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Centro de datos de IA | No todo es lo que parece: La verdadera razón del repentino idilio multimillonario de Google con Alemania

Centro de datos de IA | No todo es lo que parece: La verdadera razón del repentino idilio multimillonario de Google con Alemania

Centro de datos de IA | No todo es lo que parece: La verdadera razón del repentino idilio multimillonario de Google con Alemania – Imagen: Xpert.Digital

El verdadero precio de la IA: los nuevos centros de datos de Google podrían llevar nuestra red eléctrica al límite.

¿Punto de inflexión para la infraestructura alemana o una promesa vacía de soberanía de datos?

El anuncio del mayor programa de inversión de Google en Alemania hasta la fecha marca un punto de inflexión en la percepción de la política económica del país. La elección del momento para este anuncio no podría haber sido más oportuna: mediados de noviembre de 2025, en un momento en que los funcionarios del gobierno alemán debatían intensamente cómo reducir la dependencia de Europa de las empresas tecnológicas estadounidenses. Lo que superficialmente parece un voto de confianza en Alemania como centro de negocios revela, tras un análisis más profundo, una imagen más compleja y ambivalente de la transformación digital europea. La decisión de Google de invertir nuevamente en Alemania después de años de planes fallidos no solo refleja cálculos corporativos, sino también deficiencias estructurales en la política de infraestructuras europea y la persistente brecha tecnológica entre Estados Unidos y Europa.

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La IA como nuevo motor: La insaciable sed de energía de los centros de datos

La industria de los centros de datos ha experimentado una transformación radical en los últimos años. Si bien durante mucho tiempo se consideraron infraestructuras secundarias, ahora se han convertido en el sistema nervioso del capitalismo digital global. La inteligencia artificial, y no la computación en la nube en sentido estricto, impulsa esta transformación. Una consulta de IA consume mucha más energía que una búsqueda convencional. Esta simple realidad técnica explica por qué las corporaciones que dedicaron años a optimizar su infraestructura a nivel global están invirtiendo de nuevo fuertemente en los mercados nacionales. La proximidad a las instituciones reguladoras, la infraestructura energética y los clientes vuelve a ser crucial. Alemania y Europa en su conjunto se encuentran al borde de una carrera por la infraestructura digital, cuyo resultado dista mucho de ser seguro.

El volumen de inversión que anunciará Google forma parte de una reasignación global de capital. La compañía invierte decenas de miles de millones de dólares anuales en todo el mundo en la construcción y expansión de centros de datos para inteligencia artificial. Su empresa matriz, Alphabet, planea invertir entre 91 y 93 mil millones de dólares en 2025, destinando la gran mayoría a centros de datos. Se espera un aumento significativo para 2026. Sin embargo, Alemania recibirá solo una fracción de estos recursos. Esto ilustra las proporciones relativas: lo que Alemania presenta como una gran inversión es, en el mejor de los casos, un posicionamiento estratégico en una región clave para una corporación como Alphabet.

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Un sueño roto en Brandeburgo: ¿Por qué fracasó Google inicialmente?

La historia de esta inversión comienza con contratiempos. Google anunció en 2021 su intención de establecer una región de nube en Berlín-Brandeburgo. Los centros de datos proyectados estaban destinados a convertirse en la columna vertebral de la infraestructura de nube alemana y europea. Inicialmente, Neuenhagen, al este de Berlín, era la ubicación prevista, pero posteriormente se cambió a Mittenwalde, a unos 30 kilómetros al sur de la capital. El proyecto de Mittenwalde era el más ambicioso: se construiría un enorme centro de datos en un terreno de 30 hectáreas, creando aproximadamente cien puestos de trabajo cualificados a tiempo completo. Google adquirió el terreno y firmó acuerdos preliminares. Todo parecía ir viento en popa.

En junio de 2025, el proyecto Mittenwalde llegó a su fin abruptamente. Google lo canceló sin ofrecer una explicación detallada. La justificación oficial fue vaga: tras un análisis exhaustivo de la viabilidad, la evolución del mercado y las prioridades de la empresa, se decidió no continuar con la construcción. Sin embargo, tras estas palabras se escondían problemas de infraestructura concretos que reflejaban el dilema de la política energética alemana. El problema principal era el suministro eléctrico. Las redes eléctricas existentes no habrían sido suficientes y habrían requerido una expansión masiva. El consumo energético de un gran centro de datos de IA es enorme, y la infraestructura eléctrica alemana, a pesar del auge de las energías renovables, simplemente no estaba diseñada para soportar tales cargas. Si bien Google estaba dispuesto a invertir en edificios y refrigeración, no estaba dispuesto a financiar también la infraestructura básica de la red eléctrica en Brandeburgo.

