miles de personas podrían ser asesinadas profesionalmente con drones. Antes, los drones eran costosos y complejos, y solo los países más fuertes podían desplegarlos. Hoy en día, incluso los drones más sencillos pueden volar miles de kilómetros. Este desarrollo, afirmó, constituye la carrera armamentística más destructiva de la historia de la humanidad.

Al mismo tiempo, existen factores que se oponen a una transformación completa. Para ciertas capacidades militares —bombarderos estratégicos, portaaviones, submarinos con misiles balísticos, cazas de superioridad aérea— no existen alternativas masivas rentables. El dominio en estas áreas continúa asegurando la superioridad militar de las principales potencias. El conflicto de Ucrania también es atípico en varios aspectos: un conflicto de alta intensidad entre adversarios de igual magnitud con un frente bien definido y un despliegue material masivo. Muchos otros escenarios de conflicto —contrainsurgencia, imposición de la paz, intervenciones limitadas— podrían plantear requisitos tecnológicos diferentes.

Sin embargo, la evidencia apunta a un cambio fundamental. La disponibilidad se está convirtiendo en la nueva moneda del poder militar. La capacidad de desarrollar rápidamente, producir en masa y mejorar continuamente los sistemas de armas cobra mayor importancia que la superioridad técnica de las plataformas individuales. Esto favorece a los actores con estructuras de producción flexibles y descentralizadas, y procesos de toma de decisiones ágiles, en lugar de sistemas burocráticos engorrosos.

Consecuencias de la política económica y recomendaciones de acción

Los desarrollos descritos exigen profundos ajustes en las políticas económicas y de defensa occidentales. En primer lugar, es necesario acelerar radicalmente los procesos de adquisición. Los ciclos de desarrollo de varias décadas ya no son sostenibles en el entorno tecnológico actual. En su lugar, se necesitan modelos de desarrollo iterativos que comiencen con versiones funcionales mínimas y las mejoren continuamente. Esto exige abandonar el perfeccionismo y aceptar riesgos y fallos ocasionales.

En segundo lugar, debe promoverse la diversificación de la base de proveedores. La concentración en unas pocas grandes corporaciones genera inflexibilidad y limita el potencial de innovación. Las empresas más pequeñas y ágiles deben integrarse sistemáticamente en los procesos de compras, incluso si esto implica un esfuerzo administrativo adicional. El mayor uso de instrumentos de compras alternativos, como las Autoridades de Otras Transacciones (OTA) en EE. UU., es un paso en la dirección correcta.

En tercer lugar, la nueva realidad exige inversiones masivas en capacidad de producción nacional de componentes críticos. Es necesario reducir la dependencia de las cadenas de suministro chinas, incluso si esto implica mayores costos a corto plazo. La iniciativa de la UE para fortalecer la producción europea de semiconductores es un ejemplo de estas políticas industriales estratégicas. Se necesitan programas similares para baterías, sensores y otros componentes clave.

En cuarto lugar, los gobiernos occidentales deberían ampliar sistemáticamente la cooperación con la industria de defensa ucraniana. Ucrania ofrece no solo tecnologías probadas en combate, sino también valiosos conocimientos sobre la guerra moderna. Las empresas conjuntas, la transferencia de tecnología y los programas de investigación conjuntos pueden ayudar a los ejércitos occidentales a mantener el ritmo. Los 7.000 millones de dólares anunciados por la UE para la industria ucraniana de drones son un paso importante, pero deben ir acompañados de una transferencia sistemática de conocimientos.

En quinto lugar, se necesita invertir en entrenamiento y desarrollo de doctrina. Las nuevas tecnologías exigen nuevos conceptos tácticos y formatos operativos. Las fuerzas armadas deben aprender a manejar grandes cantidades de sistemas desechables, dominar la guerra electrónica y realizar operaciones descentralizadas en red. Esto exige una reestructuración integral del entrenamiento, la organización y el liderazgo.

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Las lecciones irreversibles de la guerra con drones

La decepción provocada por los drones Switchblade estadounidenses en Ucrania es mucho más que una anécdota técnica. Simboliza el fracaso de un paradigma de décadas de antigüedad que priorizaba la excelencia tecnológica sobre la disponibilidad, la complejidad sobre la simplicidad y la maximización de costos sobre la rentabilidad. La industria de defensa ucraniana ha desarrollado un modelo alternativo con notable rapidez, basado en la masa, la adaptabilidad y los rápidos ciclos de iteración. Este modelo está demostrando ser superior en el contexto de un conflicto de alta intensidad.

Las implicaciones estratégicas y económicas de este cambio son profundas. Las empresas de defensa consolidadas se ven obligadas a replantear radicalmente sus modelos de negocio. Los gobiernos deben adaptar sus estrategias de adquisición e invertir en nuevas capacidades industriales. El equilibrio de poder global se está inclinando a favor de los actores que pueden aprender y adaptarse con mayor rapidez. Se ha abierto la caja de Pandora de la tecnología militar barata y de producción en masa. Cualquier ejército que no esté preparado para esto corre el riesgo de verse abrumado por este desarrollo.

La advertencia de Valery Borovyk a la industria armamentística es urgente: Nadie en este mundo sabe qué amenazas nos aguardan en el futuro, ni un solo analista, ni un solo general. Cualquiera que no aborde con intensidad la guerra en Ucrania hoy se encaminará a la bancarrota mañana. Esta afirmación se aplica no solo a las empresas, sino a los Estados y a sus estrategias de defensa en su conjunto. Las lecciones de la guerra en Ucrania deben aprenderse antes de que sea demasiado tarde. La alternativa es enfrentarse a sistemas caros e insuficientemente disponibles en el próximo conflicto, mientras los oponentes abruman con masas baratas. La economía de la guerra moderna ha cambiado radicalmente. Quienes ignoren esto lo harán bajo su propio riesgo.

 

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