Al límite: las redes eléctricas europeas y la explosión global de la IA

Este fallo revela un problema fundamental: la demanda energética de los centros de datos se ha disparado. En 2024, los centros de datos en Alemania consumieron aproximadamente 20 000 millones de kilovatios-hora de electricidad, lo que equivale al consumo anual de unos 5,7 millones de hogares de dos personas. Esto ya representa cerca del tres por ciento del consumo total de electricidad de Alemania. Pero esto es solo una muestra de lo que está por venir. Se prevé que el consumo mundial de electricidad de los centros de datos de IA se multiplique por once entre 2023 y 2030, pasando de 50 000 millones de kilovatios-hora a unos 550 000 millones de kilovatios-hora. En Europa, se prevé que la demanda total de centros de datos aumente de 100 teravatios-hora en 2022 a 150 teravatios-hora en 2026. Según la Agencia Internacional de la Energía, en 2030 los centros de datos requerirán más energía que el doble del consumo energético total de Alemania en 2024. Estas cifras son casi incomprensibles y generan un círculo vicioso: más centros de datos necesitan más electricidad, más electricidad requiere más infraestructura y, en plena transición energética, las energías renovables estarán cada vez más absorbidas, e incluso podrían llegar a ser canibalizadas, por los centros de datos de IA.

Este problema no se limita a Alemania. Irlanda, que durante mucho tiempo ha sido un polo de atracción para los centros de datos gracias a la energía barata y la estabilidad de sus mercados, tuvo que imponer una moratoria a la construcción de nuevos centros de datos en 2023 debido a que la red eléctrica nacional no pudo soportar el aumento de la demanda. Algunas zonas de Londres experimentaron una situación similar. España sufrió un apagón de casi 18 horas en 2023, debido, al menos en parte, a una generación de energía solar inesperadamente baja. En toda Europa, se observa un patrón: los centros de datos, como infraestructuras de alto consumo energético, están llegando a los límites de las redes eléctricas nacionales, que son inherentemente fragmentadas y están condicionadas por la lógica de estabilidad del siglo XX.

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La paradoja de la soberanía: la política tecnológica dividida de Europa

La política energética alemana se está quedando rezagada. Si bien la expansión de las energías renovables ha avanzado, no lo ha hecho al ritmo que requieren los centros de datos de IA. Bajo el mandato del canciller Friedrich Merz, el gobierno prometió revertir la situación económica del país, pero el desempleo va en aumento y sectores clave se encuentran bajo presión. Un gran centro de datos de Google habría representado un voto de confianza. En cambio, dos proyectos fracasaron. Por eso, los nuevos anuncios de inversión se reciben con tanto entusiasmo: son tan necesarios que cualquier promesa es bienvenida, independientemente de si aborda o no los problemas estructurales subyacentes.

Esto debe entenderse también en un contexto internacional. El gobierno alemán busca activamente atraer inversores internacionales. El canciller Merz nombró a Martin Blessing, exdirector ejecutivo de Commerzbank, como comisionado de inversiones. Al mismo tiempo, persigue el objetivo contradictorio de liberar a Alemania de su dependencia de los proveedores tecnológicos estadounidenses. La administración Trump y sus políticas comerciales proteccionistas han convencido incluso a defensores de la libre competencia como Merz de la necesidad de la soberanía europea. Alemania y Francia planean una cumbre sobre la independencia digital de Europa. Los políticos de la Unión Europea abogan por una transición gradual para alejarse de los proveedores estadounidenses de servicios en la nube. Sin embargo, Google invertirá su capital e infraestructura, y Alemania recibirá estas inversiones con los brazos abiertos. Esta es la paradoja de la política tecnológica europea: aspira a la independencia, pero carece de los recursos para construir la infraestructura necesaria y, por lo tanto, se ve obligada a negociar con oligopolios.

De Brandeburgo a Hesse: la nueva estrategia de Google y la promesa del calor residual

Google ya opera o tiene en construcción varios centros de datos en Alemania. Hesse es el estado federado más importante en este sentido. En Hanau, Google opera un centro de datos inaugurado en 2023. En las localidades de Erlensee, Dietzenbach y Babenhausen, en la región Rin-Meno, Google ha adquirido terrenos donde podrían construirse futuros centros de datos. La región Rin-Meno goza de una ubicación ideal para los centros de datos, no solo por su proximidad a Fráncfort, con su punto de intercambio de internet DE-CIX, uno de los mayores centros mundiales de flujos de datos digitales, sino también porque su infraestructura energética es superior a la de Brandeburgo. En estas circunstancias, centrarse en Hesse tiene sentido estratégico. Sin embargo, esto también pone de manifiesto un problema estructural: mientras que algunas regiones de Alemania pueden convertirse en polos de desarrollo de infraestructura digital, otras permanecen completamente desatendidas. Brandeburgo, donde se encuentra Berlín, sigue estando desatendida debido a la insuficiencia de sus redes eléctricas.

El nuevo paquete de inversiones de Google se presentará en detalle el 11 de noviembre de 2025 en Berlín, junto con el Ministro Federal de Finanzas, Lars Klingbeil. Los planes incluyen la construcción de infraestructura y centros de datos, proyectos innovadores para el uso de energías renovables y la recuperación de calor residual, así como la expansión de sus instalaciones en Múnich, Fráncfort y Berlín. La palabra clave "recuperación de calor residual" es estratégicamente significativa, ya que indica que Google ha comenzado a tomarse más en serio el aspecto energético. El calor residual de los centros de datos es, sin duda, un recurso enorme, pero en gran medida sin explotar. Un centro de datos con una capacidad de conexión de TI superior a cinco megavatios produce suficiente calor residual para abastecer las redes de calefacción urbana. Según cálculos de la Agencia Federal de Medio Ambiente de Alemania, el calor residual de los centros de datos alemanes más grandes podría cubrir las necesidades de calefacción de aproximadamente 32 millones de metros cuadrados. Esto representa un ahorro enorme si se pudiera aprovechar este potencial. Sin embargo, también aquí surgen obstáculos: la mayoría de los centros de datos utilizan refrigeración por aire en lugar de refrigeración por agua, y la modernización es costosa. Además, vuelven a aparecer cuestiones de seguridad y fiabilidad. Aprovechar el calor residual de los centros de datos también implica una estrecha coordinación con las infraestructuras locales de suministro de calor. Esto es posible, pero no sencillo.

 

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Soberanía digital en riesgo: ¿Qué debe hacer Europa ahora para combatir el dominio estadounidense?

La dependencia como nuevo modelo de negocio: La economía alemana en la nube

El contexto de estas inversiones está cargado de implicaciones geopolíticas. El año pasado, Microsoft anunció planes para invertir 3200 millones de euros en centros de datos alemanes. Deutsche Telekom y el fabricante de chips estadounidense Nvidia han invertido 1000 millones de euros en un centro de datos de IA en Múnich, cuya puesta en marcha está prevista para 2026. Amazon Web Services también está presente. Estas inversiones multimillonarias de gigantes tecnológicos estadounidenses en centros de datos europeos forman parte de una ofensiva global de infraestructuras, pero también suscitan interrogantes sobre la soberanía europea. ¿Qué implica que la infraestructura en la nube donde las empresas europeas almacenan sus datos y ejecutan sus sistemas esté controlada por empresas estadounidenses?

Desde la posguerra, el modelo empresarial alemán se ha basado en gran medida en la idea de empresas medianas, gestionadas por sus propietarios, que podían mantener sus secretos de producción y procesos operativos dentro de sus propias fábricas. Con la llegada de la computación en la nube y la IA, esta lógica está perdiendo vigencia. Un número creciente de empresas, sobre todo en el sector de las pymes, utiliza centros de datos para sus datos y procesos críticos. Los estudios muestran que el 51 % de las empresas alemanas utilizan centros de datos, lo que supone un aumento de aproximadamente el 25 % con respecto a hace dos años. El número de empleos cuya existencia depende de los servicios de los centros de datos ha crecido exponencialmente. El Instituto Alemán de Economía (IW) calcula que, para 2024, alrededor de 5,9 millones de trabajadores estarán empleados en empresas cuyo modelo de negocio sería imposible sin la nube. Hace dos años, esta cifra era de 2,8 millones. Esto representa un aumento de aproximadamente 126 000 empleos al mes. La dependencia del ecosistema global de centros de datos ya no es periférica, sino fundamental.

En estas circunstancias, la cuestión de la soberanía europea se convierte también en una cuestión de soberanía de datos. El 45 % de las empresas encuestadas afirmó que es importante para ellas que sus centros de datos se ubiquen en Alemania. La protección de datos es una razón fundamental: casi la mitad de las empresas la cita como el motivo por el que evitan la nube. Esto no es irracional. Si las empresas europeas externalizan sus datos a corporaciones estadounidenses, estos datos quedan sujetos, en última instancia, a las leyes de seguridad estadounidenses. Una incógnita es si las agencias de inteligencia estadounidenses pueden acceder a estos datos. Esto no es paranoia, sino una consideración empresarial legítima. Son las consideraciones regulatorias y geopolíticas las que generan cautela en las empresas europeas.

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La resistencia europea y la cadena de valor estadounidense

La respuesta europea es una estrategia de soberanía digital impulsada desde las altas esferas. La Unión Europea está acelerando su ascenso como potencia mundial en IA con una estrategia clara presentada en octubre de 2025. Esta iniciativa incluye inversiones de 200 000 millones de euros en los próximos años, centradas en infraestructura, acceso a datos y adopción de la IA. Alemania ha incrementado su estrategia de IA hasta los 22 000 millones de euros para 2030. Con proyectos como el instituto virtual RAISE (Recurso para la Ciencia de la IA en Europa), la Unión Europea aspira a actuar como una especie de CERN para la IA y promover la independencia europea. Todas estas iniciativas están diseñadas para garantizar que Europa no se limite a ser consumidora de tecnología estadounidense, sino que desarrolle su propia industria de IA independiente.

La realidad, sin embargo, es más compleja. Gran parte de los miles de millones invertidos en centros de datos alemanes no se destinan a las propias instalaciones, sino a la compra de tecnología de alto rendimiento en Estados Unidos. El principal beneficiario de esta expansión de los centros de datos es Nvidia, cuyos procesadores gráficos se han convertido en estándar en casi todos los centros de datos de IA. Los expertos estiman que, en las grandes instalaciones de centros de datos, entre el 60 y el 70 % de la inversión total se gasta solo en semiconductores. En el centro de datos de Telekom, recientemente anunciado en Múnich, esto supone más de 600 millones de euros que van directamente a Silicon Valley. Solo entre el 10 y el 20 % de las inversiones generan valor añadido local en Alemania. El resto es, en última instancia, capital y tecnología estadounidenses que transitan por Alemania.

Esto no es intrínsecamente erróneo, pero pone de relieve un problema fundamental en la política tecnológica europea. Existe una profunda asimetría en la relación comercial entre Estados Unidos y Europa. Estados Unidos exporta chips, software y plataformas a Europa, y Europa exporta datos a Estados Unidos. Esta asimetría genera una dependencia estructural que va más allá de las cuestiones puramente técnicas. Se trata de control, creación de valor y autoridad política. Mientras Europa no sea capaz de desarrollar su propia industria de chips, permanecerá atrapada en esta situación.

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Obstáculos estructurales: desde la oposición local hasta la concentración de poder global

Estas estructuras se hacen aún más evidentes al analizar las cadenas de valor. El Instituto Alemán de Economía (IW) ha calculado que los centros de datos generan un valor añadido bruto adicional de aproximadamente 250 000 millones de euros para la economía alemana, considerando los efectos indirectos en otros sectores. Se trata de cifras enormes. Sin embargo, esta creación de valor no se origina en los propios centros de datos, sino en las empresas que los utilizan para aumentar su productividad, realizar análisis de datos y entrenar sus sistemas de IA. Los centros de datos constituyen la columna vertebral, pero la creación de valor se produce en los márgenes. Si bien existen 65 000 empleos en el sector de los centros de datos, una cifra significativa, resulta pequeña en comparación con los 5,9 millones de empleos que dependen de sus servicios. Los multiplicadores son enormes, pero también lo es la vulnerabilidad.

Un segundo aspecto crucial es la cuestión energética, no solo como problema técnico sino también geopolítico. Las redes eléctricas europeas se construyeron según la lógica del siglo XX. No se diseñaron para gestionar cargas gigantescas y concentradas, como la de un gran centro de datos de IA activado simultáneamente en múltiples ubicaciones. Un gran centro de datos puede requerir cinco gigavatios o más, lo que en algunas regiones europeas representa la totalidad de la capacidad local. La solución es evidente: infraestructuras descentralizadas con fuentes de energía locales robustas, inversiones masivas en tecnologías de almacenamiento y flexibilidad en la oferta y la demanda. Pero todo esto requiere tiempo y dinero, recursos de los que dispone Estados Unidos.

Estados Unidos está consolidando su posición. Un consorcio liderado por Nvidia y BlackRock adquirió recientemente al operador estadounidense de centros de datos Aligned Data Centers por 40.000 millones de dólares. El consorcio, denominado Artificial Intelligence Infrastructure Partnership, planea controlar una vasta infraestructura de más de 50 centros de datos con un consumo energético total superior a los cinco gigavatios. Esto representa una concentración de poder no regulada sobre la infraestructura digital. Nvidia también ha conseguido importantes contratos: según el Financial Times, Oracle planea invertir alrededor de 40.000 millones de dólares en la compra de 400.000 chips Nvidia GB200 para equipar un gigantesco centro de datos de 1,2 gigavatios en Abilene, Texas, como parte de un proyecto de 500.000 millones de dólares con OpenAI. Estas cifras son enormes y demuestran la sólida base material sobre la que se asienta el poderío tecnológico estadounidense. Europa no dispone de estos recursos. Sin embargo, Europa cuenta con una base más amplia: la experiencia industrial de Alemania, Francia e Italia, junto con décadas de conocimiento técnico acumulado, es una realidad. Pero sin infraestructura propia y sin control sobre la base digital, esta experiencia no puede traducirse en poder digital.

Otro problema reside en la incertidumbre estratégica y las fluctuantes prioridades políticas en Alemania. El proyecto Mittenwalde fracasó no solo por razones técnicas, sino también porque los trámites para obtener los permisos locales fueron extensos y el marco regulatorio seguía siendo incierto. Los centros de datos son impopulares en muchas comunidades alemanas. Se perciben como algo negativo, con un alto consumo energético y con escasos efectos positivos para la población local. Los trámites para obtener los permisos pueden prolongarse durante años. Esta oposición local es comprensible, pero también explica por qué las empresas tecnológicas dudan en invertir en Alemania. Estados Unidos cuenta con regulaciones claras, trámites ágiles y una cultura pro-tecnología dominante, al menos en Texas, Virginia y otros centros. Alemania y Europa necesitan acelerar sus procesos y adoptar una nueva mentalidad en la que los centros de datos se consideren infraestructuras estratégicas, al igual que los aeropuertos o las centrales nucleares.

Una inversión sintomática: Más que una simple señal de confianza.

Las demás grandes inversiones tecnológicas en Alemania son considerablemente más recientes. El centro de datos de Telekom con Nvidia entrará en funcionamiento en 2026. Microsoft y Amazon también están presentes, pero su infraestructura concreta aún está en desarrollo o no es ampliamente visible. En este contexto, las importantes inversiones anunciadas por Google son significativas no por su magnitud, sino por su poder simbólico. Indican que Alemania y Europa están recuperando su atractivo tras años de estancamiento. También sugieren que el marco regulatorio y político podría mejorar. La única incógnita es si esto será suficiente para generar cambios estructurales reales.

El verdadero problema radica en que la infraestructura digital se ha convertido en un bien público, pero la proveen actores privados. Un centro de datos no es una maravilla de la ingeniería como un aeropuerto o una autopista; es una caja negra que absorbe valor y lo distribuye externamente. Estados Unidos ha comprendido desde hace tiempo la importancia estratégica de controlar la infraestructura digital. Alemania y Europa también deben comprenderlo. Esto no significa que el gobierno deba construir centros de datos, sino que debe crear el marco necesario para que las empresas y los gobiernos europeos tengan una verdadera opción. Mientras solo las empresas tecnológicas estadounidenses cuenten con los recursos y el poder para construir grandes centros de datos, la dependencia seguirá siendo estructural. Mientras Nvidia sea el único fabricante de chips que suministra procesadores gráficos para IA a gran escala, la dependencia persistirá.

Las nuevas inversiones de Google en Alemania no son, por lo tanto, ni una buena noticia ni una solución a los problemas estructurales. Son un síntoma de la debilidad europea: la capacidad de construir infraestructuras se ha delegado en oligopolios globales. Lo que Alemania necesita con urgencia no es solo la inversión de Google, sino sus propias capacidades, su propia infraestructura y su propia independencia estratégica. Este es un proyecto que abarca generaciones y que apenas ha comenzado. Sin una transformación política y empresarial radical, Europa seguirá rezagada con respecto a Estados Unidos en las próximas décadas, independientemente de los miles de millones que invierta Google.

 

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